La guerra de Ucrania, la pandemia y el cambio climático han creado una confluencia de factores que han agravado la situación alimentaria de millones de personas. De hecho, el último informe del Índice Global del Hambre (GHI por sus siglas en inglés), presentado el pasado jueves 13 de octubre, ha alertado de un estancamiento en el progreso para erradicar el hambre en el mundo.
Elaborado por la plataforma Alliance 2015, en la que participa la ONG española Ayuda en Acción, el estudio indica que junto a las crisis superpuestas, la creciente inflación en los precios de los alimentos, el combustible y los fertilizantes a nivel global podrían incluso agravar la situación.
“La gravedad y la rapidez de los impactos sobre el hambre se han producido en gran medida porque millones de personas ya vivían en el hambre”, señaló en el acto de presentación del informe Alberto Casado, director de Incidencia de Ayuda en Acción.
Recientemente, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (más conocida como FAO), destacó que la mayoría de los países del mundo estaban experimentando un aumento entre el 10 y el 30% en el precio de los alimentos.
“Es particularmente alarmante la inflación de los precios nacionales de los alimentos, en especial para las personas más pobres y vulnerables que dedican una mayor proporción de sus ingresos a la alimentación”, reconoció Qu Dongyu, director general de la FAO, en un comunicado de prensa.
Según destaca el documento, hasta 828 millones de personas estaban subalimentadas en 2021, lo que constituye un retroceso tras más de una década avanzando en los medidores. Y alerta de que esta tendencia puede empeorar en el año 2023 y más allá.
Este impacto está afectando sobre todo al África Subsahariana, a Asia Meridional y a Centroamérica y Sudamérica. Los cuatro casos más preocupantes según el GHI de 2022 son la República Centroafricana, la República Democrática del Congo, Chad y Madagascar, todos ellos situados en el continente africano. En el continente americano, Haití continúa siendo un caso alarmante.
Pero el problema no se limita únicamente a los consumidores, sino que los agricultores también se verán gravemente afectados. El elevado coste de la energía, la producción y el comercio, señaló la FAO, podría llevar a que los agricultores produzcan menos, exporten menos y ganen menos, lo que daría lugar a una crisis de disponibilidad de alimentos a nivel mundial.
De Guatemala a Guatepeor
Por lo general, indicó Ada Gaitán, directora de Ayuda en Acción en Guatemala, a pesar de que los niveles de hambre en América Latina y Caribe son bajos, la situación se ha vuelto “preocupante”. Guatemala, donde trabaja Gaitán, es uno de los países latinoamericanos donde existen datos más graves.
Según constatan desde la ONG, uno de cada dos niños sufre desnutrición, algo que se constata aún más en el ámbito rural, donde hay una falta de acceso a servicios básicos crónica. También entre las comunidades indígenas, donde la cifra de niños desnutridos puede aumentar hasta el 80%.
Jesús Alberto Monroy es uno de los agricultores guatemaltecos que se ha visto afectado por la imprevisibilidad del clima a causa del cambio climático. Ahora, para Monroy, cultivar es como jugar al fútbol, “a veces se gana, a veces se pierde”. Cuando era pequeño, cuenta, no faltaba de nada en su comunidad. Tenían maíz y todo tipo de frijoles (enrededores, chajanes, pemores, ayotes…).
Sin embargo, el cambio climático ha puesto en entredicho la seguridad alimentaria de su familia y otras cientos de miles. El año pasado, por ejemplo, según cifras de Ayuda en Acción, 200.000 agricultores en la región de El Corredor Seco de este país perdieron sus cultivos. “Estamos siempre en la lucha de ver cómo sacamos adelante a nuestra comunidad”, relata Monroy.
Algo falla
Con estas cifras en la mano, el informe plantea que el verdadero problema se sitúa en la estructura alimentaria mundial. Algo ha fallado. Por ello, destaca el informe, hay que transformar el sistema. Eso sí, “la transformación de los sistemas alimentarios requiere de intervenciones multinivel”, explicó Almudena Barrios, responsable de proyectos en Centroamérica y México.
Según destaca el informe, estos sistemas deben ser “más equitativos, inclusivos, sostenibles y resilientes”, para así poder evitar crisis de hambre futuras. Entre las diferentes recomendaciones que realiza el estudio, destacan tres ámbitos:
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Poner en el centro de los esfuerzos para transformar los sistemas alimentarios a la gobernanza inclusiva y la rendición de cuentas.
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Asegurar, considerando el contexto local, la participación, la acción y la supervisión de la ciudadanía.
- Aumentar los recursos para hacer frente a las necesidades humanitarias urgentes, al tiempo que se transforman los sistemas alimentarios para hacerlos resistentes a las crisis.
Asimismo, ante la espiral de crisis, para Ayuda en Acción es fundamental aumentar los recursos para poder responder a las emergencias actuales y fomentar la gobernanza local. Así, por ejemplo, la participación de las comunidades más vulnerables, como la comunidad indígena y afrodescendientes, pueden constituirse como fundamentales.
“La perspectiva local ayuda a revelar las prioridades de los sistemas alimentarios y refleja las necesidades y preferencias locales”, explicó el director de incidencia de Ayuda en Acción. Y esto puede generar “mejores condiciones para afrontar cualquier problema, y en concreto el hambre”, destacó Barrios.