El ficticio país de Eldorado es una clara analogía de Brasil. Glauber Rocha (1939-1981) traslada a ese lugar imaginario los acontecimientos de la película Tierra en Trance (1967) y retrata el periodo de angustia existencial y desafecto político que sintió parte de la sociedad brasileña meses antes del estallido del golpe de estado de 1964 que derrocó al presidente João Goulart y estableció una férrea dictadura militar encabezada por el mariscal Castelo Blanco.
Rocha fue uno de los máximos exponentes del conocido como Cinema Novo brasileño y fundador de la llamada 'estética del hambre', una corriente cinematográfica que bebía del estilo semidocumental popularizado por los enfant terribles de la nouvelle vague, con Jean-Luc Godard a la cabeza, y que hunde sus raíces en la pesadumbre de posguerra del neorrealismo italiano.
Hay películas que son estados de ánimo, y Tierra en trance es desesperación y rabia. Ambos sentimientos son reflejados en la actitud del protagonista, el poeta Paulo Martins, quien ve cómo su país se sume en una espiral de violencia, caos social, analfabetismo, populismo, cobardía y moralismo vacuo, un cóctel explosivo que despierta el fantasma del autoritarismo represivo.
Una película censurada
A través de la deconstrucción de la narrativa el cineasta arremete contra políticos, intelectuales, revolucionarios y reaccionarios y sume al protagonista en una insoportable alienación. ¿Qué pasa cuando los países entran en ese 'trance' de caos social, populismo de soluciones mágicas y se despierta el odio entre iguales por razones ideológicas? Esa misma pregunta se la hace el poeta Martins, quien durante la película da bandazos ideológicos de un lado a otro lado, primero apoyando al reformista y populista Felipe Vieira y después a su mentor, el ultraconservador y autoritario Porfirio Díaz.
Finalmente, desencantado ante la hipocresía de ambos, y espantado ante su falta de justicia, ética y principios democráticos, así como por ineptitud para reformar el país de forma democrática y constitucional y por el espectáculo circense que montan para sus campañas políticas, el poeta cae en un estado de hartazgo y exasperación que roza la locura.
No en vano Rocha decide acabar con su protagonista tiroteado en una orgiástica escena en la que, a través de un montaje acelerado que recuerda al cine mudo soviético, entremezcla los absurdos alaridos de desesperación de Martins, quien afirma mientras grita al cielo que morirá encantado "por la belleza y la justicia", con las imágenes de la coronación del nuevo dictador de Eldorado, que asegura, absolutamente desquiciado, que hará "aprender" a la sociedad brasileña a través de la dominación de sus tierras y la eliminación de sus "histéricas tradiciones", todo ello mediante "la fuerza universal de los infiernos".
Tierra en trance, por tanto, recuerda la necesidad de reforzar la paz, la justicia y las instituciones sólidas (ODS 16), clave para una democracia sólida y equilibrada. Por supuesto, esta película fue censurada en Brasil durante su estreno en 1967 y no pudo exhibirse en Portugal hasta la caída de la dictadura salazarista en 1974. Entre sus máximos reconocimientos estuvo en premio de la Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica (FIPRESCI) del festival de Cannes.