Parece una irónica paradoja del destino, pero la película que mejor retrató el infierno de la guerra es una cinta soviética encargada por sus autoridades cinco años antes de la caída de la URSS y el nacimiento de Rusia. Ven y mira se rodó para conmemorar el 40 aniversario del triunfo soviético sobre los nazis en la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, más allá de su concepción propagandística, su director, Elem Klimov, confeccionó una sombría y aterradora obra maestra del horror en la que retrató, con inquietante realismo, el infierno que supone crecer en mitad de un conflicto bélico.
La invasión de Ucrania ha traído de vuelta a la opinión pública este clásico del cine de los ochenta que aún hoy sigue despertando conciencias y que Putin, convenientemente, parece haber olvidado. Las imágenes de la devastación de los bombardeos sobre un hospital de maternidad en Mariúpol recuerdan a aquellas frías y grises imágenes con las que Klimov impregnó el ambiente de pesadilla de Ven y mira.
El director ruso, fallecido en Moscú en 2003, buscó diseccionar el espantoso genocidio del pueblo bielorruso perpetrado por los nazis en la conocida como masacre de Khatyn (no confundirla con la de Katyn), una sangrienta limpieza étnica orquestada por las SS-Sturmbrigade Dirlewanger en 1943 y por las Schutzmannschaft, un batallón policial compuesto princialmente por nacionalistas ucranianos, que se saldó con la aniquilación de un pueblo entero junto a todos sus habitantes. Fue una de las más de 600 aldeas que fueron exterminadas durante el conflicto.
La seguridad del avance de las tropas nazis, a cuyos soldados Klimov retrata como hombres desquiciados con un aspecto y comportamiento animal, contrasta con el miedo de la población, una sociedad impotente, desarmada y aterrada ante la caída de las bombas de los aviones y la falta de piedad de las tropas de Hitler, que no dudan en perpetrar una limpieza étnica ejecutando indiscriminadamente a familias enteras, cuyos cuerpos apilan frente a las casas, o quemando una iglesia llena de hombres, mujeres y niños vivos. Sin apenas mostrar una gota de sangre, Ven y mira se convierte en una de las obras más violentas y estremecedoras sobre lo que supone la deshumanización de la guerra. Los gritos y las miradas de terror superan el impacto de cualquier imagen explícita.
La película, además, no ha envejecido en estos 35 años. Su fuerza visual permanece intacta, en parte gracias al realismo con el que Klimov imaginó cada plano, cada encuadre, cada partitura. No en vano algunos han señalado Ven y mira como una heredera del cine de Tarkovski: un poema con tintes surrealistas que, sin embargo, brota de las entrañas del mal y lo retrata en toda su crudeza. El título, Ven y mira (el borrador original estaba firmado como ¡Matar a Hitler!) hace referencia al capítulo 6 del Apocalipsis: "Y cuando el cordero abrió el cuarto sello, oí la voz de la cuarta bestia rugir: 'Ven y mira'. Y miré, y he ahí un caballo pálido: el nombre que lo cabalgaba era Muerte y el Infierno lo seguía".
5 curiosidades sobre Ven y mira
1. Hipnosis. Elem Klimov trató de hipnotizar a través de un psicoterapeuta al actor protagonista, Aleksei Kravchenko, para rodar las escenas más violentas de la película. Su intención era que no le afectasen psicológicamente. No funcionó.
2. Pudo ser más fuerte. Fue la última obra dirigida por Klimov. En una entrevista de 2001 confesó que tras Ven y mira ya no le quedaba más capacidad creativa. También dijo que si hubiese rodado todas las atrocidades que conocía durante la invasión de Bielorrusia, probablemente ni él hubiese soportado ver la película después.
3. Larisa Shepitko. La esposa del cineasta fue Larisa Shepitko, quien rodó otra de las películas soviéticas más importantes sobre la Segunda Guerra Mundial en la URSS: La ascensión (1977). Recientemente la Filmoteca Española le dedicó un homenaje proyectando algunas de sus películas, como Adiós a Matiora (1983), que terminó dirigiendo Elem Klimov tras su abrupto fallecimiento en un accidente de tráfico.
4. Operación Cottbus. La brutal escena de la quema de personas en una iglesia se corresponde con un hecho real que ocurrió en 1943 durante la conocida como 'Operación Cottbus', y fue orquestada por el general Oskar Dirlewanger, quien ya la había practicado en Polonia.
5. El epílogo. El epílogo de la película reza: "Los nazis redujeron a cenizas 628 aldeas bielorrusas junto a toda su población".
Parte de la efectividad de Ven y mira proviene de la capacidad inmersiva con la que Kilimov orquesta la película: las balas que cruzan el horizonte son reales; las vacas muertas que yacen sobre las praderas, también. El rostro de alienación de su protagonista, el joven Florya (deslumbrante Aleksei Kravchenko), se degrada a lo largo de la película acompañado de un brillante trabajo de maquillaje. La banda sonora clásica, con las notas de la Lacrimosa de Mozart sublimando el aura de tragedia, y los inquietantes efectos de sonido, que parecen extraídos de una pesadilla onírica, culminan en una representación infernal de la sinrazón de la guerra difícilmente soportable.
Si al pueblo ruso en vez de con propaganda lo avasallasen con imágenes de la destrucción de las ciudades ucranianas y después les recordasen, a través del poder transformador del cine, las devastadoras consecuencias que provoca en la mente humana el shock de la guerra, a Putin se le haría más difícil salir adelante con sus mentiras. No obstante, la anestesia y el olvido son los peores enemigos del humanismo. Si en vez de censurar el cine ruso, como hizo la Filmoteca de Andalucía con la Solaris del expatriado Tarkovski, reivindicásemos más películas como Ven y mira, sería más fácil despertar conciencias sobre la iniquidad de la guerra.