El pasado 27 de abril, Apple anunció que ponía en marcha un nuevo servicio de autorreparación de sus iPhones en Estados Unidos, una medida que la compañía pretende extender a otros dispositivos de la marca y a nuevos mercados como el europeo. Con ello, el cliente puede solicitar las piezas y las herramientas que necesite para reparar sus smartphones en casa.
El nuevo programa de la compañía de la manzana ha supuesto un cambio importante en su política. Durante mucho tiempo, ha sido criticada por los defensores del derecho a reparar, quienes abogan por que los fabricantes ofrezcan a sus clientes la capacidad de reparar sus propios dispositivos.
Hasta ahora, Apple no ha puesto demasiadas facilidades para la reparación de sus productos. Por un lado, sólo ofrecía la reparación a través de sus tiendas y algunos talleres independientes certificados por la empresa. Asimismo, el diseño de sus piezas se realizaban de tal manera que sólo fuera posible repararlos en estos lugares específicos.
El daño medioambiental
Los aparatos eléctricos y electrónicos generan un enorme impacto en el medio ambiente y en las personas, tanto antes como después de su uso. “La extracción de los materiales que componen un aparato ya genera un gravísimo impacto ambiental”, señala Julio Barea, responsable de residuos en Greenpeace España.
Los residuos de aparatos eléctricos y electrónicos (RAEE) se han convertido en un gran problema para el medioambiente y son una de las grandes causas para la contaminación del suelo, agua y aire. Según Greenpeace, en 2019, el mundo generó 53,6 toneladas métricas de residuos electrónicos, lo que daría una media de 7,3 kilogramos por persona. En el ámbito de la Unión Europea, en 2017, se recogieron más de 3,5 millones de toneladas y sólo se recicló el 40%.
Naciones Unidas calcula que para el año 2040, las emisiones de carbono provenientes de la producción y el uso de aparatos electrónicos representarán el 14% de las emisiones totales. Los efectos se dejan notar sobre todo en los países en desarrollo, donde, como indica Barea, “no existen ningún tipo de garantías”. El principal problema se sitúa en la "exportación alegal de los residuos", es decir, dónde terminan los residuos.
En muchas ocasiones, con la etiqueta de ayuda al desarrollo, la chatarra electrónica y otros productos de segunda mano acaban en países como Ghana, Pakistán o Nigeria, donde son desguazados de cualquier manera por cualquier persona, incluso niños, sin ningún tipo de medida de seguridad.
Estas personas acaban inhalando y estando en contacto con unos materiales extremadamente nocivos para la salud. “Hablamos de un cóctel químico de arsénico, cadmio, ftalatos, retardante de llama bromado o plomo, entre otros”, recuerda Barea.
En países desarrollados como España, existen numerosas plantas especializadas para tratar con estos residuos, no obstante, Barea señala que muchas de ellas han tenido que cerrar porque no les llegaba suficientes residuos porque “se están desviando a muchas partes”.
La obsolescencia programada
Apple es una de los ejemplos paradigmáticos de empresas que se han enfrentado a feroces críticas por la abusiva obsolescencia programada. Es decir, que los productos sean diseñados para que tengan un periodo de vida útil corto o se queden obsoletos de forma prematura.
A través de las actualizaciones de su sistema operativo iOS, los usuarios se han encontrado con que sus dispositivos han reducido su rendimiento, en forma de menor rapidez o menor duración de la batería. Esto ha sido confirmado, según la Organización de Consumidos y Usuarios (OCU), por numerosos informes publicados en distintos medios de comunicación, no sólo los especializados.
Durante el año pasado, la propia OCU y las organizaciones de Euroconsumers alertaron de que varias actualizaciones del sistema operativo de Apple habían afectado al rendimiento de los iPhone 8, XS, 11 y 12.
No fue la primera vez. En 2020, la OCU, junto con Altroconsumo, Deco Proteste y Test-Achats, demandaron conjuntamente a la empresa estadounidense por considerar probado que la actualización del software de los diferentes modelos del iPhone 6 causó la ralentización y la pérdida de rendimiento sin haber avisado previamente a los usuarios.
El derecho a reparar
El derecho a reparar se ha convertido en una de las prioridades de la Unión Europea para desarrollar un modelo de economía circular en el marco del Pacto Verde Europeo. Acabar con la obsolescencia es uno de los objetivos, puesto que desechar los productos electrónicos de forma prematura dificulta enormemente la tarea de lograr un consumo sostenible.
Así, según el Parlamento Europeo, el fomento de las reparaciones de los productos electrónicos “beneficiaría al medio ambiente al reducir el uso de recursos, las emisiones de gases de efecto invernadero y el consumo de energía”. El problema se encuentra en que, hasta ahora, muchas reparaciones tenían costes muy altos o existía una falta de este tipo de servicios en muchas empresas.
La opinión de los ciudadanos europeos parece que va en concordancia con esta línea. Según una encuesta del Eurobarómetro de 2020, el 77% de los consumidores preferirían reparar sus dispositivos en vez de sustituirlos por unos nuevos.
¿El fin?
Apple ha sido señalado durante mucho tiempo por su poco compromiso frente al cambio climático. Sin embargo, su actuación medioambiental ha mejorado drásticamente en los últimos años. La compañía de la manzana “ha pasado de los últimos puestos del ranking (de Greenpeace) a los primeros en unos pocos años”, señala Barea.
La tradicional oposición del gigante estadounidense a la legislación sobre el derecho a reparar ha sido precisamente el principal lastre en la nota que le otorga en sus informes la ONG medioambientalista. Facilitar a los consumidores la reparación de sus dispositivos podría suponer un gigante paso para el fin del ciclo comprar-tirar-comprar y un cambio de paradigma en la compañía.
Este nuevo servicio ayudaría a luchar contra las toneladas y toneladas de residuos electrónicos que se generan todos los años. “Esperemos que Apple marque tendencia y otros fabricantes les imiten”, señala Barea.