Edith R. Cachera aguarda al otro lado del teléfono. Como vicepresidenta de la ONG Reporteros Sin Fronteras, tiene ante sí la tarea de dar visibilidad al drama que padecen en América Latina los "mártires de la comunicación", que es como se refiere a los periodistas, uno de los colectivos profesionales más hostigados y perseguidos por el poder en países con tendencias autocráticas o abiertamente antidemocráticos.
El último balance anual de RSF recogía datos escalofriantes: el número de periodistas encarcelados en 2021 creció un 20% en todo el mundo. Había una ligera nota de esperanza: 2021 también registraba el dato más bajo de asesinatos de los últimos 20 años, 46. Sin embargo, al aterrizar 2022, México llegó para reventar todas estas estadísticas con sus ya seis periodistas ejecutados en lo que va de año. El último, ayer mismo: el director de Noticias Web, Heber López Vásquez, fue acribillado a balazos frente a su hijo.
"El peligro no sólo radica en los asesinatos, amenazas e intimidaciones, sino que hay una perpetuación del peligro por la alarmante tasa de impunidad que se registra en estos casos, que es del 95%", señala a ENCLAVE ODS la Federación Internacional de Periodistas (IFJ). "La gran mayoría de los periodistas asesinados se dedicaba a investigar corrupción, narcotráfico y crimen organizado a nivel local, en sus comunidades y distritos".
Sin embargo, el asesinato no es la única vía con la que se silencia a los comunicadores, a los fotorreporteros, a los editores de cierre; puede que 2021 fuera el año con menos sangre, pero eso no debe restarle importancia a que las amenazas de muerte, la persecución, el descrédito público y la encarcelación son las principales tácticas de intimidación.
Hoy el foco está, tristemente, sobre América Latina, que vive una explosión de violencia contra los periodistas encabezada por México. La situación, en palabras de Edith R. Cachera de RSF, es "desesperada". Por supuesto, existen islas de esperanza en el continente, como Uruguay, Chile, Argentina o Costa Rica, que a pesar de sus imperfecciones permiten desempeñar la actividad periodística con relativa normalidad, pero eso es impensable en regiones de violencia inusitada como Honduras o Nicaragua o en otros regímenes que practican la extorsión o directamente la expulsión de las voces disidentes, como Venezuela o Cuba.
Pregunta: ¿Cómo describiría, a grandes rasgos, la situación del periodismo en América Latina?
Edith R. Cachera (RSF): Desesperada. Es un hecho constatable que en América Latina las coacciones a la libertad de prensa se están extendiendo geográficamente, salvo honrosas excepciones, y no siempre modélicas, como Argentina, Uruguay, Chile y Costa Rica. Todos los países están deteriorando sus posiciones en nuestra clasificación anual de la libertad de prensa.
¿La pandemia ha agravado la situación?
La pandemia ha sido un factor agravante porque ha puesto muchas más trabas a la cobertura y ha conseguido que se use arbitrariamente para coartar la libertad de prensa en los países donde no existe o está limitada. 'En virtud de la pandemia esto no se cubre o este periodista está aislado o represaliado'. Indudablemente ha empeorado la situación, pero nosotros no atribuiríamos el deterioro principalmente a la pandemia, sino a la extensión de regímenes autocráticos.
¿Cuáles son los puntos críticos?
Centroamérica, por ejemplo, está viviendo una situación dramática en cuanto a libertades fundamentales. Es dramático el caso de El Salvador de Nayib Bukele, personalista, populista, demagogo, autoritario, que ha transformado los periodistas en objetivo inspirándose en Trump, realizando campañas de difamación y gobernando el país a través de las redes sociales. Nicaragua es otro ejemplo sangrante: un país totalitario, con un régimen impuesto por Daniel Ortega y Rosario Murillo. Yo personalmente me refiero a ellos como los 'Ceaucescu de Centroamérica'. Tienen prensa encarcelada, han provocado un exilio masivo de periodistas a Costa Rica y han establecido un régimen que inventa leyes represivas. Si hablas mal del país puedes acabar en la cárcel.
