Nació en 1977 en La Rioja pero reside en Nueva York y, por esas tres razones, año, procedencia y lugar de residencia, Pablo Sáinz Villegas, exitoso guitarrista clásico, mezcla en la misma conversación a John Williams, a Naranjito, Central Park y los alucinantes paisajes naturales de la región más pequeña de España, su querida cuna riojana. Sus abuelos fueron los que le inculcaron el amor por los animales y la Tierra, “jugando en libertad” en una infancia que él describe como “humanista” y también llena de “amor por la cultura y la música”.
La primera vez que actuó fue con siete años. Recuerda cómo iba a tocar su guitarra a residencias de ancianos junto a su madre. "Yo quería tocar para más gente, disfrutar y compartir la música. En cierto modo ya estaba viviendo mi sueño, aunque fueran piezas muy sencillas. Creando alegría en la vida de otras personas, y ese sigue siendo mi motto, mi propósito”, explica a ENCLAVE ODS.
“Tuve mucho apoyo familiar”, recuerda, “y eso que los años de adolescencia son unos años en los que dedicarte a la música es una apuesta de vida, y esa decisión muchas veces la tienes que tomar aún joven. En esos momentos tener la comprensión y apoyo familiar, guiados por un profesor, es una suerte”. Se describe como un niño muy dirigido, ya que las rutinas eran parte de su niñez. "Mis padres y abuelos me pusieron en contacto con muchas experiencias culturales y tuve una educación muy rica”.
Para él, la música es “algo superior a nosotros, cataliza un mensaje y un propósito, porque la música no le pertenece a los músicos, le pertenece a la gente”. Y un instrumento musical es “una extensión de mis emociones y mi cuerpo y un espejo en el que veo reflejadas mis certezas, dudas y miedos”, explica.
Dejó de tomar clases de acento inglés cuando su gerente le dijo que su acento español era parte de su singularidad. Cuando está en España, vive en una plaza cercana al Teatro Real madrileño, que le gusta por su espíritu castizo. En Estados Unidos, donde reside la mayor parte del tiempo desde hace dos décadas, vive en el Upper West Side neoyorkino, que le gusta porque está cerca del Museo de Ciencias Naturales y de Central Park. Aunque, confiesa, es difícil encontrarle en ninguna de estas dos casas.
"La cultura es el catalizador ideal para generar crecimiento social y para crear interés en los temas importantes"
Desde este miércoles comienza una gira con la Pittsburgh Symphony Orchestra junto al maestro español Juanjo Mena, director de orquesta. Después irá a Gran Rapids (Michigan) con Fantasía para un gentilhombre de Joaquín Rodrigo”, y de ahí viajará para seguir ofreciendo diversos recitales en Nueva York y Florida.
En España, del 14 al 22 de mayo, iniciará su última gran iniciativa como director artístico: La Rioja Festival. “Yo soy riojano y considero que es una región por descubrir, con un potencial increíble de naturaleza y de patrimonio”. Asimismo, considera que “la cultura es el catalizador ideal para generar crecimiento social y para crear interés en los temas importantes” (ODS 10, reducción de las desigualdades).
Se trata de un festival con vocación social y de música clásica ambicioso, "pensado para la gente de la Rioja, pero con una vocación internacional” que busca “descentralizar la música” y tener “un aspecto de retorno”, usando un nuevo paradigma “para dar sostenibilidad y continuidad a un proyecto socioeducativo que dure todo el año en La Rioja”.
"Somos un pueblo que damos la bienvenida, un cruce de caminos entre África y Europa, el final de la Ruta de la Seda"
¿Tiene la música un poder especial para conseguir objetivos comunes?
Es una experiencia que no tocamos ni vemos pero que sí sentimos. En ese mundo metafísico, como decía El Principito, esas experiencias de vida son las más poderosas. Hay un componente perenne en todas las interpretaciones y algo que siempre cambia, y la comunicación que se crea es única e irrepetible.
¿Se considera de algún modo embajador nacional?
La guitarra es uno de los pocos instrumentos vinculados a un país, siendo uno de los más universales que existen. En la América del siglo XVI se popularizó en diferentes identidades locales, surgiendo en Argentina el tango, en México los mariachis y conviviendo ahora con la guitarra eléctrica, acústica y clásica. Sí, soy un embajador natural de nuestros valores e historia, fruto de todas las culturas que han pasado por España a lo largo de cientos de años.
En este momento hace referencia a los “valores luminosos" como el clima y coincide en que, en sus viajes, advierte “una idealización de España", de lo que la gente ha escuchado de la Alhambra, de Andalucía, del flamenco, del vino, de la comida. "Somos un pueblo que damos la bienvenida, un cruce de caminos entre África y Europa, el final de la Ruta de la Seda y el comienzo de la Ruta de las Américas”. En esta “cultura tan rica”, explica Sánchez Villegas, “cada uno de los caminantes ha dejado parte de su espíritu. Son todos ellos valores que caen bien internacionalmente”.
