Carlos Stro era músico. Con su primo Ricardo, con el que siempre ha hecho todo juntos, y su novia de “toda la vida” consiguieron abrir un estudio de música en Gijón. Sin embargo, un día cambió todo. De repente, ella murió de cáncer. No conseguían entender cómo había pasado.
“Llevábamos una vida saludable, hacíamos ejercicio, comíamos supuestamente bien”, recuerda Stro. “Así, empezamos a estudiar y tuvimos un deseo muy fuerte de comprender lo que había sucedido”.
Al final, tras mucho tiempo, decidieron cambiar completamente de vida. Y eso se convirtió en algo que consideraban que tenía que llegar a más personas. Así, poco a poco, se han convertido en divulgadores de una nueva forma de vida.
Esta filosofía, sin duda, ha tenido bastante éxito. Tanto que han acabado vendiendo el estudio, dejaron la música y se han dedicado “en cuerpo y alma” a la divulgación. Stro, por ejemplo, ya tiene casi 200.000 seguidores en la red social Instagram.
Ahora, tras años de investigación, presentan su nuevo libro Supervivir: Vuelve al origen y recupera tu salud (Grijalbo, 2022), donde buscan que el lector abra su mente, destruya los dogmas y abracen “una nueva realidad donde la naturaleza vuelva a abrirse paso y ocupe el sitio que nunca debió perder”.
En el libro cuenta que el ser humano antiguo sobrevivía y el moderno subsiste, ¿qué ha cambiado?
Lo que hacemos es trazar una especie de línea entre dos eras diferentes: la antigua y la moderna. Y resulta que cada una tiene sus cosas buenas y malas. Una de las ventajas que teníamos antes es que era imposible que fuéramos en contra de nuestro propio diseños. Estábamos todo el tiempo en la naturaleza, bajo las condiciones que forjaron nuestros genes.
A partir de la revolución industrial y la modernidad, que también tiene sus cosas buenas, comenzamos a alterar ese ambiente. Sumergimos nuestras mitocondrias y células en un ambiente nocivo para ellas. Comenzamos a acumular demasiado daño y empezaron a aparecer enfermedades que antes no existían.
¿Qué tipo de enfermedades aparecieron?
En medicina hay dos tipos de lesiones: las agudas y las crónicas. Las enfermedades por las que morían los seres humanos antiguos eran las infecciosas, los traumatismos, etc. Y el moderno es justamente lo contrario. Son lesiones crónicas que comienzan a aparecer incluso a principios del siglo XX: el cáncer, las enfermedades cardiovasculares, las enfermedades neurodegenerativas. Lo que llamamos las enfermedades de la civilización.
Antes, apenas existían unos pocos casos, pero exponencialmente comenzaron a aparecer hasta el punto de que ya no nos morimos por lesiones agudas, sino por lesiones crónicas. Por eso decimos que el ser humano moderno subsiste.
Una de las cuestiones que más tratan es la de la alimentación y defienden que existe un dogma en torno a ella. ¿Qué alimentos son buenos y cuáles son malos?
Una de las peores cosas que hay en la era moderna es la alimentación. Siempre decimos que los alimentos antiguos como el beicon, el jamón y otras carnes no pueden producir las enfermedades modernas que aparecieron en el siglo XX. Intentamos explicar que esto no es así, sino que es al revés, que son los alimentos modernos —los que ha fabricado el ser humano— y no los alimentos que da la naturaleza, los que producen la enfermedad.
Pero la proteína animal se produce diferente hoy en día.
Evidentemente. Los animales deberían comer lo que se supone que deberían comer y no todas esas prácticas que hay hoy en día. Aún así, esa comida va a ser siempre mucho más saludable que lo que intentar hacer que comamos en sustitución de los alimentos antiguos. La calidad de la proteína animal es muy superior a la de las plantas. No es que lo digamos nosotros, lo dice la propia FAO.
Nadie sabe, por ejemplo, que la carne tiene más antioxidantes que las frutas y las verduras. Cuando uno basa su alimentación en los carbohidratos, se consumen demasiados anti-nutrientes. Y estos factores antinutricionales impiden que podamos asimilar los nutrientes que necesitamos. Debemos basar la alimentación en carnes, pescados, mariscos, huevos y lácteos.
¿Es lo que se llama la dieta cetogénica?
Cuando empezamos, nadie hablaba de esto en español y por eso le pusimos esa etiqueta, pero ahora preferimos no usarla porque parece algo nuevo, pero no lo es. Cuando uno come lo que tiene que comer —lo que para los antiguos era en la caza y la recolección—, con parte de esa grasa fabricamos cuerpos cetónicos que tienen unas propiedades muy interesantes en todo organismo y especialmente en el cerebro.
Se dice que el cerebro sólo consume glucosa, pero no es cierto. Cuando uno come de manera natural, de la forma en la que el ser humano evolucionó, casi la totalidad del tiempo, especialmente durante la noche mientras dormimos, estamos en cetosis y el cuerpo puede aprovechar ese estado metabólico.
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Otro de los conceptos que más trata es el de la reancestralización, ¿de qué se trata?
Esa es precisamente la base del libro. En la era antigua, cuando se forjaron nuestros genes, teníamos un cúmulo de hábitos y la reancestralización es recuperar todos esos hábitos. Uno no podía esconderse del sol, no podía ponerse crema solar, no podía ponerse gafas de sol, no podía hacer otra cosa que estar siempre en contacto con la Tierra. Era casi imposible aislarse de la superficie terrestre, lo que ahora llamamos earthing y grounding.
El concepto de reancestralización no es más que conectarse a la naturaleza, eliminar a ese intermediario que te dice que el sol es malo, que la comida natural es mala… Todos esos hábitos como la exposición al sol, al frío, a las condiciones de luz y oscuridad, que es quizás lo más importante.
Es lo que llaman ‘supervivir’...
Exacto. De hecho, ninguna especie viva durante los 3.500 millones de años que lleva la vida en la Tierra pudo alterar el ambiente como ha hecho el ser humano. Y eso es lo que está produciendo las enfermedades modernas. Ese es el concepto de ‘supervivir’, que sería aplicar todos estos hábitos antiguos en el mundo moderno para dejar de sobrevivir y subsistir, y empezar a tener una vida con energía y sin problemas crónicos.