"Quien llega al poder demuestra que tiene talento para que le voten, no para gobernar"
Los islandeses lograron votar si pagaban la deuda de la banca. Hoy prueban nuevas formas de democracia, según explica Gunnar Grimsson, fundador y CEO de la Fundación Ciudadana de Islandia y experto en herramientas de software de democracia participativa.
20 diciembre, 2015 02:57Noticias relacionadas
Activismo, Internet, democracia participativa digital, redadas. Agitadores de las redes de principios de siglo, defensores de la cultura abierta y la llamada democracia real han pasado a sentarse en las instituciones o a colaborar con ellas. Algo está creciendo en buena parte del mundo. Paso a paso, sin excesivo ruido. Cada vez más ciudades replican o inician sus propios proyectos de participación ciudadana, de decisión directa sobre los presupuestos. Sus impulsores no surgen de la nada. Sus caras estaban en las manifestaciones contra la guerra de Irak, en las protestas contra la caza de ballenas en Islandia, en las plazas. Son activistas. Sus acciones también llevan tiempo tomando forma en Internet. Es su medio natural.
Gunnar Grimsson es islandés. Su país enseñó al mundo en 2008 cómo era posible forzar a los políticos a escucharles a la hora de tomar una decisión que iba a afectarles durante años: devolver la enorme deuda de su banca a los fondos extranjeros. Grimsson es además fundador y CEO de la Fundación Ciudadana de Islandia y padre de algunas de las herramientas de software de democracia participativa más conocidas (Your Priorities, Better Reikiavic). Su actividad no es algo que venga sólo de la crisis de 2008. A principios de siglo creó junto al Defensor del Menor islandés The Children's Parliament, un proyecto en el que participaron 63 ciudadanos con edades entre los 12 y los 14 años para crear en internet un Parlamento, eligir las prioridades, debatirlas y votarlas finalmente en un acto presencial.
"Esta experiencia me convenció de que sería mucho mejor si el mundo lo gobernasen niños", comenta a EL ESPAÑOL Grimsson tras participar en las jornadas Herramientas para la Democracia, organizadas en el Medialab Prado en Madrid. "Las decisiones de los niños tienen mucho más sentido porque no reciben tantas presiones a la hora de decidir, no hay tantos intereses mezclados. Para ellos es relativamente simple. Saben qué es lo correcto y lo hacen. Los adultos también saben qué es lo correcto pero les influyen demasiadas cosas".
¿Sin crisis económica, los islandeses adultos se habrían lanzado a las calles a pedir participar de forma más activa en las decisiones de los políticos?
En 2008, Islandia sufrió un enorme crash económico, sí, pero en la mentalidad islandesa lo económico es algo que se puede solucionar. El gran problema fue el crash de confianza. La gente dejó de creer en los políticos, dejó de creer en la democracia, en las instituciones, en las corporaciones. La confianza de la sociedad se desplomó. Desde el primer momento vimos que aquello sí era un enorme problema y Robert Bjarnason y yo decidimos crear Your Priorities (Tus Prioridades) un software para conectar a las autoridades con los ciudadanos. Sentimos que el primer paso para mejorar la confianza era crear algún tipo de debate, de conversación, porque si eso no existe no hay forma de conseguir un aumento de la confianza. Esa fue nuestra motivación, la que está tras la decisión de impulsar nuestro propio proyecto de democracia participativa digital (movimiento conocido como eDemocracy).
¿Your Priorities y la Fundación de los Ciudadanos de Islandia es una consecuencia o surgió antes de las manifestaciones de islandeses ante el Parlamento en 2008?
Ocurrió todo al mismo tiempo. Tuve problemas para decidir si debía salir a manifestarme, si debía permanecer en Facebook diciéndole a otros que se manifestaran o debía continuar desarrollando el software. Era una decisión difícil cada día. Mi corazón quería salir fuera a las protestas, y lo hice, pero mi cerebro decía que podía hacer cosas más importantes mientras los demás se manifestaban. Así que hice eso también.
Para muchos países que empezaban entonces a sufrir las consecuencias de otras burbujas financieras, Islandia se convirtió en un ejemplo de cómo conseguir que los políticos dimitan y no tomen decisiones que la población no quiere. ¿Por qué cree que allí las cosas ocurrieron de otro modo?
Cuando los islandeses salimos a las calles a manifestarnos contra pagar las deudas de la banca y cuando votamos en el referéndum que no se pagasen con nuestro dinero lo hicimos porque las deudas no eran nuestras. Los acreedores lo eran de los bancos, que eran bancos privados en ese momento. Habían sido públicos pero los políticos los privatizaron. Si les dábamos el dinero era probable que no lo recuperásemos.
