Lejos de los atascos y el ruido de la ciudad, la Ruta del Vino de La Mancha propone un verano lleno de naturaleza, enoturismo, gastronomía, siestas 'a la fresca', conciertos y romerías. Unas vacaciones ideales para los amantes del pueblo, el silencio y la calma.
La slowlife de esta tierra tiene molinos de viento, bodegas, lagunas, castillos, rutas en bici y vino bajo las estrellas. Muchos planes 'low cost' que son de lujo a pesar de ser de lo más sencillo.
Aquí te ofrecemos un recorrido económico y divertido para disfrutar al máximo de esta época del año:
1. Turismo a fuego lento
Sumergidos en un mar de viñas que se extiende por 600.000 hectáreas, se esconden diez municipios: La Solana, Campo de Criptana, Villarrobledo, Tomelloso, Socuéllamos, El Toboso, Alcázar de San Juan, Villarrubia de los Ojos, Argamasilla de Alba y Pedro Muñoz.
Aquí, en la ‘Bodega de Europa’, transcurren los veranos a fuego lento. Las noches se alargan para engañar al sol, se amanece tarde y el desayuno se une al aperitivo. Perderse en los pueblos, visitar los museos y mercados medievales, reservar una cata en alguna bodega o recorrer las calles manchegas son los mejores planes para bajar las pulsaciones.
2. Aventuras para los más pequeños
Para los más pequeños, existe la opción de realizar una ruta en bici cruzando los campos de cereal, azafrán y vino; atravesar humedales, otear las torres a lo lejos y recrear con familia y amigos las andanzas de Don Quijote y Sancho Panza; detenerse a ver cómo pastan las ovejas o refugiarse del calor en el patio de una casa solariega de El Toboso o Villarrubia de los Ojos.
Ser testigo de una molienda tradicional en los molinos de viento que vigilan desde el siglo XVI la llanura manchega desde Alcázar de San Juan o Campo de Criptana, o disfrutar de las rutas nocturnas que se realizan el 1, 7, 15 y 21 de julio por el Barrio del Albaicín criptanense, una oportunidad mágica de acercarse al patrimonio manchego y admirarlo bajo las estrellas.
3. Romerías, conciertos, patrimonio...
Otra de las grandes ventajas de pasar las vacaciones en la ‘Bodega de Europa’ es conectar con la gente a través de sus tradiciones. Entre ellas, destacan la Romería de San Cristóbal en Pedro Muñoz y Villarrobledo; el AirénFest en Campo de Criptana; la Water Party, el Festival 80’ y 90’ (1 de julio) y el musical ‘We love rock’ en Tomelloso o el Zeporock de El Toboso.
Además, Alcázar de San Juan abre las puertas de todo su patrimonio, de forma gratuita, la noche del 5 de agosto y la mañana del 6. Museos, iglesias, yacimientos arqueológicos y hasta los centros de interpretación de su Complejo Lagunar celebran así el Fin de Semana del Patrimonio con visitas guiadas, teatro, conciertos y danza, entre otras muchas actividades.
4. Naturaleza
La toma a tierra manchega La Ruta del Vino de La Mancha despliega sus brazos por una tierra llena de caminos que te llevan por paisajes en constante evolución. Descubrir por qué a Villarrubia de los Ojos se le conoce como el mirador de Castilla La Mancha es un buen reto para el verano. Sus rutas de senderismo atraviesan campos de olivos y viñedos, enmarcados por la Reserva Biosfera Mancha Húmeda. Los Ojos del Guadiana, el Parque Recreativo Gigüela o el LIC Montes de Toledo son solo algunos de sus atractivos naturales, que combinan a la perfección con una ruta por el Humedal de Don Quijote de Pedro Muñoz, la laguna de La Veguilla en Alcázar de San Juan o la Laguna de Salicor de Campo de Criptana.
Si además de naturaleza y enoturismo se busca un poco de patrimonio, la ruta hacia el castillo de Peñarroya, en Argamasilla de Alba, es toda una aventura al alcance de todos los públicos, pues a pie o en bicicleta se puede llegar hasta esta fortificación del siglo XII (acceso gratuito), con ermita, aljibe, foso y humilladero, que se levanta sobre las aguas turquesa del río Guadiana y sirve de entrada al Parque Natural de las Lagunas de Ruidera.
5. Gastronomía de calidad
En cualquier punto de la Ruta del Vino de La Mancha los bocados saben a respeto por la tradición y el paso del tiempo. Tierra de caza mayor y menor, azafrán, olivos, cereales y vino… nada falta en la mesa de quien se sienta a comer en La Mancha. Todo son recetas hechas con productos de proximidad y conocidas en todo el mundo gracias a su mención en Don Quijote de La Mancha.
Pistos, migas, gachas o gazpachos que llevan de base el tomate moruno de Socuéllamos, de características únicas. El queso manchego, un moje, una pipirrana o cualquiera de las recetas populares de los fogones manchegos que los bares, restaurantes y bodegas de la Ruta del Vino de La Mancha reinterpretan para satisfacer a los paladares más selectos. Para amantes de lo dulce, cualquier postre con almendra, unas torrijas, unas tortas de Alcázar de San Juan o un salto al convento de las Clarisas de El Toboso, para hacerse con unas pelusas o unos caprichos de Dulcinea para merendar.
6. El mejor enoturismo
Amanecer rodeado de viñedos en tierra de hidalgos y caballeros es uno de los placeres que uno puede darse si está de vacaciones en La Mancha. El envero es el espectáculo natural que esta tierra ofrece al viajero en verano: la uva engorda en la vid, cambia de color y aumenta su dulzura al tiempo que afina su piel. Probarla de la misma vid es un regalo.
El olor del campo en la mañana invita a un desayuno con pan de pueblo y aceite de oliva de las almazaras de la tierra. Invita a una visita temprana en cualquiera de las 19 bodegas de la Ruta del Vino de La Mancha. Charlar con bodegueros y abrigarse al fresco de las bodegas, mientras se disfruta de una cata de vinos y de un bocado de gastronomía manchega. Un paseo en 4x4, una ruta por los bombos que salpican el paisaje manchego o música en directo con vino bajo las estrellas en las noches de verano que organiza el Museo Torre del Vino de Socuéllamos.