El de este 2022 ya está siendo uno de los veranos más calurosos de la historia de España, al menos desde que se recaban los datos de temperaturas. Las temperaturas inusualmente altas comenzaron en mayo, con una ola de calor muy madrugadora que disparó el mercurio en todo el país, activando la alerta naranja en varios puntos de la Península.
Los antecedentes tampoco eran nada esperanzadores, ya que, según el Balance Climático, publicado por la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), este invierno se ha situado como el cuarto más cálido de toda la serie histórica y el segundo con menos lluvias. Algo que dispara las probabilidades de que las olas de calor sean mucho más habituales y contundentes.
Desde la agencia ya vaticinaban que la temperatura media del verano estará 0,5 grados o más por encima de lo normal en España en esta época del año.
El calor afecta al rendimiento
Una de las facetas a las que afecta negativamente el exceso de calor es a la del rendimiento laboral. Cuando el termómetro sube, no todos los centros de trabajo están preparados para mantener una climatización adecuada. Se recomienda que en oficinas y entornos cerrados la temperatura esté entre los 22º y los 25º, ya que por encima de esa barrera la concentración y la productividad disminuyen.
[Llega lo más duro de la ola de calor en España: más de 44ºC y DANA en estas zonas]
Trabajar en un entorno demasiado caluroso puede hacer que los trabajadores se aletarguen. El estrés ocasionado por el calor puede hacer que el cuerpo pierda electrolitos más rápido, lo que provoca un bajo rendimiento mental y una disminución de las habilidades motoras.
Ante temperaturas elevadas, el organismo intenta conservar la energía a toda costa, por lo que se produce una ralentización de los procesos mentales, haciendo que completar tareas y evitar errores sea una hazaña difícil.
Esto es particularmente problemático en los entornos laborales donde las personas se encuentran expuestas a altas temperaturas, mucha humedad, mala ventilación y compartiendo espacios con maquinaria y equipos pesados que generan calor.
Relación con el cambio climático
El fenómeno de las olas de calor recurrentes está intrínsecamente relacionado con el cambio climático. Es lo que se desprende del sexto informe del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), que es la compilación de miles de estudios relacionados con esta cuestión, y donde queda patente que no se trata de un problema del futuro, sino que ya estamos padeciendo las consecuencias.
La temperatura media del planeta ya ha subido más de un grado desde el siglo XVII, antes de la Revolución Industrial, que disparó la emisión de gases nocivos a la atmósfera, sobre todo por la quema de carbón y otros combustibles fósiles. Esto ha ido acarreando cambios en el clima durante todas las décadas siguientes, de manera invariable y en todos los rincones del planeta.
Esos cambios, que no tienen precedentes en miles de años, se han ido acelerando en el último siglo, y sus consecuencias suponen un impacto directo en la vida en la Tierra. Los efectos más evidentes son la alta frecuencia con la que ocurren fenómenos meteorológicos extremos, como las propias olas de calor o las inundaciones.
Estos fenómenos, que hace 300 años podían ocurrir una vez cada década, ahora suceden varias veces cada tres o cuatro años
Un futuro nada prometedor
El informe del IPCC insiste especialmente en que muchos de los procesos climáticos que se han desencadenado en el planeta ya son irreversibles. Sin embargo, hace hincapié en la necesidad de controlar las emisiones de gases de efecto invernadero para tratar de frenar o ralentizar sus catastróficos efectos.
El organismo asegura que si el aumento medio de la temperatura planetaria se queda en el máximo de 1,5 °C del Acuerdo de París, los fenómenos catastróficos relacionados con el calor que antes ocurrían cada medio siglo podrían permanecer ocurriendo cada seis o siete años. A partir de ahí, cuanto más alta sea la temperatura media, más se reduce el tiempo entre cataclismos.