Sara Montiel en una imagen de archivo. Foto: El Mundo

Sara Montiel en una imagen de archivo. Foto: El Mundo

Corazón SARA MONTIEL SIEMPRE RECONOCIÓ QUE ERAN SU "PASIÓN IRREMEDIABLE"

Siguen la pista de las valiosas joyas de la manchega más internacional

4 marzo, 2018 08:40

El suplemento La Otra Crónica de El Mundo hace este domingo un interesante repaso al valiosísimo joyero de la actriz castellano-manchega Sara Montiel, quien este sábado habría cumplido 90 años.

Protagonista de una vida de leyenda, los éxitos, películas, glamour, grandes acontecimientos y personajes de leyenda con los que tuvo la oportunidad de relacionarse en Hollywood y en tierras americanas le otorgaron un legado patrimonial que, en principio, era absolutamente impresionante.

Como cualquier diva de la época, Sara tenía un joyero abrumador que fue adquiriendo con el paso de los años en el que había piezas muy valiosas que, en muchas ocasiones, lucía en sus películas por propio deseo, con ese afán de rendir pleitesía al lujo. Ella no estaba preocupada de la captatio benevolentiae ni de pedir perdón por los excesos...

De un valor incalculable por el tamaño y pureza de las piedras preciosas, Sara tenía piezas de encargo firmadas por Cartier, Van Cleef & Arpels y de algunos de los joyeros más importantes del mundo, que ella iba eligiendo en cada viaje o aniversario y que también le iban regalando...

En la memoria colectiva de los españoles están el famoso babero de esmeraldas que Sara encargó a un joyero gallego, con unas maravillosas esmeraldas que había traído de Brasil y que lució en numerosas ocasiones llamando la atención, incluso, de la propia Elizabeth Taylor, otra de las estrellas que sentía verdadera pasión por los diseños de joyería y que se sorprendió de la categoría de la pieza en uno de sus viajes a New York.

Era, sin duda, una de las piezas emblemáticas de su colección, a la que Sara tenía un especial cariño y que utilizó en algunos de los eventos más importantes de su carrera. Entre ellos, la concesión de la medalla de Oro de la Academia de Cine. Sorprendió que no lo luciese en uno de los últimos eventos más importantes en los que resultó homenajeada, la entrega de la medalla de Oro del Ateneo de Madrid, en el que apareció con otro que poco tenía que ver.

El collar de brillantes regalo de Anthony Mann

También ha quedado para el recuerdo popular el maravilloso collar de brillantes que le regaló su primer marido, Anthony Mann, sólo uno de los muchos regalos que le hizo el cineasta en su corto pero fructífero matrimonio. Como el anillo de esmeraldas que le regaló cuando perdió el hijo que esperaban, que sumió a la actriz en una profunda depresión y cuyas secuelas impidieron que pudiera llevar a buen término los sucesivos embarazos que Sara tendría a lo largo de los años en los diferentes matrimonios y relaciones. El profundo amor que el cineasta sentía por la manchega le llevó a incluirla en su testamento, aunque ya estaban separados.

Otra de las joyas que provocaban admiración era el anillo de brillantes de más de siete quilates por piedra al que ella llamaba cariñosamente "el faro" o "garbanzo" y del que casi nunca solía separarse. Una de esas joyas que combinaba con otras muchas que solía lucir a diario y que todos los que formaban parte de su círculo de amigos pudieron admirar de manera constante, ya que ella sin sus joyas decía sentirse desnuda.

Tampoco hay que olvidar la impactante pulsera de Cartier años 20 cuyo valor podría sobrepasar los 200.000 euros, que solía guardar como algo muy especial y que solamente lució en contadas ocasiones.

Y más en la lista: el ostentoso aderezo de rubíes y brillantes, la pulsera de peluconas de su etapa mexicana, el gran zafiro de Chente, los collares de perlas australianas, algunos de sus impactantes broches y las innumerables piezas que en los últimos años depositaba en la caja fuerte del banco por miedo a los robos después de aquel suceso que sufrió en su domicilio madrileño y que nunca llegó a esclarecerse.

Toda esa interminable relación de pulseras de brillantes, topacios, pendientes art noveau y una gran colección de piezas mexicanas de oro que Sara mezclaba de manera curiosa, formaban parte de un patrimonio que nunca ha estado catalogado y que sus hijos, parece, siguen atesorando. La joyería Molina Cuevas, encargada de vender algunas de sus pertenencias, asegura no haber tenido a la venta el joyero de Sara. Tampoco hay el menor rastro en las subastas nacionales e internacionales. Sus hijos permanecen en silencio.

Sara siempre decía que las joyas y las pieles eran una pasión irremediable y que una parte importante del dinero que había ganado lo había invertido en ellas. En la compra de las grandes piezas siempre estuvo asesorada por amigos coleccionistas y profesionales, que le aconsejaron bien consiguiendo un patrimonio que hoy tendría un valor que no resulta fácil precisar, pero que en una subasta alcanzaría unas cifras realmente escandalosas.

Estos eran los caprichos de una Sara que no siempre pudo ver todos sus deseos hechos realidad, tampoco a nivel cinematográfico. Entre los proyectos de cine que no pudo protagonizar hay que destacar una importante película, La esclava libre de Raoul Walsh que, finalmente, interpretaría otra bellísima actriz, Yvonne de Carlo, que tenía mucho que ver con el otro gran protagonista de la cinta, Clark Gable, con el que Sara llegó a hacer una prueba que resultó bastante satisfactoria. Parece, según contaba ella, que en una cena que tuvieron después, Gable, que tenía un gran poder en el filme, le dijo que él quería que la película la protagonizase Yvonne, pero que seguramente ella esa noche sería capaz de convencerle de lo contrario. La bofetada que le dio, contaba, resonó en todo el local. Decía que ni siquiera recogió una estola de chinchilla que tenía en el ropero, regalo de un productor mexicano... No hay que olvidar que Sara era, en esos momentos, la pareja de uno de los directores más importantes del mundo, que le aportaba un gran estatus en todos los sentidos, y se sentía con fuerza para hacer muchas cosas.

El deseo de Sara era que Thais conservara la colección y que la luciera en ocasiones especiales, cuando pensaba que la vida de su hija iba a ser muy distinta y que continuaría teniendo una importante vida social, cosa que Thais siempre ha rehusado.