Esta campaña electoral no pasará a la historia por su intensidad. Sabedores del hartazgo de la ciudadanía por la repetición de los comicios, los principales candidatos a la presidencia del Gobierno diseñaron un camino hacia el 26-J sin demasiadas complicaciones ni obstáculos. Apenas ha habido grandes mítines o propuestas rompedoras. Unos y otros han parecido más centrados en no equivocarse que en arriesgar. Los primeros días de la contienda electoral destacaron por una calma inaudita que ha cambiado radicalmente en la última semana por dos hechos: el escándalo en que está implicado Jorge Fernández Díaz y el Brexit de este viernes.
Un inicio descafeinado
La tradicional pegada de carteles del inicio de la campaña es el mejor ejemplo de la baja intensidad de los primeros días en este camino hacia el 26-J. Ni el Partido Popular ni el PSOE ni Ciudadanos ni Podemos llevaron a cabo grandes despliegues para exhibir músculo electoral. Todos los candidatos apostaron por actos sencillos que más parecían un trámite que otra cosa.
El debate a cuatro entre mujeres
En ese contexto de relajación, con los electores pensando más en la Eurocopa que en la campaña, llegó el primer debate. Lo protagonizaron cuatro mujeres, aunque sólo dos, Margarita Robles (PSOE) y Carolina Bescansa (Podemos) eran candidatas al Congreso en estas elecciones. Junto a ellas, debatieron Andrea Levy (PP) e Inés Arrimadas (Ciudadanos), diputadas en el Parlament de Cataluña. No fue el más acalorado ni el mejor de los debates, pero, eso sí, existe quorum sobre que las representantes de la nueva política se llevaron la victoria.
Las agresiones a Ciudadanos
Similar al inicio fueron los dos primeros días en fin de semana. Solo dos hechos, ambos negativos, ensombrecieron la campaña y aceleraron el ritmo pausado de la misma. Se trata de dos ataques contra Ciudadanos, uno en Vallecas (Madrid), donde un individuo agredió a un joven de C's en una mesa informativa, y otro en Barcelona, donde un independentista intentó -sin éxito- boicotear un mitin donde participaba Albert Rivera. Salvo estos sobresaltos, poco hubo destacable en los tres primeros días de pelea por seducir a los electores.
El debate a cuatro
El primer lunes de la campaña aconteció el momento de mayor intensidad y relevancia política: el debate a cuatro entre Mariano Rajoy, Pedro Sánchez, Pablo Iglesias y Albert Rivera. Todos ellos debatían durante más de dos horas en televisión. Aunque no hubo un ganador claro, al decir de las encuestas, el momento más álgido del debate llegó en el bloque sobre corrupción, cuando el líder de C's sacó de quicio al presidente del Gobierno en funciones por la corrupción y puso nervioso al líder de Podemos por sus relaciones con Venezuela.
Pasadas unas horas, el debate empezaba a parecer un oasis de interés en el desierto que parecía la campaña. Parece evidente que la campaña habría despertado más interés si, como ocurre en muchos otros países, se hubieran celebrado más debates entre los cabezas de lista. De hecho, en la contienda anterior, la del 20-D, sí hubo otro enfrentamiento entre los primeros espadas de PP y PSOE. Es obvio que los equipos de campaña prefirieron no elevar el tono de la discusión para no generar aún más cansancio entre los votantes.
El fútbol sí mueve a las masas...y a los candidatos
La campaña electoral entró prácticamente en barrena tras la resaca del debate. Los candidatos seguían con su perfil bajo en los actos y hasta en sus discursos. Contrasta con esta actitud de PP, PSOE, C's y Podemos el alto nivel de interés de la ciudadanía por la Eurocopa de fútbol. Los políticos detectaron esta circunstancia y decidieron hacer campaña, cada uno a su manera, aprovechando el segundo encuentro de La Roja contra Turquía. Así las cosas, el viernes 17, antes del segundo fin de semana de la campaña, Rajoy, Iglesias, Sánchez y, sobre todo, Rivera quisieron mostrar su compromiso con la Selección nacional. Tras el partido, los candidatos se dedicaron a llenar su cuota de los informativos televisivos, pero sin grandes golpes de efecto o mensajes relevantes.
Los pactos postelectorales
Así las cosas, llegó la última semana de una campaña electoral en la que los propios aspirantes a la Moncloa han susurrado a los informadores que "lo mejor es que esto termine cuanto antes". Desde el punto de vista de las propuestas, la vacuidad de todos se ha impuesto. Ninguna formación se ha dedicado a presentar proyectos rompedores, acaso porque los ciudadanos ya conocen sus propuestas del 20-D. Esto quedó patente en el debate a siete de TVE del lunes 20 que apenas despertó interés entre los televidentes.
La pelea entre candidatos tendía a centrarse en una de las grandes claves de los últimos meses en la política española: los pactos postelectorales que marcarán también la pauta una vez que pase el 26-J. Ciudadanos apostaba por un gran pacto a tres con PSOE y PP. Mientras, los populares y Podemos pedían al PSOE un acuerdo tras las elecciones, con la intención de presionar a los socialistas y, de paso, polarizar la campaña entre Rajoy e Iglesias.
El caso Fernández Díaz dinamita la campaña
Cuando el aburrimiento y el tedio se imponían en la escena política y parecía que nada movería los resultados que pronostican las encuestas, llegó el primero de los hechos que varió el rumbo de esta campaña al principio anodina. A mitad de semana estallaba el caso Fernández Díaz. El diario Público revelaba conversaciones del ministro del Interior en funciones con el jefe de la Oficina Antifraude de Cataluña en las que ambos conspiraban contra formaciones independentistas. Unas conversaciones que comprometían sobremanera su futuro y que salpicaban al propio Rajoy.
El clima de la contienda se crispaba sobremanera. Sánchez, Rivera e Iglesias exigían la dimisión de Fernández Díaz. El propio Fernández Díaz y Rajoy se enrocaban y hablaban de conspiración en su contra. El debate sobre la corrupción y las cloacas del Estado volvía a primera línea a solo cuatro días de las elecciones. Seguían apareciendo más grabaciones comprometedoras. Y el Gobierno no variaba su actitud de negarlo todo. Las consecuencias parecían (y parecen) imprevisibles para los comicios. En el PP ya temían el fantasma de un vuelco electoral por el caso. Y desde Unidos Podemos alentaban las opciones, aunque remotas, de victoria.
El Brexit cambia las piezas del tablero
Y, cuando parecía que nada más volvería a cambiar la tónica de la campaña, llegó el Brexit para modificar nuevamente el escenario y, con ello, variar el lugar de las piezas del tablero político. Como es lógico, dada la enorme relevancia en todos los órdenes de la inesperada salida del Reino Unido de la Unión Europea, las últimas horas de la contienda electoral han girado en torno a esta cuestión. La política internacional, habitualmente sepultada en campaña, ha sido lo más importante en el sprint final de los candidatos.
Las dudas sobre las consecuencias del Brexit se imponen en los cuarteles generales de los partidos. Nadie sabe con certeza quién puede salir beneficiado de este hecho histórico. Tampoco está claro si realmente afectará a la campaña. Lo único cierto es que a los candidatos se les ha estropeado el plan de tener una campaña tranquila. Lo sucedido en Reino Unido, sumado al caso Fernández Díaz, dibuja un escenario de incertidumbre sin precedentes.
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