Las aves que no podrían migrar podría ser el título de una novela o un cuento infantil. O podría convertirse en el siguiente capítulo de la historia de esas aves migratorias que hoy, como cada 14 de mayo, celebran su día mundial.
Y es que el cambio climático está empezando ya a afectar a las bandadas que surcan los cielos de España –y el mundo entero– en primavera y otoño. Las temperaturas, cada vez más cálidas, que podrían llegar a un calentamiento de 1,5 °C por encima de los niveles preindustriales en apenas cinco años, está afectando al llamado reloj de la naturaleza. Y una de los signos más visibles son los cambios en los patrones de las migraciones de las aves.
Así lo demostraba una investigación liderada por la Universidad de Oviedo, junto a la de Helsinki y la de Ciencias Ambientales de Suecia, que concluyó el año pasado con la publicación del estudio El cambio climático desajusta el reloj de la naturaleza.
María del Mar Delgado, autora principal de este e investigadora en el Instituto Mixto de Investigación en Biodiversidad de la Universidad de Oviedo, explica que "en la naturaleza todo está más o menos programado: cuando las plantas florecen, cuando los pájaros migran, etc". Todos estos eventos fenológicos, dice, dependen del clima.
El problema está en que "el clima está cambiando muy rápidamente". Y, por tanto, "todas las especies están también cambiando su reloj". Pero no todas lo están haciendo de forma sincrónica, lo que provoca "desajustes".
"Muchas especies, básicamente, lo que hacen es acortar sus viajes y modificarlos", añade Juan Carlos del Moral, biólogo de la Sociedad Española de Ornitología (SEO/BirdLife). Y pone un ejemplo que está a la vista de todos los que hayan alzado la vista alguna vez en una ciudad o pueblo de nuestro país: las cigüeñas blancas.
Y lo explica: "Antes aquí veíamos pocas en invierno y ahora por todos los sitios hay cigüeñas blancas. Aunque este es el caso más destacado, hay varias docenas de otras especies menos conocidas que están dejando de migrar de forma muy notable".
Del Moral habla de aquellas especies de aves que migraban para pasar el invierno al otro lado del Sáhara. Ahora, asegura, "hay centenares de ejemplares –no toda la población– que ya pasan el invierno en el sur de España y a lo largo de todo el Mediterráneo".
Es el caso, por ejemplo, de las golondrinas. Incluso otras aves como el buitre moteado, el vencejo moro, el bulbul naranjero o el escribano sahariano están cambiando sus hábitos migratorios.
Condiciones cambiantes
Pero ¿qué implica que las aves migratorias estén modificando sus viajes en busca de condiciones más óptimas para reproducirse y sobrevivir? Delgado asegura que, por ejemplo, cuando llegan a su destino, "a lo mejor ya ha pasado el pico de recursos tróficos".
Esto, recuerda, "repercute negativamente en su supervivencia y reproducción". Debido a ello, las poblaciones de aves migratorias pueden estar sufriendo declives poblacionales. Aunque no sólo. Del Moral alerta de que hay rapaces, como el milano negro, los alcotanes o incluso rapaces nocturnas, que en su nuevo destino "depredan sobre conejos, perdices y determinadas especies de pequeño tamaño, en vez de sobre insectos".
El biólogo avisa: "Toda esa población de mamíferos o de pequeños reptiles y anfibios que no eran consumidos antes, ahora sí lo son. Por tanto, se tendrán que ir ajustando las poblaciones o sufrirán problemas, porque son alteraciones que provocarán un sobreconsumo de determinadas especies".
Y es que en ese reloj de la naturaleza, "todo se desajusta en cuanto cambian los comportamientos de unos grupos taxonómicos y de otros, o de unas especies y otras", indica Del Moral. Esto implica que haya alteraciones en todo aquello que hasta ahora conocíamos como normal.
Efectos en cascada
Eso sí, Delgado, que este año ha analizado la relación entre los cambios en el clima y las migraciones en la Comunidad Foral de Navarra, en su paso otoñal, reconoce la complejidad de la respuesta de las aves a los cambios de las condiciones climáticas. "Es muy importante considerar diferentes escalas espaciales y temporales, y tener en cuenta que las diferentes especies con diferentes características están respondiendo de forma diferente", avisa.
Por eso, a la hora de hablar de cambio climático y comportamiento animal o vegetal, es esencial tener en cuenta el efecto cascada que tiene. Y lo explica: "Si afecta a las plantas, empezará afectando a la floración, y ese cambio en la floración de la planta también va a afectar a los insectos; los efectos se van sumando, son aditivos".
Además, las modificaciones también se producen dentro de las mismas especies: "No existe un único evento fenológico, son muchos. Primero aparecen las yemas luego las flores y, por último, los frutos. Si hay un retraso en la yema, puede ser que al final, en el momento en el que salen los frutos, no sean los adecuados en función de las condiciones climáticas actuales", añade la científica.
En la naturaleza, todo tiene sus tiempos. Por eso, "en el momento en que cambias una cosa, los efectos van afectando unos detrás de otros", concluye Delgado.
3 respuestas al cambio
Según las investigaciones de Delgado, las especies están respondiendo a los "cambios repentinos o rápidos en el tiempo" de tres formas diferentes. Por un lado, están las que modifican su fenología y los plazos o tiempos en los que hacen las cosas. Sería el caso, por ejemplo, de los cambios en el "reloj" de las especies.
Además, hay especies lo que modifican es su localización. "Por ejemplo, estoy en un sitio donde las condiciones climáticas ya no son las óptimas para mí y me muevo a otro donde las condiciones todavía son adecuadas", explica Delgado. Y añade: "Eso lo que está haciendo es que se produzca una migración de las especies, normalmente hacia el norte en cuanto a latitud, pero también hacia cotas más altas".
Pero la llegada de estas nuevas especies perjudica a las que ya estaban en el lugar. Porque al haber "más especies para la misma cantidad de recursos, se crean competiciones más fuertes".
Por último, Delgado asegura que se dan cambios en la fisiología de las especies. "Algunas están modifican su propia fisiología para intentar adaptarse a las nuevas condiciones climáticas", asegura. Y alerta de que si dentro de cinco años o diez años la temperatura media va a subir 1,5 °C, las especies no podrán adaptarse. "Sufren en todos los sentidos", concluye.