Y después de la reforma laboral, ¿qué?: las claves para acabar con la precariedad en 2030
Tras el periodo de gracia de la reforma laboral llegará el momento de preguntarse 'y ahora, ¿qué?'. Analizamos qué se debería tener en cuenta en los próximos años para llegar a 2030 con los deberes hechos en trabajo.
20 febrero, 2022 02:24Noticias relacionadas
Más allá de votos equivocados o rupturas de las disciplinas de voto, la reforma laboral que se aprobó el pasado 3 de febrero ya es una realidad. Pero con su aprobación, que si bien puede entenderse como un paso más hacia el fin de la precariedad, surgen ciertas incógnitas. Y especialmente, una: y ahora, ¿qué?
Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) son claros: en 2030 deberíamos haber logrado "el empleo pleno y productivo y el trabajo decente para todas las mujeres y los hombres, incluidos los jóvenes y las personas con discapacidad, así como la igualdad de remuneración por trabajo de igual valor".
La reforma laboral que, como recuerda la economista María Romero Paniagua, socia responsable del área de Economía de Analistas Financieros Internacionales (AFI), cuenta "con un consenso de los agentes sociales, algo que hacía tiempo que no se lograba", podría considerarse un paso en esa dirección que marca la Agenda 2030. Y desde AFI, aunque con sus críticas, entienden la norma en clave positiva, pues "alinea intereses de un lado y de otro para que, al menos, el buen comportamiento que ha exhibido el mercado de trabajo con esta crisis –a diferencia de otras– pueda tener continuidad".
¿Adiós a la temporalidad?
Pero, pese a eso, sigue habiendo incógnitas e incertidumbres, especialmente en sectores como los de las artes escénicas. "Si en una obra necesitamos 20 maquilladores, en la siguiente sólo 3, pero dentro de 10 meses necesitaremos 15, nos encontramos con un desfase que puede ser una ruina", explican a ENCLAVE ODS fuentes relacionadas con el teatro.
Para apaciguar esas inquietudes, la profesora titular de Economía de la Universidad Complutense de Madrid, Mónica Melle, recuerda que para evitar esa "ruina" la reforma laboral contempla los contratos fijos discontinuos.
Esta modalidad, asegura la economista, está especialmente pensada para sectores como el agrícola, que depende de los temporeros: "Los agricultores, en cada temporada necesitan contratar, pero una vez que la recolecta acaba ya no hay nada que recoger, y no van a tener a gente contratada sin trabajar". Por tanto, los contratos fijos discontinuos favorecen "tanto al empleado, que gana derechos y se asegura su puesto para la siguiente temporada, como al empresario, a quien le dan estabilidad y flexibilidad".
Esto, asegura la experta, "es positivo", pues los empleos son estables tanto para la empresa como para el trabajador. La una, dice, "se asegura la formación de sus empleados, que estarán mejor cualificados para desarrollar el trabajo". La otra gana "seguridad y derechos".
"El capital humano es muy importante para mejorar los resultados de la empresa", afirma Melle
Melle recuerda que "el capital humano es muy importante para mejorar los resultados de la empresa". Algo que, asegura, todo empresario debería tener siempre en mente. Y este tipo de contratos, que vendrían a acabar con la temporalidad y la inseguridad laboral, ofrecen, según la economista, "tanto estabilidad o seguridad como flexibilidad" para que las empresas no tengan que preocuparse por los periodos de mayor producción.
Porque al final todo cambio de norma requiere de un periodo de adaptación para que todos entiendan –y aprendan–, lejos del ruido, cómo aplicarla. Y, como recuerda Félix Peinado, director de la Oficina de la Organización Internacional de Trabajo (OIT) en España, "esta reforma en concreto ataca los aspectos que ahora son más perjudiciales para el mercado laboral, como la temporalidad, la flexibilidad interna, la formación de los jóvenes o la negociación colectiva".
Y ahora, ¿qué?
Desde AFI alertan de que, pese a su buena acogida de la nueva norma, "estamos ojo avizor de lo que vaya a pasar con los contratos temporales, que se penalizan, pero no se prohíben". Pues, como indica Romero Paniagua, "hay que vigilar el acomodo que puede realizar el tejido productivo que más utiliza la contratación temporal (la hostelería, la restauración, el comercio, la construcción o la agricultura) en la utilización de esa forma contractual de muy corta duración, que puede llevar a una mayor rotación y, por tanto, a una menor productividad".
La experta, además, recuerda que el problema de la dualidad del mercado laboral español –indefinido vs. temporal– sigue siendo una asignatura pendiente, a resolver con premura si queremos llegar a 2030 con los deberes hechos. Y es que, como bien indica Romero Paniagua, el propio Fondo Monetario Internacional (FMI) esta misma semana advertía que esta reforma laboral no va a corregir el problema de la dualidad.
Para Peinado, los próximos pasos a seguir en el corto plazo ya se están llevando a cabo: la negociación de los ERTE, "que es lo que más prisa corre y que viene como desarrollo de la reforma laboral", indica.
