El psiquiatra japonés Tamaki Saito publicó un libro en 1998 con el término hikikomori en su título. Su Sakateki hikikomori, una adolescencia sin fin introdujo por primera vez esa palabra al público nipón.
Saito lo definía como “aquellos que se retiran completamente de la sociedad y permanecen en sus propias casas durante un periodo mayor a 6 meses, con un inicio en la última mitad de los 20 años y para quienes esta condición no se explica mejor por otro trastorno psiquiátrico”.
El trastorno afecta de manera primordial a adolescentes o jóvenes, que se aíslan del mundo, encerrándose en las habitaciones de casa de sus padres durante un tiempo indefinido. Muchos, especialmente en Japón, pueden llegar a estar años enclaustrados.
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Normalmente, los casos aumentan en nativos digitales y es que la transformación virtual y la aparición de una vida más allá de la que conocíamos ha fomentado la expansión de estos casos más allá de Japón. En ellos, no se sabe diferenciar si lo que el joven padece es a causa de un síndrome o simplemente una consecuencia de la comodidad que se siente en la realidad que vive en el metaverso.
De los 'hikikomoris' a los 'encamados'
¿Cómo discernir si lo que es un trastorno para unos es simplemente vaguería para otros?
En España se dice que es más que común echarse la siesta o normalizar querer pasar el día en casa, en la cama o el sofá sin hacer nada. Sin embargo, de la rutina a padecer el síndrome hay mucho recorrido y es que, el trastorno lleva consigo símbolos de tristeza, depresión y ansiedad por salir al exterior.
La versión más patria de los hikikomoris –o aquellos que sufren el síndrome de Hikikomori– serían los encamados. Un término que hace referencia a una persona que decide por sí misma quedarse en la cama todo el día, incluso semanas y años. Un problema no diagnosticado en el que el individuo cuenta con la disposición plena de todas sus facultades y que por gusto prefiere quedarse en casa a relacionarse con el exterior.
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Hace ya años que el escritor Luis Landero afirmó que los encamados –también conocido como los tumbados– “no son holgazanes, ni neuróticos, ni siquiera son simples enfermos imaginarios”. Más bien, aseveró, "son personas que un buen día optan por suspender su actividad social y se abandonan espléndidamente a la inacción".
Los encamados o tumbados, tal y como los describe Landero, podrían recordar a Azarías, ese personaje al que dio vida con su pluma Miguel Delibes en Los santos inocentes. Azarías decía que a veces sufría "la perezosa". Pero tal vez fuese una manera de reivindicar a nuestros hikikomoris nacionales.
Jóvenes que se rebelan
Lo que para algunos puede suponer una rebelión contra la sociedad, para otros puede ser un problema de salud mental. Por ello, es necesario diferenciar lo que supone estar encamado por gusto y quedarse en casa por necesidad.
A diferencia de los encamados o tumbados, en cuyo caso es posible levantarse y retomar su actividad de siempre, como si nada hubiera pasado, es bastante improbable que esto suceda en el caso de los hikikomoris.
Además, en el tumbamiento de una persona no se concibe que esta pueda estar pensando en suicidarse. Por el contrario, en muchos de los casos, el Síndrome de Hikikomori es el primer paso para quitarse la vida.
Es difícil distinguir una persona que del día a la mañana decide no volverse a levantar de la cama sin, aparentemente, un problema tras ello, frente a la que tiene miedo por salir de la misma. Mientras que el encamado se concibe de forma positiva en algunas regiones, el que padece del síndrome nipón es tachado o renegado en otras.
Pero, esta respuesta de la sociedad ante estos dos tipos de personas se sujeta bajo la idea de que los que están presentables y se asean a diario son los encamados frente a la mayoría de los hikikomoris. Pues estos últimos no salen de su habitación bajo ninguna circunstancia y, por ende, no se asean bajo ningún concepto.
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En ambos casos, la situación es más que complicada, además de difícil de afrontar. Sin duda, las redes sociales han fomentado que ambas opciones se vean afectadas. El problema viene cuando no se sabe distinguir entre el bien y el mal. Y es que mientras que se acepta la vida pasiva de quien decide quedarse en la cama, el hikikomori, en determinadas ocasiones, puede responder con agresividad.
No es fácil discernir entre el hikikomori y otras patologías psiquiátricas en etapas incipientes, ya que pueden llegar a existir numerosas similitudes que faciliten la confusión. La disforia, el aislamiento, los trastornos del
sueño o los problemas de concentración hacen difuso el diagnóstico.