"Los periodistas locales son los grandes chivos expiatorios"
Guatemala lo mismo. Honduras es casi un agujero negro informativo; es peligrosísimo ser periodista allí, por lo que hay zonas enteras sin cubrir. Así lo llaman en México: zonas de silencio. Nosotros, en nuestra jerga, lo llamamos agujeros informativos, que son sitios donde no entra ni sale la información. No entra porque no van periodistas extranjeros a cubrirlas ni porque tampoco se atreven los locales, que son los grandes chivos expiatorios de esta situación. Esa es la radiografía de Centroamérica si excluimos, insisto, a Costa Rica, que es una suerte de "isla de libertad" en medio de un panorama atroz.
Parece que hay una pauta común: los populismos
Eso es. La figura del líder se está volviendo a extender copiando la imagen de décadas pasadas: Ortega y Murillo en Nicaragua, Bukele en El Salvador, Alejandro Giammattei en Guatemala... Son autócratas, casi dictadores, regímenes totalitarios que muchas veces han llegado al poder con el engaño de ser elegidos en votaciones fraudulentas, como sucedió hace unos meses en Nicaragua.
Han transformado a la prensa en el enemigo a batir con tácticas de todo tipo. Algunos usan las leyes para reprimir y hasta el acoso y el hostigamiento presencial, con los propios agentes estatales involucrados, es decir, que la policía llama a tu puerta. En países más empobrecidos, como Nicaragua o El Salvador, se ha llegado a bloquear en aduanas la importación de papel para dejar de imprimir prensa. Se inventan falsos casos de fraude fiscal, de investigaciones interminables y, por supuesto, de blanqueo de dinero. Al prestigioso periódico salvadoreño El Faro se le ha acusado de esto miso. El batallón de medidas es bestial, y todo ello se debe a que regímenes autocráticos ven en la prensa el enemigo a silenciar.
¿Sale más rentable intimidar que matar?
De eso se trata. El número de periodistas asesinados en el mundo no para de bajar desde hace siete años. También es cierto que baja porque ha amainado la actividad bélica en países en conflicto como Afganistán, Irak o Siria, pero también porque muchos países son tan peligrosos que se cubren poco, además de por la precariedad que nos azota en occidente, que hace que cada vez vayamos menos. En el caso de América Latina hay un factor muy llamativo, y es que suben mucho los encarcelamientos. ¿Eso qué nos revela? Que no hace falta matar.
Hay mil modos de silenciar a la prensa sin tener que asesinarla: legislaciones opresoras, boicot a la importación de papel o de imprentas, acoso presencial, intimidaciones, agresiones, persecución en las redes sociales, amenazas constantes, hostigamiento a las familias, etcétera. Matar es el último acto. En países como México o Colombia es verdad que se llega a esos extremos porque la vida vale muy poco y el precio de la impunidad es gratuita y total, pero en el resto de naciones no.
En este caso podemos hablar de Cuba o de Venezuela, imagino.
Cada país tiene su especificidad. Cuba no mata, sino que expulsa, destierra y manda al exilio. ¿Cómo se silencia a la prensa? Por supuesto que aplica su legislación intimidatoria; por supuesto que la seguridad del Estado cubano persigue; por supuesto que hay detenciones y periodistas cubanos en la cárcel. Nosotros lo denunciamos constantemente. Sin embargo, la especialidad de Cuba es el exilio: poner a un tercio de su población fuera del país. Es lo que ocurrió con Yunior García tras las protestas.
