Cuando el PSOE escondía la bandera republicana
Julio Feo, secretario general de la presidencia con Felipe González, fue la sombra del líder socialista en las primeras campañas. Preocupado por la imagen del partido que podían dar las banderas republicanas, trató de esconderlas con abrazos.
16 diciembre, 2015 03:17En los primeros meses de 1975, Julio Feo coincidió con Alfonso Guerra en varias ocasiones. Charlaron acerca de la imagen del PSOE y coincidieron en que, dada la mala salud de Franco, sería conveniente que el partido preparase su salida de la clandestinidad, cuidase su marca y trabajara de cara a unas elecciones que podrían llegar en un futuro no muy lejano. Los socialistas acababan de modificar su logo y habían renunciado a la bandera republicana de forma institucional, pero muchos de sus afiliados seguían prefiriendo el yunque y la pluma al puño y la rosa, o el morado de la tricolor al rojo y el gualda.
Sin ninguna experiencia electoral, tanto Feo como Guerra, acompañados por el resto de miembros del Instituto de Técnicas Electorales del partido, recorrieron Europa con el fin de recopilar bibliografía y presenciar campañas in situ. En un abrir y cerrar de ojos llegaron las elecciones de 1977 y Guerra, que presidía el comité electoral, decidió que Feo acompañase a González en todo momento: “Mi misión consistía en cumplir el itinerario manteniendo a Felipe lo menos cansado posible”, recuerda el que luego sería secretario general de la presidencia del Gobierno.
Vimos unos muchachos que agitaban banderas republicanas y Felipe se cogió un cabreo tremendo
A mitad de campaña, Felipe González y su equipo aterrizaron en la base aérea de Badajoz para dar un mitin en la plaza de toros de Cáceres. “Nada más entrar, vimos en el palco unos muchachos que agitaban banderas republicanas y Felipe se cogió un cabreo tremendo”. En ese momento, comenzó una batalla que el partido socialista había librado e iba a tener que librar hasta el día de las elecciones: la de ocultar los signos republicanos a los que había renunciado el PSOE con el objeto de participar en la recién instaurada democracia española. “Mandé rápidamente a unos compañeros al palco, pero la puerta estaba cerrada con llave y no abrían. Sólo cabía tirar la puerta abajo”.
El acto estaba a punto de empezar y las tricolores bailaban en uno de los lugares más visibles de la plaza, dando esa imagen de partido clandestino, marxista y republicano que precisamente se intentaba borrar de la mente de los votantes. Pero lo que para cualquier equipo de seguridad hubiera sido un operativo complicado fue, en aquel momento, “coser y cantar”: “Nosotros no contábamos con policía, ni con un equipo de escoltas profesionales. Nos acompañaban cuatro muchachos salidos de un gimnasio de Vallecas, con la casualidad de que tres de ellos eran escaladores. Imagínate. Se pusieron a trepar, entraron al palco por la ventana y quitaron rápidamente las banderas”.
Abrazos para quitar banderas
“Según me contaron, dentro sólo hubo un par de forcejeos, pero no se llegó a las manos -cuenta Feo-. En aquella campaña, lo de las banderas fue un problema. El Partido Comunista también lo tenía y siempre estaban dándose bofetadas unos con otros”. Cuando las tricolores aparecían en un mitin y ocupaban el estrado o un ángulo de visión que podían tomar los medios, Feo, por aquello de “no liarse a leches”, se hinchaba a dar abrazos: “Fue una técnica que tuve que emplear muchas veces. Cuando veía alguien con una bandera republicana, lo abrazaba, lo levantaba en vilo y lo arrastraba hasta que estuviera lejos de las cámaras y el escenario. Había quien se daba cuenta, claro, pero eran abrazos cariñosos y simpáticos”.
Feo recuerda uno en concreto, en La Condomina, el estadio del Real Murcia: “Era un señor mayor que se acercaba a nosotros sonriendo, envuelto en una tricolor. Fui corriendo hacia él, sin que se acercara demasiado, lo abracé y me lo llevé hacia el fondo, donde no tuve problemas para que nos diera la bandera y depusiera su actitud”, relata entre risas.
En aquellas elecciones de junio de 1977, el PSOE logró convertirse en el principal referente de la oposición con 118 diputados, frente a los 165 de la UCD que permitieron seguir en el Gobierno a Adolfo Suárez. Julio Feo, que esbozó el recorrido de la caravana y programó los mítines, recuerda aquella campaña como “una lucha por mantener una coherencia estética” con lo que había decidido ser el partido.