El Gobierno quería pagar la deuda pero el presidente lo paró, no firmó la ley y eso obligó a celebrar el referéndum. Gracias a esa decisión, el presidente consiguió un gran apoyo de los ciudadanos. El problema es que ese apoyo se ha traducido en que ahora esté en su quinto mandato y yo no creo que eso sea muestra de una democracia sana. No hay normas en Islandia que digan cuánto tiempo puede permanecer en el cargo si es reelegido una y otra vez.
¿Qué es Better Reikiavik?
Es una herramienta que permite que los ciudadanos de la ciudad le digan al Ayuntamiento lo que creen que se debería hacer. El Ayuntamiento está obligado a mirar las ideas y darles respuesta. A veces es sí, a veces es no. Pero tienen que contestar. Eso es una fórmula de democracia participativa.
¿Puede funcionar una experiencia similar en poblaciones de cualquier tamaño, como está intentando el Ayuntamiento de Madrid?
La población de Reikiavik son 120.000 personas. Y en Better Reikiavik han participado 70.000. Es bastante. La cuestión es cómo llegar a ese porcentaje en poblaciones de mayor tamaño. Si piensas que el pastel es muy pequeño no te lo comes de una vez, tomas pequeñas porciones. Es probable que sea aconsejable empezar por un barrio, como piloto y aprender de él para después acometer la totalidad. También puedes hacerlo de otro modo, como lo está haciendo Madrid, que es aprender de lo que ya están haciendo otros. Es realmente valorable lo que se está haciendo aquí. No parece que tengáis miedo a los cambios, un miedo que siempre es malo en términos de desarrollo de la democracia.
Es probable que haya mucha gente en Madrid que ni siquiera sepa qué iniciativas está tomando el Ayuntamiento en línea con la democracia participativa (Decide Madrid o los proyectos piloto de participación en los presupuestos por distritos). A eso me refería con la importancia del tamaño de la población. ¿Cómo hacer que todo el mundo o una parte mayoritaria sepa que puede participar en determinadas decisiones, para que no acabe decidiendo una minoría?
El gran problema es siempre cómo hacer que la gente sepa lo que está pasando, sin duda. Y no es sólo un problema con la democracia. Es un problema con el márketing en general. Algo muy común incluso cuando intentas vender algo. En Islandia nos dimos cuenta de que hay dos formas de captar la atención de la gente. O consigues que tu historia se haga viral en Internet, y eso es muy difícil conseguirlo a propósito porque es la gente la que decide, o lo publicitas.
En el presupuesto participativo de Reikiavik utilizamos Facebook y Google Adwords para hacer que la gente sepa lo que estamos haciendo. Usamos publicidad on line. Intentamos hacerlo con folletos de papel también y no funcionó. En todo el sector del márketing te dirán que es muy difícil utilizar márketing off line (físico, presencial) para promocionar cosas que son del mundo on line (Internet). Decidimos aún así utilizar los folletos porque cuando después se encontraban con la publicidad en Internet recordaban haberlos visto, era un refuerzo. Pero si sólo utilizas métodos físicos no consigues participación.
Desde luego hay un riesgo de excluir a gente cuando haces todo on line, porque no todo el mundo está conectado o está conectado habitualmente. Siempre hay excepciones. Lo que hay que tener claro es que cualquier actividad de cualquier tipo excluye gente.
Pero no todas las actividades afectan al presupuesto de tu ciudad. No es lo mismo excluir en unos casos que en otros.
Si convocamos un encuentro municipal presencial para votar sobre cambios en el vecindario, lo que te encuentras, al menos en Reikiavik, es que no va nadie. Al hacerlo on line logramos una alta participación. Es una exclusión mucho menor que haciéndolo presencial. Y si no hacemos nada para no excluir a nadie, no nos estaremos preparando para el momento en que todo el mundo esté on line. No es un proceso terminado. Somos niños en el desarrollo de la democracia participativa on line pero en todas partes hay gente haciendo proyectos en este sentido. No podemos estancarnos en el sistema democrático del siglo XX, totalmente desconectado de la población.
¿Cuánto habéis tenido que invertir en publicidad para que vuestros proyectos funcionen?
Lo primero que hay que destacar es que en nuestra democracia ya gastamos dinero todo el tiempo para lograr participación. Los partidos gastan muchísimo dinero en publicidad para pedir el voto. Nosotros gastamos dinero en hacer que la gente participe, mucho menos en cualquier caso que lo que gastan los políticos. Para el último Better Project Neighborhood empleamos alrededor de 7.000 euros en la campaña on line.
¿Qué parte del presupuesto total de la ciudad de Reikiavik es decidido por la población que participa?
