Una nueva ola de calor –la segunda de esta época estival– azota la península ibérica. Con una duración aproximada de 9 días, se prevé que en los valles del Guadiana y el Guadalquivir se superen los 44 grados centígrados, una temperatura extrema que afectará durante este martes y el jueves a ciudades como Córdoba o Badajoz.
“Antes había una sola ola de calor que venía a lo largo del verano, en julio o agosto, pero ya llevamos varias en lo que va de año”, asegura preocupado Pedro Zorrilla Miras, responsable de la campaña de cambio climático de Greenpeace y doctor en Ecología y Medio Ambiente.
Si bien las olas de calor son difícilmente atribuibles a la emergencia climática de forma específica, “lo que está clarísimo, y eso es algo que demuestran todos los estudios científicos, es que con el cambio climático las olas de calor cada vez son más frecuentes e intensas, y tiene una serie de consecuencias que además generan los fenómenos en cadena”, indica Mar Asunción, responsable de Clima y Energía de WWF España.
Así lo atestigua la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos, que señala que “las olas de calor han ocurrido en el pasado, pero el cambio climático está haciendo que sean más largas, más extremas y más frecuentes”.
Por ejemplo, recientemente, un equipo global de investigadores de la iniciativa World Weather Attribution (WWA) utilizó la ola de calor entre marzo y abril en el noroeste de India y el sudeste de Pakistán para comparar la posibilidad de que tal evento ocurra en el clima actual en comparación con el clima en tiempos preindustriales.
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El descubrimiento fue que el cambio climático ha hecho que el calor temprano fuera 30 veces más probable que en tiempos preindustriales, es decir, que un evento climático extremo de este tipo tiene la posibilidad de que ocurra en la actualidad una vez cada 100 años, mientras que habría sido una vez cada 3.000 años en la era preindustrial.
El problema, señala Zorilla Miras, es que “se están cumpliendo las previsiones y los modelos que los científicos habían elaborado de cara a que se cumplieran en el año 2040 o el 2050; en cambio, se están dando más pronto”.
En el caso de España, los eventos climáticos extremos como las olas de calor podrían tener consecuencias devastadoras, no sólo en nuestra seguridad alimentaria y en nuestra salud, sino que podrían también poner en peligro nuestra economía.
No en vano, el último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) advirtió que España es uno de los países más expuestos al calor extremo causado por la crisis climática.
Cómo afecta a nuestra salud
El calor extremo tiene consecuencias directas sobre la salud de las personas, que podría conllevar incluso al desenlace más devastador. En la ola de calor de junio en España, según el sistema de Monitorización de la Mortalidad diaria (MoMo), organismo dependiente del Instituto de Salud Carlos III, 714 personas fallecieron a causa de las altas temperaturas.
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Esto se debe a que las personas mayores, los niños pequeños y las personas con afecciones crónicas se enfrentan a un mayor riesgo, pero también las personas que trabajan al aire libre y, por tanto, están más expuestas al estrés por calor.
Por otro lado, según la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos, para las mujeres embarazadas, “la exposición extrema al calor está relacionada con más partos prematuros y peores resultados del embarazo, incluido el bajo peso al nacer y la muerte infantil”.
“Podemos salir menos horas a la calle, hacer menos ejercicio, estar menos tiempo al aire libre y todo eso repercute al final negativamente en la salud y nos hace más vulnerables”, recuerda Zorrilla.
¿Adiós al turismo?
En nuestro país existen dos sectores económicos fundamentales que dependen directamente del clima: el sector agrario y el turístico. En el caso de la agricultura, que el clima sea cada vez más imprevisible hace que la producción sea más inestable y se pierdan muchas cosechas.
“Ahora lo estamos viendo, por ejemplo, con el precio de los melones y las sandías, porque cuando viene una ola de calor, cuando se adelanta el aumento de las temperaturas y luego viene una helada, muchos de los productos directamente se malogran”, cuenta Asunción.
Pero no sólo eso, sino que también puede originar consecuencias indirectas. “En Inglaterra antes no se podían cultivar viñedos, pero ahora sí se puede por el aumento de temperaturas, con lo cual es un competidor nuevo”, indica Zorrilla.
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El turismo, que en 2019 supuso el 12,4% del PIB español, podría ser otro de los sectores amenazados por el continuo aumento de las temperaturas, que podrían provocar un calor insoportable que ahuyentara a los turistas. “Temperaturas que puedan superar los 40 grados y que las mínimas no bajen y se queden en lo que se llaman las 'noches tropicales', pueden hacer que sea poco agradable para las personas que nos visitan”, señala Asunción.
Zorrilla va aún más allá y cuenta que países que hasta ahora no recibían turismo de sol y playa están preparándose para lo que pueda pasar en el futuro. “En Dinamarca, desde hace unos años se están preparando ya para desarrollar su modelo turístico porque están previendo que en países como España va a hacer tanto calor que tiene el riesgo de que se reduzca el número de turistas que lo visiten”, indica.
Qué podemos hacer
Los efectos de las olas de calor generan un proceso de retroalimentación del cambio climático. Y es que, como advierte Asunción, cuando aumentan las temperaturas, la gente utiliza más el aire acondicionado.
“¿Qué pasa con el aire acondicionado? Pues que depende de la electricidad y cuando las energías renovables no son suficientes, se utilizan combustibles fósiles que echan más gases de efecto invernadero a la atmósfera y esto hace a su vez que se incremente el cambio climático y las olas de calor”, explica la experta.
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Las organizaciones ecologistas, como Greenpeace o WWF, y la ciencia llevan alertado durante años de la necesidad de actuar climáticamente. Y hay que actuar antes del año 2030. “Hay que reducir de forma drástica las emisiones de CO₂ en un 50% para 2030 y, si conseguimos eso, estaríamos a tiempo de evitar un cambio climático todavía más catastrófico”, advierte Asunción. Con ello, prosigue, “podríamos conseguir un cambio climático de consecuencias manejables”.
Para ello, propone una serie de medidas como el fomento de las energías renovables, el ahorro energético, la mejora de la eficiencia energética en las viviendas o el aumento del uso del transporte público.
Las acciones son diversas y variopintas, pero hasta ahora, para Zorrilla, no se está actuando lo suficiente: “Los gobiernos tienen que liderar y empujarnos, aunque la ciudadanía también puede hacer muchas cosas, y hasta ahora, ni el gobierno de España ni otros de Europa están actuando como la ciencia dice que hay que actuar”.