"Una inmensa mayoría del periodismo crítico con el régimen venezolano está en el exilio"
Otra técnica muy eficaz es cortar internet. Esto es muy cubano y muy venezolano. El manejo de internet para cortar el flujo de información en Cuba se usa al antojo del régimen, y lo mismo pasa en Venezuela. Se cortan las redes sociales, que son la única válvula de escape. Si se corta el acceso a internet que tienen los periodistas, los ciudadanos, los blogueros o los comunicadores independientes para expresarse, se logra que no haya disidencia explícita en la calle y acto seguido se recurre al exilio. En el caso específico de Venezuela, por ejemplo, un juez ha entregado la sede del diario El Nacional a Diosdado Cabello. Venezuela es el más similar a Cuba: es un país que ha logrado que la mayoría de la oposición disidente, desde ciudadanos a escritores o periodistas, hagan sus maletas y se vayan.
También está la cooptación de medios, otro clásico que ocurrió mucho en Europa del Este. Esto es una especialidad del chavismo: expropiaciones directas o poniendo los diarios en manos de servidores afines. No tenemos cifras exactas, pero una inmensa mayoría del periodismo crítico con el régimen venezolano está en el exilio. Es el destierro al que obligan tanto Maduro como Díaz Canel.
¿Existe un perfil o prototipo de periodista perseguido?
Siempre van a por los vulnerables, y esto es una tónica en todos los países de América Latina. Es raro que vayan a por estrellas de grandes canales de televisión, principalmente porque en los medios grandes, y esto pasa en la mayoría de los países de los que estamos hablando, no se abordan ciertos temas incómodos para el poder. Una de las grandes lacras que sufren los periodistas de América Latina es que muchos acaban expulsados de sus propios medios. Esto sucede especialmente en México: si se cubren temas molestos, un poco está bien; bastante, irrita, y mucho acaba con ellos en la calle. Es difícil saber si es porque el medio tiene miedo a abordar temas molestos o porque existe cierta connivencia con el poder.
¿Qué ha supuesto para el periodismo brasileño la llegada de Bolsonaro?
Ha sido una persecución trumpista. Estamos a punto de publicar la nueva clasificación de Reporteros Sin Fronteras y uno de los desplomes en el ranking mundial de la libertad de prensa precisamente viene de Brasil, además de El Salvador. Lo que ha impuesto Bolsonaro es el trato denigrante, la estigmatización y la humillación pública de los periodistas. ¿Cómo se ha comportado en pandemia? Les ha llegado casi a escupir, si no a decir que eran los culpables de que en el país hubiese un pánico. En una década Brasil ha pasado de ser un país con visos de progreso a sufrir un escenario de amenazas, de agresiones e incluso de asesinatos.
"La violencia contra la mujer periodista en América Latina pasa por el cuerpo"
¿Cómo es la violencia contra la mujer periodista en América Latina?
Ser periodista en América Latina pasa por encajar violencia. Es un axioma. En el caso de la mujer pasa por el cuerpo. No existe mujer periodista que, en el mejor de los casos, no haya sido víctima de acoso sexista en redes, y en el peor de violación o de agresión sexual. Te diría que la mayoría de las periodistas con las que he hablado lo han sido. Y no una, sino varias veces. La violencia contra la mujer en América Latina pasa por el cuerpo: son agresiones sexuales, verbales y físicas, o ambas, y eso hace que sea prácticamente imposible cubrir algunas zonas del país. Yo siempre me debato entre el espanto y la admirción, por el nivel de exposición que asumen".
Lo peor es que en los pocos países donde funcionan los mecanismos de protección no se tiene en cuenta la especificidad de la mujer que informa. Yo he conocido a periodistas que se han tenido que masculinizar cuando han ido a cubrir temas relacionados con la guerrilla. Imagínate lo que es encontrarse con un grupo armado, con bandas o gente del narcotráfico, y ser mujer. Por no hablar de los feminicidios. Mira el caso paradigmático en México de Miroslava Breach, una periodista que escribía sobre los feminicidios de Ciudad Juárez y que fue asesinada por investigarlos.
Mencionaba México. Ya hay 6 periodistas asesinados en 2022. ¿Qué está pasando?