Por el contrario, a largo plazo, el director de la OIT en España recuerda que "el ODS 8 intenta hacer compatible el crecimiento económico con el trabajo decente, y para eso hay que fomentar las dos partes de esta ecuación". Por un lado, asegura que es imprescindible potenciar un crecimiento económico que se enfrenta a grandes retos, como la transformación digital y medioambiental o la sostenibilidad de la economía.
"Hay que conseguir que ese crecimiento se transforme en empleo decente", advierte Peinado
El experto, en este sentido, aplaude la apuesta que ha hecho Europa a través de los fondos Next Generation, que tendrá que traducirse en el uso que haga España de estos fondos, que, afirma, "puede marcar la diferencia en cuanto a la capacidad de transformación de la economía española".
En paralelo, advierte Peinado, "hay que conseguir que ese crecimiento se transforme en empleo decente". Para ello, Melle tiene bastante clara la receta. Primero, "habría que reforzar la inspección de trabajo para que realmente la reforma laboral se aplique". Pone énfasis aquí en la necesidad de que los contratos temporales –que tan alerta mantienen a los economistas de AFI– se reduzcan, pues, dice, "son parte de la precariedad laboral de España". Pero concreta: "Sobre todo los falsos temporales".
Porque, recuerda, el problema de nuestro mercado de trabajo "es que se abusa de los contratos temporales y se encadenan contratos que deberían ser indefinidos. Y ese encadenamiento hace que sean trabajos muy precarios porque no se adquieren derechos y repercuten en salario, por ejemplo".
El incremento del salario mínimo interprofesional, que "ponga fin a los trabajadores pobres" y poner fin a "las diferencias abismales de rentas dentro de una misma empresa" son dos pasos fundamentales para Melle.
Más allá del 2030
Según Naciones Unidas, la población mundial aumentará en un 25% en 2050. Sin embargo, la tendencia de Europa –y España– será la inversa: a mediados de siglo habrá decrecido entre un 10-15% de la población. Como explica Peinado, esto supone "un reto muy importante desde el puto de vista de las prestaciones y del crecimiento económico".
Y para afrontarlo habría diferentes –que no excluyentes– caminos a seguir. Uno, por ejemplo, sería "la búsqueda de formas para incrementar la productividad del trabajo", asegura Peinado. Es decir, que el país consiga maneras de ser más eficiente o productivo, ya sea porque la formación y capacitación de la fuerza laboral es mayor o por la integración de las nuevas tecnologías.
La formación continua de los trabajadores se torna, por tanto, fundamental. Y tanto Peinado como Melle y Romero Paniagua están de acuerdo en ello. Esta última, además, lleva la reflexión más lejos: "Vamos a tener cada vez menos población activa, porque nuestra población tiene una tendencia a ser cada vez más longeva, y las personas mayores de 65 años se van a duplicar respecto a las que tenemos en estos momentos. Necesitamos manos, si no cambia nuestro estado de bienestar –que tendrá que hacerlo–, para cubrir a todas aquellas personas que van a estar en inactividad".
"Necesitaremos trabajadores más cualificados, que ganen más y que coticen más", recuerda Romero Paniagua
Romero Paniagua continúa: "Si tenemos menos manos, solucionaremos problemas como la tasa de paro estructural y juvenil, pero para poder llegar a esa situación con una posición relativamente cómoda tenemos que hacer muchos deberes, y uno de los principales, que tenemos que hacer ya, hoy, es la formación. Necesitaremos trabajadores más cualificados, que ganen más y que coticen más".
Para la economista de AFI, las carreras STEM (Ciencias, Tecnologías, Ingenierías y Matemáticas) deberían estar muy presenten en las capacitaciones. Por eso, "tenemos que hacer hoy un esfuerzo mucho mayor en formación de las profesiones del futuro; eso implica más inversión en matemáticas, en tecnología, en ciencia, en ingeniería, y en el acomodo con la robotización".
Melle, además, añade a la receta formativa la formación continua de los trabajadores: "Las empresas deberían preocuparse para que sus trabajadores puedan estar en formación continua para, también, estar mejor considerados y mejor retribuidos. Y ahí entran en juego también los Gobiernos, con políticas activas de formación y de empleo". Y especifica: "que funcionen".
Vivimos en un mundo en el que la economía es cada vez más digital y cambiante. Por ello, la formación continua es indispensable para los expertos, pues los trabajadores "deben estar constantemente adaptándose", indica Melle. Algo fundamenta, alertan, para que tengan un empleo digno.
Pero más allá de la formación, para el director de la OIT en nuestro país todavía más crucial será el papel de uno de los colectivos cuyos derechos laborales se ven más vulnerados en nuestro país: las personas migrantes. "Se espera que el 80% del crecimiento demográfico en Europa venga de la inmigración. Por tanto, tenemos que normalizar que el colectivo migrante no sea vulnerable, sino que esté protegido, que tenga derechos y que contribuya al crecimiento económico del país", recalca.
Y esto, precisamente, nos lleva a pensar en una de las metas del ODS 8, que recuerda el compromiso de España –y de todos los firmantes del Acuerdo de París– con la protección de los derechos laborales y la promoción, como reza el texto, de "un entorno de trabajo seguro y sin riesgos para todos los trabajadores, incluidos los trabajadores migrantes, en particular las mujeres migrantes y las personas con empleos precarios".