El agua es un recurso esencial y cada vez más escaso. Su demanda no para de crecer y países como España se enfrentan a décadas de sequías y falta de lluvias.
Conocer cómo se está gestionando y cómo se puede mejorar su consumo serán dos tareas que cobrarán cada vez más protagonismo si se quiere mitigar el impacto que puede tener en la sociedad.
España, al situarse en la región mediterránea, ve cómo históricamente la aparición de sequías forma parte del comportamiento normal del clima. Como cuenta José Miguel Viñas, meteorólogo y comunicador científico, todos los años se produce una sequía meteorológica.
"Hay una tendencia a aumentar tanto la duración como la frecuencia de las sequías", explica José Miguel Viñas
Ahora bien, en los escenarios planteados de cambio climático, "se observa que hay una tendencia a aumentar tanto la duración como la frecuencia de las sequías", que ya "se está empezando a observar" y que además provoca problemas en actividades como la agricultura.
Según recoge el último informe anual de indicadores del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, la superficie regada en España no ha parado de aumentar. De acuerdo con el documento, en 2019 ascendió a 3.828.747 hectáreas, un 1,44% más con respecto al año anterior.
Así, de toda el agua embalsada en España, al menos un 80% se dedica enteramente a cubrir las necesidades agrícolas.
Las autoridades del agua, a partir de las existencias, incluyen en sus planes la cantidad que se dedicará a la agricultura. De esta manera, establecen unos niveles para gestionar de manera sostenible este recurso y no sobreexplotarlo hasta agotarlo.
En la cuenca del Guadalquivir, de hecho, se aplicó un recorte del 50% en el agua para regantes como medida de ahorro. Pero esto no ha sido suficiente.
Con los embalses al 27% y la falta de lluvias, se pretende activar el protocolo de sequía el próximo 2 de noviembre. Dentro de esta situación que podría llamarse de excepción, se activarán otra serie de medidas de emergencia para garantizar el consumo en un escenario prolongado de escasez de agua.
Felipe Fuentelsaz, coordinador de Agricultura de la oenegé ecologista WWF, apunta que algunas zonas como los arroceros del Guadalquivir han podido plantar solo el 50% de la superficie.
"Esa escasez de agua compite incluso con agua para consumo urbano", cuenta el experto, y añade que en zonas de La Axarquía malagueña el auge de los cultivos de aguacates, por ejemplo, ha supuesto problemas de abastecimiento de agua en algunas poblaciones.
De toda el agua embalsada en España, al menos un 80% se dedica enteramente a cubrir las necesidades agrícolas
Como apunta Viñas, la agricultura es una de las actividades que más afectada se ve por una sequía duradera. "Un país en el que gran parte de su actividad se centra en la agricultura tendrá problemas si las sequías van a más", asegura.
Plantea que lo que puede llegar a ocurrir es que haya una escasez de algún producto porque durante un año de sequía no se haya podido producir. "Todo lo que conlleva la escasez de agua llega a tener una relación directa con una pérdida de producción, una pérdida económica", señala el experto.
La falta de lluvias y la escasez de agua para un sector como el de la agricultura puede tener un impacto importante sobre determinados tipos de cultivos como el girasol, el olivar, el almendro, los cereales y los viñedos. Todos ellos son producciones que requieren de una importante cantidad de agua y están muy extendidos en zonas en las que las sequías pueden pronunciarse con más frecuencia.
En España tenemos una gran producción de olivar, por ejemplo, en zonas como Extremadura, Andalucía y Castilla-La Mancha.
Viñas explica que, en principio, ese cultivo está bien adaptado para ese territorio, "pero si pasa lo que está empezando a ocurrir en la cuenca del Guadalquivir o del Guadiana tienen que aplicarse protocolos porque no va a haber el agua suficiente".
O también otras zonas como La Rioja o Castilla y León tienen gran cantidad de hectáreas de viñedos que podrían verse afectadas.
Soluciones ante la escasez
Desde organizaciones como WWF subrayan la necesidad e importancia de embarcarse en políticas hidrológicas más sostenibles y estratégicas. Recuerdan que la falta de agua no es la principal responsable de los efectos negativos de las sequías.
Los datos muestran que las cuencas que más problemas ligados a la sequía padecen se corresponden con las zonas que tienen mayores índices de sobreexplotación del agua, una realidad que se agravó especialmente durante la gran sequía del año 2017.
Con los embalses al 27% y la falta de lluvias, se pretende activar el protocolo de sequía el próximo 2 de noviembre
En su último informe, la organización demostraba que en España existen al menos 88.000 hectáreas regadas ilegalmente para las que el agua que se utiliza en solo un año podría llenar hasta 65.000 piscinas olímpicas.
Lo que sucede es que si no se conocen las cantidades ilegales de agua que se extraen, los planes hidrológicos, sin quererlo, ofrecen más agua de la que se debería y los acuíferos acaban sobreexplotados.
Fuentelsaz asegura que "en épocas de sequías todo el mundo ve los pantanos, y es una imagen que aclara perfectamente la falta de agua". No obstante, añade que "el problema son las zonas regadas con acuíferos sobreexplotados, ya que ese efecto de bajada de acuífero no lo observa ni la ciudadanía ni los agricultores".
En este sentido, Viñas señala que en un escenario de cambio climático se hace cada vez más apremiante la necesidad de compatibilizar agua y agricultura de una manera sostenible. En su opinión, hay una serie de estrategias, entre las que se encuentra, por un lado, el tema tecnológico.
Como explica el experto, "el tema de los riegos ha ido evolucionando y cada vez es más óptima la manera de regar cierto tipo de cultivos", por lo que optimizar el agua a través de la tecnología es un foco que, a su modo de ver, no hay que perder de vista.
"La otra vía es la adaptación", apunta Viñas. Y añade que "hay zonas donde se mantiene un tipo de cultivos con el agua que hay disponible, pero si empiezan a disminuir, empezarán a ser inviables determinadas cosechas en unas zonas y en otras", por lo que "habrá que adaptar el tipo de cultivo a la nueva realidad climática".
En España existen 88.000 hectáreas regadas ilegalmente con agua que podría llenar 65.000 piscinas olímpicas
Fuentelsaz apunta también que para compatibilizar la agricultura con la escasez de agua habría que llevar a cabo varias cuestiones. Por un lado, hay que seguir apoyando la agricultura de secano con ayudas de la PAC. Respecto al regadío, hay que eliminar la superficie regada ilegalmente y elaborar un plan para mejorar la eficiencia y el ahorro de agua en las que sí son legales.
Las organizaciones ecologistas piden además responsabilidad tanto desde las cadenas de supermercados y consumidores como desde las administraciones. En un escenario de cambio climático se hace cada vez más necesario ahondar en la necesidad de cambiar nuestros hábitos de consumo y hacerlos más sostenibles.
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