Las patas de las grullas apenas se mojan cuando están posadas en el humedal, y los zorros atraviesan muchos metros de tierra seca hasta llegar a pequeños charcos para poder beber. Donde debería haber miles de hectómetros cúbicos de agua solo hay broza amarilla y polvorienta, y restos de algas y sedimentos consumidos por un sol aniquilador.
El Parque Nacional de Las Tablas de Daimiel, en Ciudad Real, está en una situación crítica, muy lejos del esplendor húmedo de los años 80, cuando la exuberancia hídrica también era el refugio de una cuantiosa biodiversidad, cuando este ecosistema de llanuras inundadas, casi único en Europa, fue reconocido por la UNESCO y la UE como zona de protección de los humedales y las aves que hacen parada en sus largas migraciones.
El Parque cuenta con casi 2.000 hectáreas de zonas inundables, pero en este momento apenas 50 están cubiertas por una pátina de agua. Tan solo el 3% del área está encharcada, y la sequía ha evaporado el 80% de las lagunas. Es el peor dato desde hace casi 13 años, desde que en 2009 la escasez de lluvias secó el subsuelo de Las Tablas y el carbón vegetal empezó a arder infligiendo un daño irreparable.
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“Hay un riesgo muy real y muy manifiesto de que Las Tablas desaparezcan. El Parque lleva más de 5 años con reservas bajo mínimos, y si no se hace nada para recuperar los niveles, la vegetación cambiará y estos humedales dejaran de tener las características y los valores naturales que lo convirtieron en parque natural”, sentencia Rafa Seiz, técnico del programa de aguas de la ONG ecologista WWF.
Sequía y pozos ilegales
En el centro del problema está una sequía que encadena ya varios años y que está agravada por el calentamiento global. Tal y como revela el Segundo Informe sobre cambio climático en Castilla-La Mancha, la temperatura media de la región ha subido casi 1,5ºC en los últimos 40 años, y las previsiones apuntan a que continuará haciéndolo, además de que cada vez se producirán con más frecuencia fenómenos meteorológicos extremos.
Sin embargo, en el reparto de culpas por la falta de agua se apunta a otro protagonista: los pozos de regadío ilegales repartidos por el Parque, que esquilman los recursos fluviales del subsuelo desde hace lustros. Según la Confederación Hidrográfica del Guadiana (CHG), en el Alto Guadiana hay en torno a 60.000 pozos (más de 1.500 ilegales), y desde 2014 el agua destinada a la agricultura en la zona supera a la que se recarga de forma natural en los acuíferos.
“Los pozos ilegales son la principal causa de que los niveles de agua estén bajo mínimos”, explica Seiz. “Antes había cultivos de secano, como el cereal, adaptados a las circunstancias del clima, pero después empezaron a permitirse cultivos de regadío como las viñas”. Según el técnico, “hay mas de 50.000 hectáreas que se riegan con pozos ilegales. El acuífero no se recupera porque se está haciendo un uso abusivo de él [...] Eso también es un problema social, porque están robándole a sus propios vecinos”.
En una investigación que la organización ecologista llevó a cabo sobre el terreno, el colectivo reveló que en el Parque se riega con agua extraída ilegalmente una superficie equivalente a más de 62.000 campos de fútbol, y vaticinó que para 2050 en España habrán desaparecido en torno al 60% de los humedales, ya que al robo de agua hay que sumarle el impacto del cambio climático.
Una perspectiva completamente distinta de la problemática del agua tiene Florencio Rodríguez, secretario general de la Asociación Agraria de Jóvenes Agricultores (ASAJA) de Ciudad Real, que comenta cómo en los últimos 30 años ha cambiado la superficie de riego: “de cultivos que necesitaban mucha agua, como la remolacha o el maíz, se pasó a otros que necesitan menos”, y pone en el centro del dilema la falta de “gestión y planificación por parte del Estado, la falta de inversiones que han costado mucho dinero a los ciudadanos y que, sin embargo, no han acabado de ponerse en marcha”.
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Para Rodríguez, “se está culpando a los agricultores, que tienen unos derechos de agua”, y remarca que, además de ser una zona especialmente colaborativa con el mundo ecologista, explica que “Castilla-La Mancha tiene un tercio de la dotación de agua con la que cuentan otras regiones que forman parte de la confedera hidrográfica del Guadiana. La dotación más baja de Europa”.