¿Le influye el lugar en el que interpreta?
Buena pregunta. Hay una parte intrínseca a lo que soy yo y a lo que comparto como músico, en ese propósito. Todos tenemos la capacidad de sentir y de empatizar con otros seres humanos. Eso es independiente de dónde toquemos. Luego, cuando uno sale al escenario, cada vez es una experiencia única para el público y para mí, algo que existe y después desaparece, tan efímero como la música, en lo que reside su poder y profundidad.
Tiene usted una mano significativamente más grande que la otra de tantísima práctica, ¿puede describir cómo es su rutina de esfuerzo?
Como cualquier músico clásico, invertimos un 85% o un 90% del tiempo en soledad practicando en casa, para el 10% o 15% que compartimos en el escenario. Un porcentaje que tiene que merecer mucho la pena para el otro porcentaje que pasamos en soledad, descubriendo y mejorando, buscando la excelencia de la música. Es un estilo de vida que exige determinación, dedicación, amor propio y entrega.
¿Se construye la seguridad en los escenarios?
La primera vez que actué fue con siete años y eso definió mi relación con la guitarra totalmente. Recuerdo la emoción de sentir la energía del público reflejada en mí. El público forma parte del proceso creativo, ellos siendo testigos crean esa magia.
¿Le gustó entonces esa sensación?
En el proceso como músico y la relación que tengo con el escenario, de esa inocencia cuando era niño, que no sentía nervios ni nada, sales y disfrutas de la energía y de la atención que te ofrecen. Luego hubo un proceso en el que fui consciente de que la perfección es de los dioses y no del ser humano, es decir, hay que saber perdonarse. Como me dijo Plácido Domingo una vez, 'entregarnos al público en cuerpo y alma, también en el error’, entender el escenario y que se convierta en tu hogar.
"Los seres humanos somos creadores de sueños y yo soy un buen ejemplo de ello"
En una carrera internacional tan exitosa como la tuya, ¿cuáles dirías que han sido los puntos de inflexión?
Tocar con Plácido Domingo en el Santiago Bernabéu delante de 85.000 personas. Lo recordaré siempre. También tocar con la Filarmónica de Berlín, la Philharmonie, que hacía 38 años que no tocaba con ningún guitarrista español, desde Narciso Yepes. Actuar en el Carnegie Hall, conocer al gran compositor de bandas sonoras y ganador de cinco premios Oscar, John Williams, tocar para el Dalái Lama…
¿Tocar para el Dalái Lama?
Sí, de hecho tengo varias fotos de ese día. Fue en la Universidad de San Diego en 2006. Creé un proyecto social a través del cual he tocado para 45.000 niños y jóvenes por el mundo de forma filantrópica, y me invitaron a actuar antes de la conferencia en una cancha para 5.000 personas. Fui como ‘telonero del Dalái Lama’ y debía tocar para ellos mientras él llegaba. Me dijeron que no se sabía si era 5 o 20 minutos, porque dependía de cuándo llegase. ‘En algún momento va a aparecer y terminas la pieza que estés tocando y seguimos con la charla’, me dijeron. Así que cuando por el rabillo del ojo vi una túnica naranja, me fui preparando, pero él esperó. Luego, cuando entró, me miró a los ojos como sólo las personas santas saben mirar, y en lo más profundo de mi corazón me dio su bendición.
¿Cuáles han sido los músicos que más le ha inspirado conocer?
Williams, que como te decía fue ganador de 4 premios Óscar y creó algunas de las bandas sonoras más famosas de la historia del cine. Es una persona con un propósito muy claro con el que me siento identificado. Un líder cultural, más allá de la música, con mensajes de inspiración y de humanidad. Plácido Domingo también me ha inspirado todas las veces que hemos estado en el escenario juntos.
¿Qué objetivos personales o de sensibilización para los objetivos comunes le quedan por conseguir?
Los seres humanos somos creadores de sueños y yo soy un buen ejemplo de ello. En realidad podemos conseguir lo que nos propongamos, con visión, entrega y honestidad. Los sueños y realidades que queremos vivir se van creando de un modo u otro. A mí me gustaría seguir desarrollándome como músico, seguir tocando con grandes orquestas, poder inspirar a más personas, usar el poder de los medios de comunicación como altavoz. Vaya, ser un líder cultural y, como músico, extenderme a otras disciplinas: ahora mismo estoy escribiendo dos libros. También tengo un aspecto muy comprometido, por lo que espero ayudar a otros a desarrollar proyectos culturales de impacto social, como el próximo festival de La Rioja.