Ana, Batsarai y Dumako son los nombres de las tormentas tropicales que han sembrado la devastación en Madagascar en menos de un mes. Los desplazados y afectados por estos fenómenos se cuentan por miles, como también los daños ocasionados en este punto del sureste de África. Ahora, la isla -sumida en una hambruna climática- se enfrenta a Emnati, el cuarto ciclón que puede causar importantes inundaciones y agravar la crisis humanitaria que ya vive el país.
La Organización Meteorológica Mundial (OMM) ha señalado que aunque es temporada de tifones en el Océano Índico, es extraño presenciar cuatro tormentas de estas características golpeando al mismo país en sólo cuatro semanas. Clare Nullis, portavoz de la OMM, señala en un comunicado que "los vientos van a ser muy fuertes", con rachas destructivas que pueden llegar a alcanzar de los 150 a 200 kilómetros por hora y que pueden afectar a una parte amplia del país.
Además de este viento huracanado, se prevén fuertes lluvias que pueden causar importantes inundaciones y deslizamientos de tierra, porque, como explica Nullis "la tierra está anegada ya y no puede absorber más agua". Sobre todo, en zonas costeras, porque las olas pueden alcanzar los 10 metros de altura y el nivel del mar puede aumentar hasta un metro.
Jens Laerke, portavoz de la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA), cuenta que se está viviendo "una carrera contrarreloj para proteger del impacto de Emnati a quienes se enfrentaron a la furia de los tres primeros fenómenos meteorológicos extremos". Por este motivo, "los equipos de respuesta se han desplegado antes para apoyar la respuesta dirigida por el gobierno".
Hasta el lugar se desplazarán trabajadores humanitarios y agencias de la ONU que se coordinarán con el ejecutivo del país para ofrecer apoyo a la catástrofe que se avecina. Y es es que lo cierto es que en Madagascar al menos 1,6 millones de personas necesitan asistencia, no sólo por el azote de estas tormentas. La isla afronta importantes niveles de inseguridad alimentaria, sequías recurrentes y un alto impacto socioeconómico de la pandemia de Covid-19.
David Vieites, investigador y director de Cambio Global en el CSIC, declaraba en una entrevista de EL ESPAÑOL que, a pesar de la ausencia mediática sobre este asunto, Madagascar atravesaba la primera hambruna climática de la historia. Allí, al sureste de África, las sequías llevan décadas causando graves estragos.
"Están comiendo langostas ahora mismo, pero no de las de mar. Insectos. No tienen agua, no tienen comida, han perdido el ganado, no pueden plantar… Llevamos así desde el 2012, pero este año ha sido brutal. Y esto va a ser cada vez más común", alertaba el científico. Él conoce bien la realidad de esta isla, porque desde hace 21 años, lleva a cabo varias investigaciones en el país.
"Está sucediendo ya"
Uno de los aspectos que más se criticaron de la última cumbre del clima en Glasgow fue que muchos de los representantes de países desfavorecidos no pudieron acudir presencialmente por la situación de pandemia. La paradoja del asunto es que, además, son los que ya están en el punto de mira del cambio climático.
Hay que recordar la comparecencia de Simon Kofe, ministro de Asuntos Exteriores de la isla de Tavalu, en la Polinesia. Allí, comparecía en traje, desde un atril y con el agua por las rodillas. Y lo hacía de esta forma para concienciar de la devastación que ya tiene el cambio climático en su isla. "Las islas están desapareciendo, nos estamos hundiendo literalmente", clamaba.
En Madagascar ocurre algo parecido, aunque quizás allí las consecuencias están siendo más acusadas. En junio, Naciones Unidas alertó de que el sur de la isla atravesaba por una hambruna ocasionada por años de sequía. Algo que estaba obligando a comunidades enteras a alimentarse de insectos, hojas y frutos de cactus.
No obstante, la organización alertaba de que en los próximos años esta puede ser la realidad de millones de personas en el mundo. Entre otras cosas, Naciones Unidas estima que, para el año 2050, habrá entre 50 y 200 millones de personas desplazadas por cuenta del cambio climático.
Otra de las organizaciones que han alertado de la situación por la que está atravesando la isla es Amnistía Internacional, que ha documentado los efectos de la sequía en los derechos humanos para la población del Gran Sur de Madagascar. Allí, el 91% de la población vive por debajo del umbral de la pobreza.
Agnès Callamard, secretaria general de la ONG, lamentaba en un comunicado que "el país está en primera línea de la crisis climática. Para un millón de personas significa la violación de su derecho a la vida, a la salud, a la alimentación y al agua. Podría significar morir de hambre". Y lo peor de todo es que, como alertaba la experta, "está sucediendo ya".