100 ecohéroes que salvarán el planeta: un viaje a través de las iniciativas más sorprendentes del siglo
El periodista Carlos Fresneda recopila en su libro Ecohéroes proyectos innovadores, sostenibles, vanguardistas y humanitarios que contribuyen a luchar contra un sistema ecológicamente insostenible.
3 marzo, 2022 02:30Ciudades en las que la mayoría de los políticos viajan en bicicleta, antiguas vías de tren reconvertidas en corredores verdes, municipios que han repoblado solares con huertos ecológicos e innovadores proyectos de cohousing en el corazón de Usera, en Madrid: algunas de las iniciativas que recoge Carlos Fresneda en su libro Ecohéroes sirven al lector de ejemplo para demostrar que un cambio de paradigma ecológico es posible siempre que exista voluntad humana.
Frente a él desfilan perfiles de la talla de la activista Greta Thunberg, el chef José Andrés o la veterana etóloga británica Jane Goodall, quienes, cada uno a su manera, han contribuido con iniciativas sostenibles y ecológicas a la lucha contra el cambio climático. Este 3 de marzo, Día Mundial de la Vida Silvestre, es buen momento para recordar que toda contribución suma. Cuando la política es ineficaz en la lucha contra la crisis ecológica, son las iniciativas individuales, privadas y locales las que hacen posible el crecimiento y la transformación hacia nuevos escenarios sostenibles.
Carlos Fresneda recibe a ENCLAVE ODS desde Londres, Reino Unido, al otro lado del teléfono. Su voz es tranquila, pausada. Como periodista y corresponsal de El Mundo, parece consciente de que él no debe ser el protagonista de esta historia, sino aquellos a los que ha dado voz a través de Ecohéroes, el libro que acaba de estrenar de la mano de la editorial RBA. Son las sorprendentes iniciativas que recoge en su libro las que le sirven para tejer un interesante manual de proyectos que pueden servir de inspiración a cualquiera de sus lectores para lanzarse a la calle y hacer de su rutina un ejemplo de equilibrio y respeto por el planeta.
El autor confiesa que este proyecto llevaba "más de diez años gestándose" y que su idea comenzó durante un viaje a Estados Unidos durante el cual se le ocurrió que debía escribir un libro o manual "de ecología práctica". De esa iniciativa nació La vida simple: de los excesos de la sociedad de consumo a la busca de nuevos estilos de vida, publicado en 1998, de cuyo espíritu hoy, más de una década después, bebe Ecohéroes: 100 voces por la salud del planeta.
De los proyectos e iniciativas que retrata en el libro, ¿cuáles le han sorprendido más?
Al poco de llegar al Reino Unido me encontré con Incredible Edible, los 'increíbles comestibles', que tienen ramificaciones por Europa e incluso en España hay varios grupos trabajando. Son un grupo de mujeres concienciadas en un pueblo, Todmorden, a las afueras de Manchester, que deciden empezar a plantar sin permiso en solares municipales. Tienen un mini ejército de 200 voluntarios cultivando gratis para todo el pueblo, y hay hasta policías y bomberos. ¡Había un agente del orden especialista en el cultivo de cebollas japonesas! Puedes ir hasta en tren, arrancas un par de verduras y te las llevas a casa completamente gratis. Es una iniciativa que ha transformado el pueblo a nivel alimenticio y social Hasta bajaron los índices de criminalidad. Los comercios, que tenían reticencias, se volcaron y el mercado local está ahora mismo rebosante. El ejemplo de Tot Morden es un pueblo de 15.000 habitantes.
¿Qué otras iniciativas destacaría?
Tengo otra historia con José Andrés, que es un gran amigo, con quien tuve la ocasión de hacer un viaje de 'cocinas solares' a Haití, y que está ayudando a transformar la mentalidad colectiva. El tema de la alimentación engancha mucho a la gente. Otro tema importante es el de las ciudades. En Madrid tuvimos la primera corrala ecológica que comento en el primer capítulo. Es una iniciativa llamada Entre Patios, en La Carolina, Usera, muy cercano a donde vivía. Se trata del primer proyecto de cohousing ecológico en Madrid. Ahora hay otros proyectos similares en marcha con iniciativas naturales. Luego existen otro tipo de proyectos como Educar para la vida, en Mallorca, con Guillem Ferrer a la cabeza, un activista mallorquín que ha recogido la mayor colección de higueras del mundo. El promotor se llama Monty Pons, un farmacéutico que por su propia iniciativa ha creado la mayor colección de estos frutales del mundo, con más de 2.500 especies. Pero tristemente esta historia ni siquiera se conoce mucho en Mallorca. No tiene el reconocimiento que debería. Me da rabia porque hay demasiadas historias que se diluyen y a las que no se les da importancia.
¿España va por el buen camino?
