La Fundación Querer ha puesto en marcha un revolucionario proyecto de musicoterapia infantil orientado a ayudar a los pequeños que padecen trastornos del lenguaje: La casita de música. ENCLAVE ODS conversa con la coordinadora de los proyectos científicos de la fundación, Eugenia Ribas, y con el lingüista Daniel de las Heras, ambos responsables del programa, para conocer de cerca esta innovadora propuesta que ya funciona en un centro madrileño y que en un futuro podría exportarse a otros.
En este espacio luminoso que hoy visitamos a las afueras de Madrid se puede sentir una vibración que aúna esfuerzo y alegría. El Cole de Celia y Pepe es un centro experimental especializado en trastornos del lenguaje. Ribas, responsable de proyectos de la Fundación, explica que su trabajo consiste en hacer de directora de orquesta de una variada muchedumbre de personas (médicos, lingüistas, profesores de las distintas materias, científicos e investigadores, directores de centros, padres y chavales). Su reto es aunar a todos estos perfiles en un mismo proyecto.
Esta visión integral de la infancia con el neurodesarrollo como base científica es pionera en nuestro país y se asemeja a unos pocos espacios similares existentes, sobre todo en Estados Unidos y Alemania. La Fundación Querer nació en 2016 gracias a la sensibilidad de su fundadora, Pilar García de la Granja, y cuenta ahora con tres comités, uno científico, otro económico y otro neuroeducativo.
“Unos 30 niños de 3 a 16 años siguen en este centro el currículum educativo oficial”, explica Ribas. Además, cuentan con un “apoyo individualizado” de terapias ocupacionales y programas específicos para desarrollar habilidades con objetivos personales.
Este tipo de centros sirven para “atender las necesidades especiales producto de enfermedades poco frecuentes en las que existen trastornos severos del lenguaje”. Además, contribuyen a la investigación gracias a la ayuda fundacional y a la comunicación con las familias, a las que se les ofrece acceso a una información de calidad.
Multidisciplinar: la palabra clave
En este caso específico florece la potencialidad de lo multidisciplinar, un término usado a veces con ligereza: “Si el profesor de gimnasia ve que un niño no da bien la patada, conecta esa información con otras preexistentes, como por ejemplo si se ha revisado recientemente la vista”, comenta Eugenia Ribas. De hecho, este centro cuenta con ejercicios de fútbol terapéutico y de musicoterapia. “Trabajamos de forma unificada porque el cuerpo es una unidad: mi brazo no funciona por sí solo, sino que la orden de levantarse activa una respuesta motora. El cuerpo es un todo”.
La misión de la Fundación tanto con el colegio Celia y Pepe como con el resto de sus proyectos consiste en “desarrollar el máximo potencial de cada niño garantizando el acceso a la información", lo que logra “personas integradas social, cultural y emocionalmente”. Es este empeño el que hace posible que se pongan en marcha programas de investigación tan pioneros.
Pero ¿cuáles son normalmente las barreras para el aprendizaje? Un seguimiento específico llevado a cabo en el centro ha encontrado evidencia de que muchos de los niños y niñas tenían un problema de audición primaria en el córtex. “De ahí la innovadora idea de que si podíamos estimular la parte auditiva quizá podríamos crear también nuevos tractos del lenguaje permitiendo que pudieran entender y hablar mejor. Por eso surgió la propuesta del aula de música”, explica.
Una cuestión de entonación
La pretensión del proyecto es realizar un seguimiento individualizado a partir de las mediciones y complementarlo con intervenciones musicales específicamente diseñadas para los alumnos de cada aula u comprobar si realmente pueden mejorar con estas prácticas sus habilidades prosódicas y lingüísticas.
¿Qué es la prosodia? El lingüista colaborador del proyecto, Daniel de las Heras, explica a ENCLAVE ODS que este término clave, la prosodia, hace referencia a la música del lenguaje, es decir, a las señales rítmicas y melódicas que emitimos al hablar. “Por ejemplo, al hacer una pregunta, si no percibes su música no entiendes qué te están preguntando y por lo tanto no respondes”.
“Con la entonación comunicamos nuestra actitud respecto a lo que estamos diciendo, algo que también se aplica a nuestras emociones”, explica el lingüista. “Con el ritmo damos señales de cómo se divide la cadena de palabras en distintas unidades, lo cual es fundamental para que esas unidades puedan ser reconocibles”.
De las Heras explica que la dirección científica del proceso está asesorada por el Doctor García Ron, del Hospital Clínico San Carlos de Madrid: “En esta aula trabajamos asegurándonos del impacto de cada intervención a partir de las consultas bibliográficas y del propio proceso de trabajo, lo que confirma que estamos incidiendo en las partes del cerebro que más lo necesitan”.
En relación con el proceso de trabajo, la musicoterapeuta Elena Sánchez, quien diseña intervenciones terapéuticas para los niños y programa secuencias de canciones, explica que normalmente su estructura de trabajo se da en diferentes fases: “Las intervenciones se componen de sesiones, que a su vez comprenden actividades”.
El juego de la musicoterapia
Tanto para Sánchez como para De las Heras lo más importante en la selección de las canciones para trabajar cada día, desde el punto de vista musical y lingüístico, “es que tengan una estructura adecuada para la edad del niño y que cuenten con ritmos simples y fonemas que ya hayan adquirido para que puedan disfrutarla y beneficiarse de sus efectos”. También es fundamental que la canción contenga “palabras y sonidos que sean de uso frecuente, para que así puedan ser útiles”.
En referencia a a esta iniciativa, Sánchez señala que nadie en España podría sacar adelante un proyecto así en solitario. “Estar con un neurólogo, un psicoterapeuta y una psicológica, además de con alguien que sepa de composición musical, es fascinante, un aprendizaje constante. Se trata de un proyecto integral que cubre las necesidades desde un punto de vista más completo y que te permite entender el desarrollo del niño”.
Sobre la puesta en práctica de estas técnicas, la intervención musical multimodal se basa en canciones y se implementa “durante las dos clases semanales de música, con duración de entre 30 y 45 minutos”. Al comienzo de dichas sesiones, la actividad consiste en destinar 15 minutos para trabajar la actividad musical seleccionada. Las actividades “estarán basadas en canciones infantiles y juveniles elegidas por los alumnos en función de sus gustos musicales y validadas posteriormente por los profesionales encargados de dirigir y administrar tales estímulos musicales”.
Como nos explican desde la Fundación -y mientras llegan las jornadas neurocientíficas del año 2023, donde se podrán compartir estos resultados- son realmente escasos los estudios publicados acerca de los verdaderos beneficios de la intervención musical en la población con desarrollo atípico de habla española. Por lo tanto, este proyecto, una vez probado con éxito, servirá no sólo para ayudar a los niños de este centro, que hoy ya cuentan con un aula revolucionaria, sino a toda la comunidad científica y escolar.