Se empieza con una parte pequeña y luego se va incrementando. No se puede empezar con el 50% del presupuesto o cifras similares. Reikiavik empezó con el 5% del presupuesto para nuevas infraestructuras de la ciudad (dos millones de euros aproximadamente), no el total del presupuesto. Intentamos cada año que la ciudad lo incremente aunque es realmente difícil.
Se han decidido todo tipo de cosas: donde poner bancos para la gente en paseos, pasos para llegar a la playa, semáforos en puntos negros… todo tipo de asuntos relativamente menores que sin embargo han hecho más fácil la vida en los barrios.
¿Funciona mediante el sistema de una persona, un voto?
Sí. El dinero se divide de dos modos. Todos los barrios parten de una cuantía mínima y luego se añade otra cantidad que depende de cuánta gente vive allí. Y en cada barrio se vota con la fórmula de una persona igual a un voto, claro.
Como has comentado, las decisiones que se toman son sobre asuntos relativamente menores. ¿Creéis que estos sistemas se podrán trasladar en el futuro a un presupuesto nacional? ¿Es vuestro objetivo?
Hay que empezar en los barrios pero desde luego se puede llegar hasta el presupuesto nacional. Si decidir un presupuesto fuera complicado, los políticos no podrían gestionarlos. Son gente, como cualquier otro. Y no están especialmente preparados para manejar asuntos complejos, están especialmente preparados para conseguir votos. La principal actividad de un político es llegar al poder, porque si no lo alcanza no logra influencia. La gente que alcanza el poder tiene sin duda talento para conseguir que le voten pero eso no significa que lo tenga para administrar lo público. Cualquier cosa que les obligue a mirar a su alrededor para comprobar si lo están haciendo como quieren los ciudadanos es buena, incluido el presupuesto. Pero hay que empezar desde lo pequeño.
Imagino perfectamente una consulta en la que preguntemos si queremos de verdad que se gaste tanto dinero en defensa. No podrá ser tan abierto a incluir opciones como Better Reikiavik sino con preguntas mucho más concretas, como qué porcentaje del presupuesto quieres que vaya a defensa, cuánto a educación, cuánto a sanidad. Te garantizo que se tendrían resultados muy diferentes a lo que hay ahora. Pero hace falta tiempo. No se cambia la democracia ni la estructura de la sociedad de un día para otro. Tenemos que hacerlo despacio y con cuidado porque si no será muy fácil detenerlo.
Esto está pasando en tantos sitios en todo el mundo que nadie tiene idea de lo que ocurre exactamente y dónde. Yo, que esto metido en esto y conozco a mucha gente construyendo software y haciendo proyectos, conozco un porcentaje muy pequeño de lo que está ocurriendo. La gente acabará apoyando a representantes que se preocupen de este tipo de cosas. Lo que no ha funcionado, al menos en el mundo occidental, son los políticos que no nos han representado en realidad durante mucho tiempo. Tenemos que ser capaces de decirles que no tomen determinadas decisiones cuando no las toman para la gente sino para la empresa que les dio un montón de dinero. Eso es lo que significa la democracia representativa, poder decir que no se quiere que se haga algo concreto. La democracia fue mejor en otro tiempo. Hay demasiados políticos que no representan a la gente en absoluto.
¿Ha mejorado la democracia realmente en Islandia o, pasado el susto, se ha vuelto a donde se estaba?
Estoy convencido de que sea como sea hemos mejorado nuestra sociedad desde el crash. Sólo parcialmente, está claro, pero mucha gente abrió los ojos con aquello. Se dieron cuenta de que la maravillosa, incorrupta sociedad islandesa era un mito y nunca había sido real. Aunque sea por eso tenemos una sociedad mejor. Es verdad que ahora están en el poder los partidos que llevaron al país al crash. Eso es más de lo mismo, no peor. Pero por el otro lado tenemos ciudadanos participando, ciudadanos que ya no quieren ser como antes.
¿Es suficiente después de todo lo que ha ocurrido?
Claro que no. Tenemos mucha gente joven que no quiere votar y una de las razones por las que hago lo que hago es porque quiero que la gente joven vote, aunque al mismo tiempo entiendo perfectamente que no quieran. Eso significa que saben lo que está pasando y no quieren formar parte de ello. Tenemos que cambiar el sistema para que los votos sean reales y entonces conseguiremos que los jóvenes vuelvan al sistema.
¿Las grandes corporaciones acabarán quedándose con el negocio del software de la democracia participativa cuando sea un gran negocio?
El problema de estas grandes corporaciones es que no suelen trabajar con código abierto, que es lo que demuestra que no hay trampa en el proceso. No me importa quién cree el software, sea Microsoft o quien sea, pero tiene que ser open source o estaremos confiando nuestra democracia al departamento de una empresa cuyo software ni siquiera sabemos cómo funciona. No podemos hacer eso con la democracia.