Matusalén es un ejemplar de Pinus longaeva, un pino cuya especie se descubrió en la década de 1930 por Edmund Schulman, un paleontólogo que se dedicaba a fechar sequías y eventos cósmicos a través de los anillos de los árboles.
Es un pino torcido, enredado en sí mismo, un árbol que parece más muerto que vivo por su forma, que nos recuerda a los árboles de las películas de terror.
Por desgracia, este árbol debido a su longevidad solo es visible para los expertos que lo investigan y es que, ni siquiera se ha difundido fotografía alguna de Matusalén.
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El Servicio Forestal de Estados Unidos se niega a revelar sus coordenadas exactas para evitar vandalismos ya que su antecesor, Prometeo, fue 'asesinado' por un hombre con un hacha.
Además, debido a sus características, es prácticamente imposible distinguirlo entre los demás árboles milenarios, según explican expertos en el diario estadounidense The New York Times.
Pero, Matusalén no es el único pino con una gran cantidad de años en sus raíces, los pinos longevos (Pinus longaeva) o pinos de conos erizados (bristlecone en inglés) de la Gran Cuenca también lo son.
A alturas cercanas a los 3.300 metros en la rocosa cordillera de la Serpiente de Nevada, no hay hierbas, ni matorrales, ni plagas, ni competencia. No hay gente que inicie incendios forestales ni árboles cercanos que propaguen patógenos.
Sin nada que los mate, estas antiguas monstruosidades milenarias se quedan solas año tras año para hacer simplemente lo que hacen: almacenar agua en agujas que pueden vivir durante décadas y acumular un mínimo de peso cada vez.
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La madera de sus ramas y troncos crece tan lentamente que se vuelve demasiado densa para que los escarabajos o las enfermedades puedan penetrar.
Mucho más que vincularnos a nuestro pasado, los bosques maduros y antiguos del mundo realizan asombrosas hazañas ecológicas, incluso cuando se enfrentan a todas las nuevas amenazas.
Resistencia al cambio
Estos árboles han aguantado cambios en la historia y climáticos, gracias en parte, a que albergan una mayor diversidad de vida, conservan agua más limpia y acogen redes de comunicación sorprendentemente complicadas formadas por hongos que transmiten mensajes entre árboles bajo tierra, incluso entre árboles de diferentes especies.
Hoy en día, el cambio climático amenaza más que nunca a los bosques maduros y antiguos, ya que supone un mayor riesgo de incendios forestales, sequías, calor excesivo, tormentas más fuertes e invasiones de plagas.
Y es que, se pone en peligro una joya que sorprende más allá de sus años, también por ofrecer mucho más carbono que los bosques más jóvenes, ayudando a protegernos de nuestras propias emisiones de combustibles fósiles.
Por regla general, las secuoyas gigantes de California pueden vivir durante más de 3000 años; sus troncos pueden medir dos coches de diámetro y sus ramas pueden extenderse a más de 90 metros de altura.
Pese a su resistencia, estos gigantes arbóreos de los parques nacionales de las Secuoyas y Cañón de los Reyes hace unos años empezaron a morir de formas jamás documentadas: de arriba hacia abajo.
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La muerte masiva de árboles, de forma aparentemente natural, es un fenómeno en aumento en los bosques de todo el mundo que se ha bautizado como decaimiento o forest decline, en inglés.
Un episodio sin causa directa pero que los científicos señalan como principales implicados a las décadas de tala y desbroce. También el aumento de las temperaturas y del dióxido de carbono por la quema de combustibles fósiles han agrandado de forma considerable las otras causas de la muerte arbórea.
De las plantaciones de eucaliptos y cipreses de Israel a los grupos de abedules y alerces de Mongolia, los científicos han documentado sequías más duras y prolongadas, invasiones de insectos y brotes de enfermedades más graves e incendios forestales más catastróficos.
En España, propensa a la sequía, la disminución de los bosques se atribuye principalmente a la grave escasez de agua, una tendencia que provocará potencialmente la muerte regresiva de los bosques, caracterizada por la disminución del crecimiento de los árboles y la mortalidad.