“Solo se ve bien con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos”, decía una de las frases más famosas e icónicas de la obra El Principito de Antoine de Saint-Exupéry. A veces, algunas cosas no se ven simplemente con los ojos, sino que hay que ir un poco más allá. Algo así pasa con las discapacidades invisibles. Son imperceptibles, no se ven a simple vista.
Sin embargo, como señala Eduardo Martín Cardona, CEO del Grupo Alares, aunque no se vean, estas discapacidades “dificultan que una persona se desarrolle o se desenvuelva en diferentes ámbitos de su vida”.
Según cuenta a ENCLAVE ODS, suelen ser congénitas —desde el nacimiento—, pero también pueden ser sobrevenidas, es decir, aquellas que se “desarrollan a raíz de otras enfermedades o traumas, que generan condiciones físicas, mentales o neurológicas, que limitan los movimientos, sentidos, o actividades de la vida diaria”.
Además de los problemas de salud que conllevan estas discapacidades, también pueden generar problemas a nivel social tales como la exclusión o discriminación. “La discapacidad (visible o no), muy a nuestro pesar, conlleva una serie de estigmas y sesgos negativos que generan desigualdad en el acceso a los recursos”, lamenta Martín.
Uno de los principales problemas sociales que genera es en el ámbito laboral. Algo tan esencial para todos, se puede convertir en un infierno para las personas con discapacidad.
“Les persigue el fantasma del absentismo y la baja productividad, cuando en realidad hablamos de personas con necesidades de conciliación y servicios de salud y bienestar, iguales que el de todas las personas, pero adaptadas específicamente a sus propias características físicas, emocionales, sociales, personales, familiares…”, cuenta Martín.
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Para Martín, las personas con discapacidad invisible tienen una doble carga. Por un lado, el de la propia discapacidad y, por otro, la necesidad de justificar su condición en algunas ocasiones porque “desde fuera no se ve y, generan desconfianza e incredulidad”.
Y añade: “Son microdiscriminaciones que sufren por el desconocimiento sobre la situación por la que está pasando la persona con discapacidad, y donde los sesgos inconscientes actúan prejuzgando o dando por hecho realidades que no lo son”.
El número de personas que sufren discapacidades invisibles en España es difícil de calcular, ya que, señalan desde Alares, “la frontera entre lo que es perceptible y no es subjetiva y esto podría generar nuevas situaciones discriminatorias”.
Por ello, consideran que es más correcto medir por políticas de afloramiento, es decir, “el número de personas que han pasado de una situación de no reconocer su discapacidad a reconocerla y valorarla en su empresa, sea visible o no, y ha pasado a reconocerse e identificar su situación actual abandonando el miedo a sentirse rechazado”.
Aun así, se calcula que en España hay más de cuatro millones de personas con algún tipo de discapacidad, es decir, aproximadamente un 9% de la población total.
Señalamos algunos ejemplos de tipos de discapacidad invisible:
La esclerosis múltiple (EM)
Es una enfermedad del sistema nervioso que afecta a la médula espinal y al cerebro. Aproximadamente, según señala Sunrise Medical, unas 55.000 personas sufren esta enfermedad en España.
Esta enfermedad, señala la Federación Galega de Esclerose Múltiple (FEGADEM) genera varios síntomas no visibles como problemas cognitivos y emocionales (déficits de memoria, trastornos de concentración o razonamiento), alteraciones de la capacidad visual (pérdida de visión de un ojo, visión borrosa, visión doble o movimientos oculares rápidos y voluntarios), o la fatiga general debilitante y cansancio extremo.
El trastorno del espectro del autismo (TEA)
Según la Confederación Autismo España, es “una condición de origen neurobiológico que afecta a la configuración del sistema nervioso y al funcionamiento cerebral”. Esta enfermedad acompaña por lo general a la persona toda su vida y afecta sobre todo a dos áreas del funcionamiento personal: la comunicación e interacción social, y la flexibilidad del comportamiento y del pensamiento.
Hipertensión pulmonar o fibrosis quística
Según señala la integradora social Pilar Rubert Saura en un artículo para la Fundación Caixa Rural Vila-Real, estas personas que tienen estas enfermedades “sufren síntomas de fatiga crónica, el corazón se sobre esfuerza constantemente y actividades como subir escaleras o limpiar la casa implican un sufrimiento constante”.
Trastornos de salud mental
Según como lo define la Organización Mundial de la Salud (OMS), un trastorno mental se caracteriza por una “alteración clínicamente significativa de la cognición, la regulación de las emociones o el comportamiento de un individuo”.
Los cálculos realizados en 2019 por la organización internacional han estimado que 1 de cada 9 personas —o 970 millones de personas— sufren algún tipo de trastorno mental.
Algunos ejemplos de trastornos de salud mental son la ansiedad, la depresión, el trastorno bipolar, trastorno de estrés postraumático, la esquizofrenia o el trastorno del comportamiento alimentario.