El periodismo se está desangrando en México. Es el país del mundo más mortífero para la prensa, y es una paradoja porque es un país en paz que no tiene conflicto bélico, y aún así ahora supera a Siria o Afganistán. Hemos empezado el año con cinco asesinatos, porque el sexto está por verificar. No se producía un mes tan sangriento desde hace 16 años, y encima algunos de los periodistas asesinados estaban en los mecanismos de protección del estado o federales.
Es el caso de Lourdes Maldonado, la periodista de Tijuana a la que le pegaron un balazo en la cara: ella estaba en el sistema de protección tras haberle ganado un juicio al exgobernador de Baja California. Se congratuló de haberlo ganado y a las siete semanas la matan, pero ella ya le manifestó Andrés Manuel López Obrador (AMLO) su preocupación porque tenía miedo de que la ejecutaran.
¿Cuál es la postura de AMLO al respecto?
AMLO tiene una rueda de prensa diaria en el que tiene un apartado llamado Quién es quién en las mentiras. En ese espacio López Obrador se dedica a poner en evidencia a los periodistas corruptos. Seguramente en algunos casos tenga razón, no digo que no, porque en México la situación de la prensa es muy dramática, pero lo que hace es estigmatizar constantemente al periodismo mientras su país registra el mayor número de asesinatos a la prensa en 16 años. Tras todas estas muertes la reacción del presidente, al menos por lo que hemos percibido en Reporteros sin Fronteras, no es ni de condena rotunda ni de empatía profunda ni de conmoción, sino de incomodidad y de echar balones fuera.
¿Por qué fallan los mecanismos de protección
México es un país inmenso y muy diverso y hay un mecanismo federal para toda la nación que está totalmente saturado y en el que trabajan menos de una cincuentena de personas para más de 1.500 beneficiarios. Está totalmente desbordado. Se necesitaría que cada estado de México tuviese su propia oficina. Lourdes Maldonado estaba en el mecanismo de protección y Margarito Martínez, otro de los periodistas asesinados, lo había solicitado pero no se lo habían dado todavía. El número de solicitudes es una avalancha. Ese es uno de los grandes problemas, además de que estamos hablando de medidas reactivas, no de medidas preventivas ni políticas que traten de prevenir en origen lo que está pasando.
Donde más debería actuar el gobierno de México es en investigar, en dotar a las fiscalías. Ahora parece que se ha reaccionado tras la cadena de manifestaciones despertadas por el asesinato de Lourdes Maldonado y por el cúmulo de asesinatos a la prensa. Parecen que van a poner dos procuradurías o fiscalías especiales para crímenes a la prensa, pero debería dotarse muchísimo más a los investigadores. Porque al final lo que importa es la autoría, no la materia, porque al final se trata de sicarios contratados. Hay que ir a por la autoría intelectual: quién ordena matar.
¿A Lourdes Maldonado quién la mandó matar? Una mujer que gana un pleito laboral a un empleador que fue gobernador. ¿Quién ordena su ejecución? El 99% de los crímenes contra periodistas en México queda impune. Se muere en los juzgados. Y eso es una impotencia horrorosa para las víctimas. Si se supiera quién ordena y los crímenes se resolvieran se podría actuar, pero no hay ningún interés.
¿Cómo afecta psicológicamente esta situación a los periodistas?
Yo me sigo estremeciendo del nivel de daño moral, estrés postraumático y sufrimiento que tienen tras vivir permanentemente hostigados. Hay que visualizar lo que es estar amenazado de muerte todos los días o de ser 'levantados', como dicen allí, secuestrados. O los amedrentan cada día por la calle o sufren amenazas en su propia casa; los reciben a punta de pistola, disparan a su muro o son víctimas de agresiones sexuales. El nivel de estrés postraumático es gigantesco.
