Un meteorito está a punto de chocar contra el planeta Tierra. Los expertos han previsto el impacto para la mañana del 20 de diciembre. Las consecuencias serán irreversibles. Según los estudiosos, el cambio en la temperatura será tan brusco que provocará grandes mareas y terremotos. Sus efectos serán devastadores para el bipartidismo que durante décadas ha poblado la geografía política. La desaparición de la especie puede ser sólo cuestión de tiempo.
Es posible que muchos años después sólo se pueda consultar un ejemplar de la Constitución Española en parques temáticos como el que una fría tarde de finales de noviembre visita Ignacio Urquizu. Se llama Dinópolis y está a las afueras de Teruel. Se trata de una inmensa superficie que combina ocio infantil, reconstrucciones de dinosaurios encontrados en la provincia y una enorme muestra de huesos fósiles.
Muchos ven a Urquizu como el último eslabón de la cadena o como el inicio de una nueva. Se presenta como cabeza de lista por el PSOE por Teruel, una provincia pequeña, donde influye mucho el contacto personal pero también la ley d’Hont que durante décadas ha regado el prado electoral en el que pastan socialistas y populares. Es la España alejada de las grandes metrópolis y los platós de televisión de la capital. Es la España que, al menos hasta ahora, se le ha resistido a los partidos emergentes. Allí donde los políticos tienen otro trabajo y se toman algo en el bar con sus representados. Donde perviven odios políticos seculares y donde todo el mundo se conoce.
Pero Urquizu tiene una doble alma. Se fue a estudiar a Madrid con 18 años y allí se fue colando poco a poco en la sala de máquinas de la política nacional.
Su edad es la de la nueva política. Urquizu nació el 21 de noviembre de 1978, 34 días después que Pablo Iglesias, el líder de Podemos. Coincidió con él en los pasillos de la facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid. Compartió con él pasillos y profesores como Juan Carlos Monedero y José María Maravall. Ambos pasaron después a dar clases en la universidad en la que estudiaron y fueron muy activos como académicos. Los dos están en política desde hace años y encabezan una candidatura al Congreso de los Diputados.
Ignacio Urquizu estudió Sociología y antes de entrar en la política institucional daba clases en el grisáceo edificio de la facultad de Ciencias de la Información de la Complutense. Es además el sociólogo de cabecera del PSOE. Analiza las tendencias, define grupos de votantes a los que el partido debe seducir, ayuda a definir los mensajes que repiten los dirigentes y diseña las encuestas de consumo interno que no salen en los medios de comunicación. Tiene contacto regular con los grandes popes del partido. Los antiguos lo respetan y los nuevos lo llaman todo el tiempo, angustiados por el resultado electoral.
Antes de cumplir los 40, las trayectorias de Urquizu e Iglesias han sido fructíferas en lo profesional y en lo político, pero han ido avanzando como líneas paralelas que nunca llegan a tocarse. De verse en la universidad han pasado a competir por los votos de izquierda.
El primer café, en Alcañiz
El cabeza de lista del PSOE por la provincia de Teruel recibe a EL ESPAÑOL para desayunar en su casa de Alcañiz, muy cerca de la plaza de España, donde se erige el imponente edificio del Ayuntamiento. Aquí lo conocen casi todos, porque en realidad tampoco son muchos. Sus habitantes reivindican el estatus de ciudad para su pueblo, pero en la capital del Bajo Aragón viven unas 16.000 personas. La vida es tranquila, los vecinos afables y el invierno, duro. Alcañiz es la segunda localidad de la provincia y en ella se deja sentir el peso de la historia gracias al castillo de los calatravos, hoy parador, que domina la comarca desde lo alto. Los calatravos fueron una orden de religiosos militares que controló la zona durante siglos. En su fortaleza se fraguó la llamada Concordia de Alcañiz, donde se pactaron las reglas para "una especie de congreso, como hacen ahora los partidos, para elegir al sucesor de la Corona de Aragón", explica el político con un café descafeinado.
