Cuando comenzó el confinamiento en España, los carros de los supermercados se llenaron de papel higiénico, harina y cerveza. La forma de intentar desconectar entonces de una realidad que superaba a la ficción era quedando por videollamada con amigos o familiares mientras se disfrutaba de una bebida, en muchas ocasiones alcohólica.
Esa es la fotografía del tipo de consumo que se hace en España: se bebe “para afrontar el tiempo, mitigar el aburrimiento e incluso para sobrellevar la angustia”, afirma el psiquiatra Gabriel Rubio, del Hospital Universitario 12 de Octubre en Madrid. Rubio, experto en adicciones, confirma que desde el inicio de la pandemia “se ha incrementado mucho el consumo de alcohol en los hogares”.
En concreto, en 2020 se registraron 27.121 trastornos relacionados con el alcohol, frente a los 22.894 de 2019, según datos del Portal Estadístico del Área de Inteligencia de Gestión del Ministerio de Sanidad. Dentro de los trastornos se incluyen diagnósticos variados: abuso de alcohol o dependencia de alcohol, entre otros.
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Los pacientes que empezaron a tener –o agravaron– sus problemas con el alcohol durante el confinamiento llegaron a las consultas de rehabilitación a finales de 2020 y durante 2021. En la actualidad, se están recuperando los datos de derivación a las consultas especialistas de antes de la pandemia, pese a las dificultades de acceso a la atención primaria.
Este hecho hace sospechar a los expertos de un retraso en los diagnósticos de las patologías, ya que solamente derivan a los pacientes “más graves”. “Hay un grupo de pacientes con problemas de alcohol leves o moderados como consecuencia de la pandemia que todavía no vienen al programa por las barreras y restricciones de la atención primaria.
En cuanto las barreras desaparezcan, nos seguirán mandando más pacientes”, explica el psiquiatra. Desde la experiencia del doctor Rubio, el hecho de que deriven solamente a los pacientes más graves también “está pasando con otras patologías”.
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“Los más viejos del lugar dicen ‘estamos viendo ahora casos graves que jamás antes habíamos visto’”, asevera en su entrevista telefónica con EL ESPAÑOL. Teniendo en cuenta la población, Álava, Barcelona y Vizcaya son las provincias que más trastornos relacionados con el alcohol registraron en 2020, seguidas de Guipúzcoa, Lleida y Murcia. Alicante, Albacete y Ávila son las últimas de la lista.
Intoxicaciones por alcohol
Si se pone el foco en exclusiva en los comas etílicos o en las intoxicaciones por alcohol, en 2020 se registraron el doble de casos que en 2019: 2.849 casos frente a los 1.352 del año anterior. En números absolutos, Barcelona, Madrid y Murcia son las provincias en las que más casos de este tipo de intoxicaciones se produjeron durante el año 2020.
Si los datos se estudian en perspectiva, comparando casos y números de habitantes, la lista la encabezan Tarragona, Barcelona y Murcia. Según los datos del Ministerio de Sanidad, el 70% de los casos registrados en 2020 eran hombres (18.969 en toda España). De este dato, casi el 40% de los hombres tenían entre 40 y 54 años.
Los datos analizados están clasificados bajo el CIE 10, que corresponde a la Clasificación Internacional de Enfermedades. Es una forma de codificación que tiene como objetivo poder registrar diagnósticos y asistencias bajo un mismo criterio, aunque es complejo.
El proceso de codificación comienza desde que el médico hace el diagnóstico. Cada diagnóstico está relacionado con un código de CIE 10 que se especifica en la historia clínica del paciente.
Cada código abarca varios diagnósticos, por lo que, si bien no es exacto el número de comas etílicos producidos por alcohol, sí que hubo un incremento de más del doble de casos de intoxicación por alcohol, metanol, propanol, aceite de fusel y otros alcoholes.
La 'cruz' del alcohol
¿Qué hay detrás de una borrachera? Las consecuencias que pueden reconocerse de manera inmediata son los accidentes de tráfico y las peleas o agresiones. A medio plazo, aumento del fracaso escolar, si se produce en jóvenes. Y es que el consumo del alcohol tiene efectos en todos los niveles: físicos, psicológicos y sociales.
“El alcohol es nocivo en cualquier cantidad: desde la primera gota de alcohol que se ingiere es tóxico. Es verdad que, a mayor cantidad de alcohol ingerido, más toxicidad”, explica Miguel Ángel Rodríguez, coordinador del área de Hospitalización Gastroenterología y Hepatología del Hospital Universitario Ramón y Cajal de Madrid y miembro de la Asociación Española de Estudio del Hígado (AEEH).
Numerosos estudios demuestran que el consumo de alcohol está relacionado de manera directa con enfermedades hepáticas, cirrosis y pancreatitis crónica. “También afecta a nivel cerebral, con enfermedades neurodegenerativas. Y, relacionado con otras sustancias, principalmente con el tabaco, también aumenta el riesgo cardiovascular y el riesgo de otros cánceres”, especifica el doctor Rodríguez.
En cuanto a la recuperación de los pacientes con trastornos relacionados con el alcohol, es necesario un abordaje desde diferentes ángulos. Desde hace unos años hasta ahora se está llevando a cabo un cambio de paradigma: además de apoyarles en los primeros meses con tratamientos médicos psicológicos, se quiere poder acompañarlos después.
“La recuperación es un proceso que dura toda la vida: excede lo que un médico puede hacer e implica a la sociedad. La sociedad tiene responsabilidad y las administraciones públicas, por supuesto que también”, insiste el psiquiatra.
Cuando se le pregunta sobre si las administraciones públicas han banalizado el consumo de alcohol, el doctor Gabriel Rubio lo tiene claro: “Sin lugar a dudas”. “En un país como el nuestro el alcohol no está considerado como una droga.
Yo no estoy en contra de la cerveza; yo estoy en contra de la desinformación. No digo que el vino sea malo, lo que no puedo decir es que el vino es saludable o que aumenta la esperanza de vida, porque eso es mentira”, afirma.