El sacerdote Valentín Bustos.

El sacerdote Valentín Bustos. Javier Longobardo

Sociedad ENTREVISTA

El padre Valentín, cura 'influencer' de Toledo: "Yo no podría casarme porque no amo a nadie como a Dios"

Con 55.000 seguidores en Youtube y 17.000 en Instagram, ofrece cada día un rato de meditación y reflexión sobre el Evangelio mientras desayuna.

20 septiembre, 2024 13:53

El padre Valentín Aparicio es sacerdote en Toledo y aunque no es demasiado conocido por su nombre de pila sí lo es por el que utiliza en sus redes sociales: @curadetoledo. Con 55.000 suscriptores en Youtube y 17.000 seguidores en Instagram, ofrece cada día un rato de meditación y reflexión espiritual sobre el Evangelio mientras desayuna. El objetivo es acercar a Dios a las nuevas generaciones a través del teléfono móvil, pero sin perder de vista que internet no es el fin, sino el medio para que todas estas personas terminen visitando la iglesia.

Valentín tiene 39 años, es de La Villa de Don Fadrique y se ha criado en una familia de agricultores. Según cuenta, desde pequeño sintió cómo las cosas de Dios le llamaban "poderosamente" la atención. Era monaguillo y todos los días ayudaba al párroco del pueblo, lo que le impulsó a descubrir su vocación. "Poco a poco comencé a pensar que ese era el lugar que me correspondía. Sentía que nada en el mundo me podía hacer tan feliz como ser sacerdote", confiesa. Por eso unos años después decidió dar el paso y formarse en el Seminario Mayor de Toledo.

Es un enamorado de la palabra de Dios. No cabe duda. Y prueba de ello es que hace cinco años decidiera lanzarse al mundo de las redes sociales para divulgar también a través de ellas los contenidos bíblicos. Cada mañana desde entonces, acompañado de una taza de café, se coloca delante de la pantalla para acercar a sus seguidores las sagradas escrituras. Le llama los 'Desayunos Espirituales'. Y tal es su influencia que muchas personas han dado el paso a la vida religiosa gracias a su canal.

Javier Longobardo

Pregunta. Con miles de seguidores tanto en Youtube como en Instagram, a usted ya se le puede considerar todo un 'infuencer'. ¿Cómo fue dar ese paso hacia las redes sociales?

Respuesta. Siempre me había surgido la inquietud de poder hacer algo más para divulgar la palabra de Dios. Veía que en Estados Unidos proliferaban este tipo de canales y en España no, así que me lancé a las redes hace cinco años. Desde entonces, todos los días hago una especie de desayuno espiritual donde aprovecho para explicar el Evangelio mientras me tomó una taza de café. Además, en Youtube también comparto algunas clases divulgativas de las que doy en el Seminario. 

P. ¿Qué busca y qué encuentra estando en contacto con los fieles a través de un teléfono móvil?

R. Mi objetivo es que la gente se acerque a Dios. Pero que no se quede en la pantalla y en el mundo virtual, sino que de un paso más hacia el mundo real, hacia la iglesia. De hecho, me llegan testimonios de todos los sitios del mundo diciéndome que mi canal ha ayudado a muchas personas. Hace poco, al terminar una misa, una chica me contó que había visto mis vídeos y que poco a poco había empezado a asistir a la iglesia. Y otras dos me dijeron que gracias a mi canal habían dado el paso a la vida religiosa. Ese es mi objetivo. 

P. ¿Dios se comunica a través del algoritmo?

R. Sí. Yo digo que Dios es mi canal de distribución. Muchas veces les llega mi contenido a personas que necesitan esa palabra justo en ese momento para que la escuchen. Es asombroso, pero me ha pasado cantidad de veces.

"La gente tiene mucha sed de Dios"

P. ¿Y el algoritmo ayuda a evangelizar o pone trabas?

R. Yo creo que ayuda a evangelizar porque la gente tiene mucha sed de Dios. Estoy descubriendo que muchas personas, a medida que vivimos en una cultura más secularizada donde Dios no está presente, busca sentido y significado en sus vidas. Busca algo más, busca un por qué vivir, busca cuál es la finalidad de todo. Y la gente está rotísima. Tengo casos de seguidores que tenían heridas sin sanar y, al reencontrarse con Dios, han descubierto una alegría y una paz que no les aportaba otras cosas. 

Javier Longobardo

P. ¿Las redes sociales son el patio de la iglesia, donde se comenta lo que pasa dentro, o son la puerta de entrada al templo?

R. Es cierto que a veces son el lugar donde la gente vomita todo su odio y escupe su ira, y eso no ayuda a entrar al templo, sino más bien enrarece el ambiente. Pero en mi caso he descubierto que para muchísimas personas son una ayuda. Eso sí, no hay que quedarse en el medio, que es el teléfono móvil, sino tender al fin. Las redes te pueden llevar a Dios, pero no te los vas a encontrar en una pantalla, sino en la iglesia. Ahí es donde está su amor vivo, en os sacramentos, en su palabra y en la comunidad que te acoge. 

P. En las redes sociales, en general, la vanidad está a la orden del día. ¿Cómo lucha un sacerdote 'influencer' contra ella?