La provincia tiene unos 140.000 habitantes (menos de la mitad que Vallecas, el barrio de Iglesias). En la capital viven 35.000. El resto de Teruel son pequeños pueblos de nombres con tanto encanto como Escucha, Libros, Ojos Negros, Moscardón o Cosa.
Como candidato, Urquizu se pasa la vida en la carretera. En el Seat Ibiza que su padre le regaló cuando acabó la carrera hace unos 2.000 kilómetros a la semana y 7.000 al mes, según sus cálculos. El coche resiste pese a los 354.000 que ya suma. Muchos de ellos se los ha pasado yendo y viniendo a Madrid. Ahora, lo que más hace es ir a Teruel, a 160 kilómetros de Alcañiz. A un lado de la carretera se pueden contemplar decenas de apeaderos de una línea de ferrocarril que se estaba construyendo en la Segunda República. La guerra la paralizó y contribuyó un poco más al mito actual. Pero Teruel existe, aunque sobreviva bajo la amenaza del envejecimiento, la despoblación y las malas comunicaciones.
Su casa está "a medio hacer", confiesa el candidato. Hace años, paseando, descubrió la casa vieja en la calle del Carmen y se decidió a comprarla. La fachada y los espacios interiores son idea suya. Es su manera de compensar su vocación frustrada, la de arquitecto (profesa fe al estadounidense Frank Lloyd Wright). Dice haber trabajado con sus propias manos en la obra junto a su padre. Urquizu se dedicó a la agricultura y a la construcción los veranos de su etapa de estudiante hasta que se licenció y tuvo su primera beca, en la Fundación Juan March. La zona es famosa por su agricultura y los melocotones de Calanda, un pueblo cercano, pero él se dio cuenta de que se ganaba más en la construcción y acabó en el encofrado y con la máquina pisadora. En su casa hay juguetes de sus dos mellizos, que estos días viven a salvo de la campaña junto a su madre. También hay algo de polvo blanco fruto de las obras por el que Urquizu pide perdón un poco avergonzado.
En Alcañiz se nota la crisis, explica. Cerca de su casa, concejales y miembros de la asociación de amas de casa reparten comida a familias que lo están pasando mal. "No son colectivos excluidos. Cada vez conocen a más gente de la que ayudan. Allí arriman el hombro consejeros comarcales y personas de diferentes partidos. La política aquí es otra cosa. Por eso cuando oigo que los hay que hablan de ‘partidos de la gente’ me pregunto: ¿y yo qué soy, un extraterrestre?", explica con una carcajada. "Por eso me extraña que haya partidos que digan que eliminarán los pequeños municipios. ¡Pero si aquí los que hacen política ponen dinero de su bolsillo!", dice.
Urquizu es hijo de un camionero y conductor de autobuses que acabó teniendo varias pequeñas tiendas en el pueblo, como una herboristería y un supermercado. Su madre es ama de casa. Si está en política, dice, es para "devolver a la sociedad lo que me ha dado", explica. "He trabajado, he tenido becas y oportunidades. A mí me han ayudado mucho para que viniendo de una familia muy normal llegase a ser profesor universitario. Me ayudó mi familia, muchísimo, pero también la sociedad, que ha decidido dedicar una parte de sus recursos a que yo pudiera hacer todo lo que he hecho", explica.
De Urquizu llama mucho la atención cómo limita sus ataques al contrario. Es un rasgo muy poco habitual. Se mete con los demás partidos, pero tras pasar todo un día con él no asoma el colmillo que constantemente exhiben muchos de sus compañeros del PSOE. Será porque él, en realidad, es del PP. "Prudencia y paciencia", aclara. "En política, el principal valor es la empatía, que es ponerte en el lugar del otro. Y eso incluye a los adversarios. Por eso a veces me cuesta tener colmillo. Hombre, si tuviera a Bárcenas delante sí lo tendría, porque es un jeta integral [ríe]. Lo mismo pasa con Rato. Se trata de gente que ha robado a manos llenas", asegura.
