El antiguo pueblo de Aceredo, en Ourense, quedó sepultado bajo las aguas del embalse de Lindoso en los noventa. Tres décadas más tarde, y después de unos meses de escasez de lluvias y sequía, sus ruinas han vuelto a emerger.
Este año hemos vivido el segundo invierno más seco desde que hay registros, en 1961. Los cielos se nublan, pero no termina de llover, y si lo hace, por ahora, no lo suficiente. Los embalses se mantienen al 40%, en niveles que sólo se recordaban en la otra gran sequía, la de principios de los años 90, y la vegetación, poco a poco, se está secando.
Los datos de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) en su último balance climático no son nada halagüeños. Esta sequía invernal, sólo superada por la de 2011-2012, ha estado precedida también de un otoño más seco de lo normal. Las precipitaciones fueron casi la mitad del valor normal para esta época del año, con 89 litros por metro cuadrado. En zonas de la vertiente mediterránea no se alcanzó ni la cuarta parte.
Además, las temperaturas también han sido más cálidas de lo habitual. Los termómetros marcaron valores 1,5ºC superior al promedio, lo que le convierte en un invierno muy cálido. De hecho, fue el tercero con las temperaturas más altas de este siglo. Algo que, según aseguran desde la AEMET, puede continuar durante esta primavera.
Por ahora, los pronósticos para los próximos meses apuntan en la misma dirección que la presente. De acuerdo a los datos de la AEMET, el tiempo previsto de abril a junio sigue la estela de estos meses, con menos lluvia y más calor de lo habitual para esta época del año.
En este sentido, Rubén del Campo, portavoz de la AEMET, confirma que hay una tendencia "muy clara" a inviernos cada vez más cálidos. De hecho, asegura que las temperaturas diurnas "nunca" fueron tan cálidas como lo son ahora: "Nunca ha habido un invierno tan cálido por el día".
Este aspecto preocupa, porque si esta situación de pocas lluvias y calor continúa, el verano puede presentarse complicado. José Miguel Viñas, meteorólogo de Meteored y consultor de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), cuenta que el hecho de que la primavera pueda ser seca no significa que no vaya a llover, sino que no va a llover por encima de la media si se cumplen las predicciones.
De acuerdo a los datos de la AEMET, el tiempo previsto de abril a junio sigue la estela de estos meses, con menos lluvia y más calor de lo habitual
"Esto va a tener un impacto doble. Por un lado, la sequía que ahora se está aliviando por estas lluvias de marzo, iría aumentando de severidad", asegura el experto. Además, Viñas añade que "al acercarnos al verano, si el ambiente y el suelo siguen así de secos, lo que puede ocurrir es que se acentúe el riesgo de incendios".
Las lluvias no parecen resolver del todo un problema que se lleva acumulando en nuestro país desde hace varios meses. Los embalses se mantienen en torno al 40% de su capacidad, es decir, aproximadamente unos 20 puntos por debajo de lo habitual para este momento del año si se tiene en cuenta la media de la última década.
Las esperanzas están puestas en los próximos meses. Como cuenta Viñas, si estamos en precipitaciones en algunas zonas en un 30% por debajo de lo normal (en promedio), "eso se tiene que compensar".
En este sentido, el meteorólogo subraya que, a partir de ahora, "tendría que llover por encima de lo normal en los próximos meses", pero si esta primavera no es muy lluviosa, se va a crear una situación "complicada" no sólo en verano, sino sobre todo de cara al otoño.
La razón detrás de esta falta de lluvias no se puede achacar sólo a un factor. Según el experto, en parte puede deberse al fenómeno de La Niña, una anomalía que ocurre en el Pacífico, por la que el agua está más fría de lo normal y eso tiene una repercusión en muchas partes de la Tierra en cuanto a comportamiento del clima. No obstante, como apunta Viñas, "en la región Mediterránea, La Niña no tiene una señal muy marcada".
“Llevamos unos años en los que la circulación atmosférica es más anómala que en años anteriores, eso ya se constata, y puede deberse al calentamiento global”, explica el meteorólogo, pero insiste en que aún faltan más estudios y conocimiento para poder establecer estas conexiones entre fenómenos.
¿Habrá recortes de suministro?
Los primeros en aquejar la falta de lluvias fueron los embalses de la Cuenca del Guadalquivir, donde, después de un verano con sus niveles en mínimos, acabaron por declarar oficialmente la situación excepcional por sequía. Entre las medidas que plantean aplicar en la zona podrían estar las de la restricción por horas en el uso del agua. Algo que ya se vio durante la sequía que sufrió la totalidad del país en los años 90.
Mientras tanto, la Federación Nacional de Comunidades de Regantes (FENACORE) reclama al Gobierno que agilice la autorización para legalizar pozos de sequía y pequeñas balsas en los periodos de falta de agua para regar, algo que asegura que contribuiría también al suministro de agua para los animales.
El Gobierno aprobó recientemente un Real Decreto Ley con medidas urgentes para paliar los efectos de esta sequía en el sector agrario. Un paquete que incluye, entre otras cosas, la reducción de entre el 50% y el 100% de las cuotas de canon de regulación y las tarifas de utilización del agua en las unidades territoriales de escasez (UTES) de las cuencas del Guadalquivir y del Guadiana.