Pontevedra, Vitoria, Barcelona: hay referentes de ciudades que han cambiado de chip. Yo estuve en Vitoria en un encuentro de cambio climático, también en Barcelona, y me parecieron referentes mundiales. En Madrid se dieron pactos mientras había otro partido en el poder, pero siempre parece que cuando todo cambia se dan luego marchas atrás. Una de las grandes asignaturas pendientes de Madrid es la de los carriles bici. Es imperdonable que no tengan una red como Barcelona o Sevilla. Eso ha transformado la ciudad. En esta última hay una iniciativa preciosa, Ciclogreen, que impulsa a coger la bicicleta y obtenga después descuentos por kilómetros realizados. Y luego a nivel europeo... la ciudad que está por delante de todas en el mundo de Copenhague. El 80% de los diputados van en bicicleta al parlamento, algo que parece impensable en España.
En el libro hay un centenar de voces. ¿Siente que hay una inquietud cada vez más grande hacia la emergencia climática?
Lo que noto es cómo ha aumentado la conciencia. La historia cambió a raíz del fiasco de la cumbre de Copenhague y la debacle financiera. Hace 10 años se empezó a hablar de la economía circular, que es un punto de encuentro entre economía y ecología. Se han derribado barreras norte-sur. Todo ha adquirido una dimensión global que ahora, en la COP26, se ha evidenciado. El problema es que parece que siempre que vamos a avanzar ocurre algo. Pasó con la pandemia y ahora con la guerra de Ucrania, por culpa de la cual el Informe del Cambio Climático ha pasado desapercibido.
"Yo siempre aconsejo a la gente que contacte con grupos a nivel local para tratar de cambiar su entorno inmediato"
¿Cómo afectará esta guerra al cambio climático?
Como decía, siempre pasa algo que nos obliga a desviar la atención. En 2009 fue la debacle financiera, hace dos años fue la pandemia y ahora es la Guerra de Ucrania. Yo estuve en la COP21 en París. Era otro momento: ahí estaban Putin y Xi Jinping. Ahora mismo, con la nueva situación geopolítica del mundo, es prácticamente imposible plantar cara al cambio climático. Es imposible con esta tensión global y con Rusia y China, que es el mayor emisor del mundo, fuera del tablero.
No le veo muy esperanzado.
Yo hay días que me levanto con un pesimismo que no hay manera de rebatir. Por eso tuve la idea de escribir el libro en mitad de la pandemia. Fue una especie de antídoto. Lo escribí por las tardes después de estar todas las mañanas con el triste gotero de víctimas de la pandemia. Lo concebí como un pequeño rayo de esperanza; una salida del túnel. Pero ahora nos hemos metido en otro túnel y a saber cómo vamos a salir de él. Hay días que tengo la sensación de que esto no tiene vuelta de hoja y que hemos perdido definitivamente el tren.
Ecopesimismo para el 2050...
A mí preocupa el futuro porque tengo dos hijos. Hablo mucho con ellos del mundo al que se van a enfrentar, pero tampoco quiero inculcarles esa ecoansiedad. Hay un libro que recomiendo mucho de Irene Baños, Ecoansias, sobre la ansiedad que tienen los jóvenes y que hemos visto representada de forma muy palpable en Greta Thunberg. Su ansiedad dejó pasar al cabreo y a la indignación, y con razón. No creo que estemos haciendo lo suficiente. Vamos a llegar tarde, y como no reaccionemos a tiempo ... A saber cómo se agrava la situación para 2050. Yo tengo esperanza a nivel local: el viejo lema de 'piensa global y actúa local'. De hecho, el libro es una recopilación de acciones a nivel local. En fin, no quiero hundirme en el pesimismo porque hay iniciativas que sí que generan calado social.
¿Cuál crees que puede ser una respuesta de la sociedad?
Intento huir de los símiles bélicos, más en estos momentos, pero es que es una lucha a largo plazo. Igual que la pandemia ha sido una especie de parón que luego parece haber dado un pequeño impulso que ahora se vuelve a frenar con Ucrania. La gente joven está preocupada y ya ha comprobando que con salir a la calle no es suficiente. Hay grupos como Extinction Rebellion que salen y provocan, a través de acciones directas, reacciones políticas, pero ahora mismo estamos adentrándonos en otro túnel al que no le veo salida.
Imagino que la salida consiste en impulsar cambios a nivel local y que la suma de esos cambios empiece a generar cambios. Es un momento difícil porque la gente está espantada con lo que está ocurriendo y piensa en cómo le va a impactar en la cesta de la compra, en sus negocios, etcétera. Si a la gente la castigas a este nivel, todo lo demás empieza a caer a un segundo plano. Así que debemos seguir movilizándonos. Si nos aislamos caemos en el pesimismo. Yo siempre aconsejo a la gente que contacte con grupos a nivel local para tratar de cambiar su entorno inmediato. Este tipo de iniciativas te devuelven la confianza. Hay que tender redes y puentes y tener esperanza de que el cambio es posible.