"En América Latina el periodista independiente que toca temas duros es una víctima de estrés postraumático en el 100% de los casos"
Además, cargan con testimonios de agresiones muy brutales. Es el caso de México o Colombia, donde la violencia es extrema y los actos son salvajes: no es ya disparar a alguien, sino que hablamos de actos de tortura muy bestias: desmembramientos, violaciones en masa, empalamientos. Auténticas locuras. Los periodistas que documentan eso están traumatizados. Tratan con madres que te cuentan cómo han desmembrado a su hijo, con gentes pobres de territorios rurales en los que hay luchas entre los paramilitares y los narcos por conseguir tierras para actividades ilícitas y que desplazan a los líderes de comunidad, que suelen ser defensores de los derechos humanos y ambientales que pelean por sus comunidades. Los arrasan, hacen masacres. ¿Para qué? Para que todos se mueran de miedo y se sometan.
Los periodistas que documentan esto cargan con las narrativas espantosas de crímenes abyectos. El impacto psicológico es tremendo, y esto no se conoce. No se sabe. Es un empeño de RSF, e incluso personal, asistirlos psicológicamente. Hablar más del trauma y del periodismo. Es un asunto olvidado. Se prepara a los soldados, a los sanitarios, a la policía pero no a los periodistas. Y en América Latina el periodista independiente que toca temas duros es una víctima de estrés postraumático en el cien por cien de los casos. Además de ser una profesión amenazada. Y no olvidemos que de su testimonio depende que conozcamos lo que está pasando.
¿Piensa que la situación va a mejorar en los próximos años?
Yo soy un poco pesimista porque veo pocas reacciones por parte de quienes tienen el poder. Europa está muy volcada en el este. Estados Unidos, en fin, ya sabemos la relación tan compleja que ha tenido con América Latina y que no es baluarte de la defensa de las libertades y de los derechos humanos tanto como lo ha sido tradicionalmente Europa. Yo creo que miramos poco, y España ahí debería liderar la situación en América Latina.
Luego, en general, si no dejamos nuestro poder sancionador, que al final es el único que funciona, los sátrapas van a seguir haciendo lo que les dé la gana. Y este es mi mensaje, pero ya no sólo en América Latina sino a escala global. Yo este año siempre pongo tres ejemplos muy gráficos: la Supercopa en Arabia Saudí, los Juegos Olímpicos de Invierno ahora mismo en Pekín y el Mundial de Qatar en verano.
Creo que con eso ya está dicho todo respecto a cuánto nos importan los derechos humanos. Que democracias occidentales ni se plantean acciones de boicot y le regalen a Xi Jinping y a Putin esta foto, o que celebremos un acto tan de lavado de imagen y tan propagandístico como son unos Juegos Olímpicos en un país tan opresor de las libertades como China, que ha conseguido blanquear por completo su imagen a pesar de ser la mayor cárcel de periodistas del mundo; que los propios medios de comunicación cubramos esos países, esos eventos, sin hacernos la más mínima pregunta sobre qué estamos cubriendo en países donde están compañeros pudriéndose en la cárcel, siendo torturados, silenciados en campos de reeducación... Es una reflexión muy cruda.
No le veo muy optimista...
¿Vamos a ir a un país que descuartiza periodistas? ¿Vamos a ir a Qatar, que es cura de oscurantismo? ¿Va a hacer la prensa occidental un acto de protesta? No, estamos todos encantados de conocernos y hacer juegos en un país que está dos puntos por encima de Corea del Norte en cuestiones de libertad de información. ¿Cómo ser optimista en este contexto? Hemos hecho una disociación mental entre el respeto a los derechos humanos y la propaganda y nos la están colando.
Pero para acabar con una nota un poco más positiva puedo decir que nuestra labor, y no hablo sólo de RSF sino de, en general, las organizaciones que denunciamos estas situaciones, tiene sus frutos: la prueba son los dos premios Nobel de la paz a dos periodistas perseguidos: Dmitri Muratov, que viene de un medio en el que han asesinado seis periodistas, y Maria Ressa, filipina, perseguida por otro autócrata totalitario como Rodrigo Duterte. Que se les dé el Nobel de la Paz a dos periodistas, por primera vez en ochenta años, sí que significa mucho: el deterioro de la libertad de prensa se está teniendo en cuenta.