Sin embargo, para los regantes no es suficiente. Desde FENACORE, piden una mejora fiscal en la factura eléctrica para el regadío y una reducción de los caudales ecológicos frente a períodos de sequía. A su juicio, son “excesivos” y podrían más que duplicar la dotación de agua disponible en muchas zonas regables en momentos de necesidad, algo fundamental para la supervivencia de algunas cosechas.
Sin embargo, los problemas de agua siguen presentes y las previsiones no parecen mostrar un escenario mejor por el momento, por lo que controlar el consumo y utilización del agua en estos meses más secos será clave.
Desde FENACORE, piden una mejora fiscal en la factura eléctrica para el regadío y una reducción de los caudales ecológicos frente a períodos de sequía
En Andalucía, por ejemplo, varios municipios sevillanos ya han comenzado a sufrir algunos recortes de agua. En concreto, en la sierra sur ya hay localidades donde se han comenzado a tomar medidas, lo que tiene, sin lugar a dudas, un efecto directo sobre el campo. No obstante, las autoridades hidrográficas aseguran que el suministro de agua está garantizado para los próximos tres años y medio.
En este sentido, Viñas comenta que “de momento, no estamos en una situación crítica de pensar que puede haber un problema de consumo de agua”, pero señala que habrá que ver cómo evoluciona la primavera. “El momento crítico” puede ser el mes de junio, asegura, porque “si en ese momento han venido unos meses de abril y mayo en los que ha llovido muy poco, quizás ahí ya estaríamos en una situación crítica de cara al otoño”.
Una campaña de incendios "adelantada"
Otro de los riesgos de que esta sequía de la que alerta la AEMET continúe son, precisamente, los incendios. Si las predicciones se cumplen, estaríamos ante un verano que puede plantearse complicado también en este sentido, y en un escenario, además, con menos agua acumulada de lo habitual para estas fechas.
Carlos Madrigal, decano territorial en Madrid del Colegio Oficial de Ingenieros Técnicos Forestales (COITF) y experto en meteorología aplicada a los incendios, señala que ahora no hay problemática de incendios forestales, pero de cara al verano, “puede ser bastante peligroso”.
Como explica el ingeniero, “este invierno está siendo bastante escaso en precipitaciones y la vegetación, aunque ahora no se nota mucho, lo va a acusar de cara a primeros o mediados de junio, cuando lo normal es que hasta julio o agosto, la vegetación no sufra”. Lo que conlleva esto, continúa, es que la masa forestal acumula una sequía a largo plazo que viene arrastrada a lo largo de todo el invierno y que “se verá acentuada con el calor”.
El hecho de que la vegetación sufra quiere decir que, de acuerdo a su ciclo hidrológico, a lo largo del otoño, el invierno y la primavera recupera agua y sus tejidos se hidratan porque hay precipitaciones. Pero si esas lluvias no existen o se reducen, señala Madrigal, “la respuesta que puede tener en junio podría ser la propia de finales de julio o principios de agosto, cuando suele haber problemas de grandes incendios forestales”.
José Ramón González, ingeniero forestal del COITF con una amplia experiencia en incendios, coincide en que este año las condiciones climáticas son “muy malas”, porque hay carencia de agua, “no solamente para la vegetación, sino para los servicios de extinción, porque hay menos agua en los embalses para coger agua con garantía”.
La masa forestal acumula una sequía a largo plazo que viene arrastrada a lo largo de todo el invierno y que “se verá acentuada con el calor”
En este sentido, el experto alerta de que lo que ocurre cuando llueve poco y no lo suficiente, la vegetación se seca antes. Como explica González, “se da una oportunidad a la vegetación para que crezca, se moviliza el banco de semillas que está en el suelo, eso crece, y si a los pocos días deja de llover, se convierte en un combustible que arde espectacularmente”.
El problema de esto, cuentan desde el COITF, es que se mantenga en el tiempo. Madrigal cuenta que la campaña de este año “no va a ser buena. Es probable que tengamos grandes incendios, pero esto dependerá de que no se den determinados factores. Ahora mismo, vamos a esperar un poco a que pase el mes de abril y mayo, pero no pinta muy bien”.
Esto, asegura el experto, les va a llevar a los servicios de extinción a estar alerta desde el primer minuto. Es decir, aunque las campañas de extinción suelen comenzar el 1 de junio, los mayores fuegos se dan a mediados de julio, cuenta Madrigal. “La situación actual nos puede llevar a que desde el mismo 1 de junio podamos ya tener un gran incendio forestal”.
No obstante, la sequía hidrológica y meteorológica que atraviesa la Península, aunque es un factor de relevancia para la producción de incendios, no es el único. Como ya apuntó el CSIC en un estudio realizado recientemente, otro componente clave para la formación de grandes fuegos es el punto de ignición, lo que provoca el fuego. Algo detrás de lo que, en el 95% de los casos, está la acción humana.
El gran incendio de Andratx, en Baleares, tuvo lugar en 2013, en uno de los días más calurosos. González recuerda que existía casi la misma temperatura de día que de noche. Detrás de aquel suceso, había unas cenizas mal apagadas de una barbacoa realizada un día antes.
Aunque de momento todo son previsiones y todo puede cambiar, los expertos insisten en que este año hay que extremar los cuidados y no cometer ninguna imprudencia. Como apunta González, “habrá déficit hídrico y eso nos obligará a dos cosas: a tener menos agua para apagar los incendios y, en muchos pueblos y ciudades de España, probablemente habrá restricciones de agua. El acceso al agua será más limitado, eso casi seguro”.