El procesamiento de Chaves y Griñán dinamita el discurso de Sánchez contra la corrupción
Aquel “indecente” del líder del PSOE a Rajoy en la campaña del 20D puede convertirse en un bumerán.
2 junio, 2016 01:18Noticias relacionadas
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El candidato socialista a la presidencia, Pedro Sánchez, va a tener difícil la construcción de un discurso sólido contra la corrupción. Aquel “indecente” que le espetó a Mariano Rajoy en el cara a cara que mantuvieron en la campaña del 20D puede convertirse en un bumerán. Ahora el PP tiene en su poder un arma poderosa con la que atacar al socialista: quienes fueron ministros, presidentes de la Junta, secretarios generales del PSOE andaluz y presidentes del PSOE van a sentarse en el banquillo.
En Ferraz hay preocupación. Que Chaves y Griñán hayan sido acusados de un presunto delito de prevaricación y malversación continuada de fondos públicos dinamita cualquier tipo de estrategia. Y el momento no podía ser peor. En esta precampaña ya hay más de una encuesta que colocan sus siglas como tercera fuerza política.
Lo único que les queda son dos opciones. La primera: sacar toda la artillería para defender su inocencia, su honestidad y su honorabilidad. La segunda: ensalzar cómo los dos salieron de la política activa, dejando sus actas de diputado y senador, respectivamente, tras su imputación por el Supremo, y ahora, tras su procesamiento, dejando su carné de militante, lo último que les quedaba.
En esto han estado perfectamente coordinados Ferraz y el PSOE-A, pero con matices. “Estamos absolutamente convencidos de su inocencia. Son personas que no se han llevado ni un euro, no; ni un céntimo”, dijo poco después de conocer el auto Antonio Hernando, portavoz del comité electoral del PSOE. “Son personas honradas, honestas, creemos en su inocencia”, insistió.
En cambio, Pedro Sánchez no se ha mojado tanto. Ha optado por una estrategia de autodefensa. Se ha guardado las espaldas blandiendo el respeto a la presunción de inocencia, recordando que ya asumieron su responsabilidad política cuando dejaron sus escaños y autoproclamándose como un “político limpio” que aspira a formar el gobierno de la “honradez intransigente”, según informa Daniel Basteiro.
A diferencia de Hernando y Sánchez, a los que los dos ex presidentes andaluces les pilla lejos (si han movido ficha es para evitar las quejas de la vieja guardia afín a Chaves y Griñán), a Susana Díaz le toca muy de cerca, en el tiempo y en el espacio geográfico. En unas escuetas declaraciones en Córdoba ha cerrado filas con sus predecesores. “Voy a decir dos cosas en las que creo. La primera, que son dos personas honestas y que nunca se han beneficiado de los cargos que han ocupado, al contrario, siempre con honestidad. Y la segunda: espero, deseo y tengo la convicción de que, cuanto antes la justicia, pueda aclarar que son inocentes y dos personas honradas”, ha dicho. Tal vez se reserve para el acto de partido que tiene programado mañana en Málaga.
Aunque en el PSOE defiendan ahora su honestidad, su honorabilidad y el convencimiento en su inocencia, lo cierto es que estas muestras de apoyo no siempre han sido tan evidentes. Empezando por la propia Susana Díaz. La solución para romper vínculos no ha sido otra que evitar la foto. Por eso, ni Chaves ni Griñán aparecen en acto político alguno desde que hace un año dejaran sus escaños en el Congreso y en el Senado.
Ese cordón sanitario fue evidente el pasado 28 de febrero. Los socialistas andaluces conmemoraban el Día de Andalucía con un gran acto político al que acudieron los dos primeros presidentes, Rafael Escuredo y José Rodríguez de la Borbolla, mientras Chaves y Griñán, que entre los dos suman 24 años de gobierno no sólo no estuvieron, sino que se les mencionó de pasada.
Cuando llegó al Supremo
Otra prueba fue hace un año y medio, cuando el caso llegó al Tribunal Supremo (estaban aforados). Díaz compitió con Sánchez para ver quién era más beligerante contra la corrupción. Mientras Sánchez aseguraba que “sería contundente” ante los casos con imputados y se remitía al código ético del partido, Díaz se comprometió a exigir el acta de diputado o senador a cualquier socialista que resultara imputado y no lo llevaría en sus listas. Esto señalaba directamente a Chaves y Griñán, quienes se molestaron mucho con sus palabras.
El más comprensivo fue Griñán. Días después de declarar ante el Supremo, y antes de su imputación, anunció que no repetiría como senador. Abandonaba para no ser un “obstáculo” ni un elemento de “presión” para el partido. Aquello lo dijo en un contexto en el que a Díaz se le resistía su investidura y era un requisito que se le exigía desde Podemos, Ciudadanos y PP. También dijo que se iba con el “absoluto convencimiento” en su inocencia y la de Chaves. Este, en cambio, esperó a que el Supremo se pronunciara para dejar su acta como diputado.
Carné de jubilado
Con este auto, Chaves y Griñán han recibido la puntilla a una trayectoria política de cuatro décadas. Les ha forzado a renunciar a lo último que les quedaba: ser militantes del PSOE. No les queda ya ningún carné, nada más que el de jubilados.
Ellos mismos recordaban el pasado martes en la comisión de investigación por el escándalo de los fondos de formación su condición de pensionistas. Entonces ya sabían que su procesamiento estaba al caer. El juicio sobre la pieza del procedimiento específico de los ERE (esta macrocausa está dividida desde noviembre en seis piezas distintas) se prevé para finales de año. Por eso, han querido adelantare a los acontecimientos y a la aplicación del código ético socialista. Han pedido la baja como militantes. Lo han hecho por escrito, aunque verbalmente ya se lo habían adelantado días atrás a la dirección del PSOE-A.
Lo hacen para no enfangar al partido. La decisión debe ser dolorosa. Chaves era militante socialista desde 1976, Griñán de principios de los 80. Su trayectoria les ha llevado a lo más alto institucional y políticamente. Ya lo decía Griñán hace un año en una entrevista concedida a El País: “Abandono todo salvo la militancia para quitar presión al partido”. Ahora ya no es militante y también lo hace para quitar presión al partido.