"Para crear hay que creer"
Desde su casa se dirige a Teruel, pero antes para en la Mata de los Olmos, un pequeño pueblo del que es alcaldesa Silvia Gimeno, también candidata al Congreso como número dos. Gimeno dirige una explotación agrícola de 10 trabajadores y compatibiliza su cargo como alcaldesa ("sin coche oficial", bromea) con el de mujer empresaria. Es economista y volvió de Dublín, donde trabajaba cuidando niños para atender a su padre enfermo y luego dedicarse al campo. "Para crear hay que creer, me decía mi padre", explica.
Urquizu no pierde ni un momento para reivindicar las esencias turolenses, aunque algunas no son políticamente correctas. Defiende el carbón como fuente de energía por la importancia en la comarca. "En esto del carbón hay mucho gris", asegura. "Lo que hay que hacer es evitar en la medida de lo posible el daño a la naturaleza. Lo más limpio a corto plazo es la energía nuclear, pero ¿qué harán los que vienen después con los residuos?", se pregunta.
En Andorra, un pueblo que se divisa desde Alcañiz, la central es la base de la economía local. "La energía verde, además de ser muy cara (y cuanto más cara es la energía, menos competitivo es un país), está por desarrollar. Creo que es el futuro, pero de momento estamos gestionando el presente", advierte. "La gran dificultad que tenemos es dónde acumular la energía. Y hasta que no existan grandes pilas de hidrógeno, no la puedes guardar. La puedes consumir sólo cuando se produce. Nosotros no tenemos petróleo, por lo que el carbón es el único recurso fósil que podemos almacenar", defiende.
Otra cosa no habrá en Teruel, pero sí hay terrenos para actividades que requieran grandes superficies. En la zona se van a instalar varias empresas con estas necesidades y en la provincia hay un aeropuerto de almacenamiento y reparación de aviones que Urquizu reivindica en contraposición al de Castellón, uno de los ejemplos de despilfarro público.
Del café en La Mata, Urquizu se dirige a la capital de la provincia pasando por una recta en la que el alcalde de Alcañiz, del PP, fue sorprendido a 220 kilómetros por hora. En la capital esperan más miembros de la candidatura, como Perla Borao, una médico muy conocida que deja la consulta para encabezar la lista al Senado. "Me dicen que una vez allí tienes que formar parte de comisiones que trabajan sobre temas concretos. No me importaría dedicarme a temas de servicios sociales o sanidad, pero me gustaría poder decir algo en la ley de muerte digna que es tan necesaria", explica.
La jornada en Teruel comienza a mediodía en el centro de la Asociación turolense de ayuda a la discapacidad (ATADI), que atiende a unas 180 personas en toda la provincia. Urquizu habla con los residentes y promete a José Luis Gómez, presidente de ATADI, ser sensible a sus demandas desde el Congreso.
Después de un paseo por el centro de Teruel, llega la hora de comer. Es ahí cuando Urquizu hace una de las bromas que aúnan su esencia turolense y los mundos de la alta política en los que se mueve en Madrid. "Si tuviera que escribir un libro, se llamaría Ternasco y Longanizas", bromea, en referencia a Fuego y cenizas, escrito por el aspirante a primer ministro de Canadá Michael Ignatieff, muy de moda entre los dirigentes del PSOE. El ternasco, o cordero joven, es uno de sus platos favoritos, pero reconoce que se tiene que limitar para no engordar en campaña. "La gente es tan hospitalaria y te ofrece tanta comida que puedes acabar la semana con bastantes kilos de más", explica.