Trasvases de emergencia
Para volver a resurgir y acercarse al esplendor de hace décadas, Las Tablas de Daimiel necesitarían que en sus acuíferos hubiese, al menos, unas reservas de agua de unos 1.500 hectómetros cúbicos. Es la previsión que hace el Instituto Geológico Minero de España (IGME) en un informe sobre la evolución de los tres acuíferos de la zona central de la Cuenca del Alto Guadiana. El documento del IGME también refleja que en estos últimos 40 años, el vaciado del agua subterránea es equivalente a casi 12 metros.
Para el Ayuntamiento de Daimiel, lo deseable cada año sería que en primavera el Parque alcanzara las 1.400 hectáreas encharcadas y a finales del verano hubiese en torno a 600. Sin embargo, esas cifras llevan años sin alcanzarse, y este verano la zona inundada apenas alcanza las 50 hectáreas.
Entre las soluciones de emergencia que se están tomando desde las instituciones, quizá la más recurrente sea la de hacer transacciones de agua desde el trasvase Tajo-Segura. No obstante, no es tan fácil como abrir la tubería y dejar que el agua fluya para recuperar la masa hídrica necesaria, sino que detrás hay una serie de requisitos y procesos burocráticos.
Desde ASAJA aseveran que “hace falta invertir en agua, en trasvases, en una buena planificación hidrológica” que desarrolle “un plan de infraestructuras hídricas para llevar agua de las zonas excedentarias de España a las deficitarias”. Rodríguez abunda en la necesidad de “almacenar agua en los lugares donde llueve mucho, y que puede dar solución a los problemas de las zonas con déficit hídrico, para abastecer a los pueblos de la España rural, que se está vaciando”.
“Si otros lugares, como Doñana, llevaran tanto tiempo secos sería un escándalo”, comenta Seiz, que insiste en que “desde hace décadas los niveles son tan bajos que Las Tablas están secas y todo el agua que se aporta viene, o de los pozos de emergencia o de períodos de lluvia donde los acuíferos se recargan”, y remarca que ese déficit de 1.500 hectómetros cúbicos se deben en gran parte a “la explotación de recursos para regar los cultivos de la zona”.
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Para que las transferencias se aprueben, además de demostrarse que se trata de una emergencia grave, la Comisión Mixta de Gestión de los Parques Nacionales de Castilla-La Mancha (el Gobierno central y la Junta de Comunidades) debe ponerse de acuerdo y presentar una solicitud ante la Comisión Central de Explotación del Acueducto Tajo-Segura, que depende directamente del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico. Y en última instancia es el Ejecutivo central, desde Madrid, quien tiene la última palabra.
Tampoco se puede hacer de cualquier manera. Los protocolos indican que estos trasvases de agua deben hacerse intentando reproducir las condiciones de inundación de los humedales que se darían de manera natural.
Limpieza y restauración ambiental
Hace unos días, el director general de Medio Natural y Biodiversidad de la Consejería de Desarrollo Sostenible de Castilla-La Mancha, Félix Romero, anunció que esperaba que a mediados de este agosto comience a llegar el agua del último traslado de emergencia desde el trasvase Tajo-Segura y que, en principio, se prolongará hasta el otoño.
Mientras tanto, el Parque está acometiendo unas obras de limpieza del itinerario de su principal reclamo turístico: la Isla del Pan, un recorrido en la parte más oriental de Las Tablas desde donde se pueden vislumbrar muchas de las especies de la zona y hay tramos donde una pasarela de madera avanza sobre los humedales.
Tantos años de sequía han deteriorado el circuito. Con el tiempo se han ido acumulando sedimentos y restos de algas y carrizo, que en descomposición provocan malos olores, colmatando y mermando también la superficie inundable. Con estos trabajos se pretende retirar todo ese material vegetal de desecho, replantar especies autóctonas y decapar hasta 30 centímetros de sedimentos.
Aunque ahora se trabaja por limpiar y acondicionar el suelo, donde más se mira en Las Tablas de Daimiel es hacia arriba, hacia un cielo donde este verano no se ha parado ninguna nube amenazante de tormenta, donde el sol es un tirano que castiga con ley marcial lo que debería ser un paraíso de vida en medio de la inclemente llanura manchega.