R. Existen dos problemas, la vanidad y los haters. Si tocas temas sensibles que aparecen en el Evangelio y que no forman parte del credo del pensamiento único van a por ti. Es una de cal y otra de arena. Por eso siempre digo que los aplausos no te tienen que animar y las críticas tampoco te tienen que hundir. Lo importante para mí es la oración cada día. Todos los días cuando me levanto hago un par de horas de meditación y eso me ayuda a vivir bajo la mirada de Dios y no bajo la mirada de los demás, que creo que es terrible porque te hace súper dependiente. Hay gente que te quiere un montón y te lo hace notar, pero también hay gente que te odia a más no poder y también te lo hace notar. Entonces hay que vivir al margen completamente. 

P. ¿Ha sido víctima de la crispación? ¿Ha tenido que lamentar alguna polémica por sus publicaciones?

R. Yo suelo tener cuidado y no me meto en camisas de once varas. Es verdad que en alguna ocasión, cuando hablo del matrimonio o de la familia, tengo que ser claro porque el Evangelio lo es. Y las cosas que no comparto también las digo, pero desde el respeto. Jamás me meto con nadie y daría mi vida por cualquier persona, pero no puedo llamar a lo blanco negro, y viceversa. Si yo creo que el aborto es el asesinato de un niño inocente, lo tengo que decir. Y muchas veces hay gente a la que le puede molestar, pero la verdad no me la puedo ocultar. Respecto a la crispación, creo que hay un constante desencanto con la vida y una tristeza que nos hace estar amargados y reaccionar con violencia a todo. 

Javier Longobardo

P. Desayunos espirituales en una sociedad en ocasiones egoísta y de culto al físico. ¿Qué problemas morales se encuentra en las redes y en el confesionario?

R. Nos preocupamos muchísimo por cuidar la armonía exterior, por cuidar el físico, pero no nos damos cuenta de que el hombre es cuerpo y alma. Dentro de nosotros hay una relación con Dios que, si no la cuidamos, terminamos pagando un peaje. Veo que hay una auténtica anemia espiritual y eso contrasta con el cuidado que tenemos del físico. Intentamos poner muchas caretas para tapar grandes heridas que tenemos dentro. Además, como dices, la sociedad es cada vez más egoísta e individualista. Hoy en día el eslogan es "sálvese quien pueda" y se nos olvida que hay que amar al prógimo como a nosotros mismo y a Dios sobre todas las cosas. 

"Vivimos en una sociedad que se derrumba a la mínima"

P. ¿Por qué se puede felicitar a la juventud de hoy y qué se le puede recriminar?

R. Pienso que la juventud de hoy en día tiende a sensibilizarse mucho con los problemas de los demás y a preocuparse por las personas más desfavorecidas, y eso es admirable. Sin embargo, los jóvenes están cada vez más desorientados. Lo único que se les ha enseñado es que disfruten de la vida y vivan el momento, pero ¿qué pasa cuando la vida y el momento no son lo mejor y vienen dificultades? La gente se viene abajo. Tenemos una sociedad que se derrumba a la mínima y que está profundamente herida. Vivimos en un mundo que nos protege de cualquier tipo de calamidad y sufrimiento, pero hemos generado individuos cada vez más frágiles, casi de cristal. La gente no sabe dónde apoyarse y anda prácticamente a gatas. Es tremendo.

Javier Longobardo

P. Siempre aparece con alzacuellos en sus publicaciones, incluso cuando hace peregrinaciones y rutas. ¿Nunca se lo quita? 

R. Nunca me lo quito. Cuando la gente me ve vestido de cura siempre se inician conversaciones súper interesantes. De hecho, cuando hago senderismo o voy a la nieve me pongo los pantalones de Decathlon y la camisa de sacerdote.

"La iglesia no es un partido político y no tiene que adaptarse a los tiempos"

P. ¿La actual iglesia católica es la iglesia del siglo XXI? ¿En qué hay que evolucionar? 

R. No creo que haya que evolucionar en nada. La iglesia no es un partido político y no tiene que adaptarse a los tiempos, sino volver a los orígenes. La iglesia nunca mira para adelante, mira hacia atrás, hacia su fundador. Tiene un mensaje que es eterno, que es la verdad y que no puede cambiar porque es la palabra de Dios. Yo puedo cambiar un programa político o un modelo técnico de jugar al fútbol, pero no puedo decir que lo que hace un siglo era un asesinato ahora no lo es.

P. ¿Entonces no habría que acabar con el celibato o bendecir las uniones entre homosexuales, por ejemplo?

R. Para nada. Yo creo que hay que seguir siendo fieles a lo que siempre hemos creído y a lo que aparece en la sagrada escritura. Puede haber una evolución en la manera de comunicar porque los tiempos cambian, pero no en el contenido. Si a mí me dejaran casarme, yo no podría porque no puedo amar a nadie como amo a Dios. Para mí él lo es todo y sería imposible que pudiera querer a alguien de carne y hueso con la misma intensidad. Él lo es absolutamente todo para mí. Es impresionante, pero cuando sientes ese amor de Dios, notas que te revienta el corazón y que absolutamente nada puede llenarte como él.