Urquizu come en el restaurante La vaquilla con parte de sus compañeros de partido. Está decorado con fotografías de espectáculos taurinos que tienen arraigo en la región y que a él no le hacen ninguna gracia. "Hemos prometido una ley contra el maltrato animal. Tenemos que prohibir algunas celebraciones. Por ejemplo, el Toro de la Vega no es un espectáculo, no es tradición. Es crueldad", asegura. Tampoco le gusta el correbous y ni siquiera las corridas más ortodoxas. "No disfruto. De hecho lo paso mal, sobre todo cuando veo al toro sufrir. Tienen los días contados porque muchas de ellas viven de subvenciones públicas. Habría que decir que si gustan los toros hay que pagar lo que cuestan. Yo represento a un partido de izquierdas y creo que el dinero público tiene que ser para la redistribución de la renta y la riqueza. No creo que pagar a un torero sea redistribuir la renta…"
Aragón es nuestro Ohio
Urquizu es optimista sobre el resultado electoral. Cree que el PP y el PSOE están más igualados de lo que dicen las encuestas, que Podemos tiene un techo que le impide crecer más y que Ciudadanos está sobrevalorado.
Pese a todo, Urquizu reconoce que empezó a temer al partido de Albert Rivera en noviembre del año pasado, cuando varios de sus amigos, votantes del PP, aseguraron que les gustaba y que se planteaban votar por él. El sondeo fue todo menos científico, pero él lo consultó con casas de encuestas en Madrid y empezó a ver que hace un año Ciudadanos podría tener entre un 6 y un 8% de los votos. Es entonces cuando alertó a los suyos y escribió un artículo en la prensa en el que defendía que estas elecciones se iban a jugar en el centro. Entre ese momento y hoy, Podemos creció como la espuma hasta el punto de que muchos lo situaban como primer partido del país. Con la misma rapidez, cayó al cuarto y la teoría de Urquizu se fue confirmando.
El candidato es coautor de un libro que se llama Aragón es nuestro Ohio. El volumen es en realidad un manual de sociología electoral que parte de una curiosidad: desde que murió Franco y comenzaron a celebrarse elecciones libres, el partido que ha ganado en Aragón lo ha hecho en el conjunto del país. UCD salió victoriosa en 1977 y 1979, el PSOE entre 1982 y 1993, el PP en 1996 y 2000, de nuevo el PSOE con Zapatero en 2004 y 2008 y finalmente Rajoy en 2011. "Igual por eso soy candidato por Teruel. La presión para que ganemos aquí es enorme", bromea. El título se explica por las peculiaridades de Ohio, uno de los estados considerados bisagra en EEUU. Cuando uno de los dos grandes partidos gana allí, la Casa Blanca está casi asegurada.
En Teruel, donde se eligen tres diputados, Urquizu no tiene asegurado su escaño, según la estimación electoral de Kiko Llaneras en EL ESPAÑOL. Es muy probable que el PP gane dos diputados. El tercero se lo disputan PSOE y Ciudadanos.
El candidato prefiere aferrarse a sus propios números y no pensar en eso, confiado en que los ciudadanos confiarán en los exploradores frente a los chamanes. "En El retorno de los chamanes, un libro reciente de Víctor Lapuente, se explica que en el mundo hay dos tipos de políticos y de personas: los chamanes frente a los exploradores. Un chamán es una persona excesivamente ideologizada, que tiene las ideas tan claras, tan claras, que ya sabe el camino y para él las soluciones siempre son fáciles. Un explorador es alguien que analiza y duda, que intenta ver todo con pausa". En otras palabras, lo contrario al asalto de los cielos que propone su compañero de pasillo y ahora líder de Podemos.
Urquizu tiene el puesto casi asegurado, por lo que es muy probable que sobreviva al meteorito de la nueva política. "Para mí es un éxito rotundo llegar a ser diputado", explica en la puerta del pub Lion, donde acaba la jornada con una charla con jóvenes. "Es la primera vez en la historia que el PSOE presenta a alguien de mi comarca para encabezar la lista. Con toda probabilidad seré la segunda persona en ser diputado de mi pueblo. Viniendo de una familia muy normal, llegar al Congreso de los Diputados es lo máximo".