Desde que se promulgó la ley de prevención de Riesgos Laborales en 1995, las cifras de accidentes de trabajo se han reducido ostensiblemente. Sin embargo, a pesar de la mayor concienciación que existe, aún tenemos que lamentar miles de casos anuales. Según el último informe de Comisiones Obreras, en 2021 se produjeron más de un millón de accidentes de trabajo, de los cuales 4.572 fueron graves y 705 fueron mortales.
“En todo este tiempo, sin duda, ha habido grandes mejoras en las empresas, aunque a día de hoy la implantación no es total”, lamenta Eva Rodrigo, directora del Área de Formación para clientes en Quirónprevención. La clave para evitar estos accidentes, señala, está en la sensibilización, y no sólo desde la universidad, sino que también desde pequeños en el colegio sobre la importancia de la prevención.
Entre las principales causas que derivaron en una baja por accidente de trabajo por forma o contacto, señaló el estudio de CCOO, están el sobreesfuerzo físico sobre el sistema musculoesquelético (32%); golpe contra un objeto inmóvil (26%); y, choque o golpe contra un objeto en movimiento (15%).
[Todos los accidentes laborales son evitables]
La formación de los trabajadores, por tanto, es fundamental para que puedan aplicar correctamente las medidas de seguridad durante sus horas de trabajo y así evitar accidentes. De hecho, señala Jaime Pino González, director de Área Coordinación de Grandes Cuentas de Quirónprevención, “todos tenemos que tener una formación inicial en prevención de riesgos, porque si no se estaría incumpliendo la ley”.
El no cumplimiento de la normativa puede acarrear graves sanciones a la empresa. En el caso de que se produzca un accidente grave o mortal, si la empresa no ha proporcionado la formación adecuada a sus trabajadores, además de multas o recargos, el empresario puede tener responsabilidad penal, advierte Rodrigo.
Pero no sólo eso, sino que también una buena formación puede incidir en la propia productividad de la empresa. Según indica la Organización Internacional de Trabajadores (OIT), los accidentes laborales suponen un coste significativo para las empresas y los sistemas económicos. De hecho, según los cálculos de la organización, se estima que se pierde más del 4% del PIB anual del mundo “como consecuencia de accidentes y enfermedades relacionados con el trabajo”.
Convertir la teoría en práctica
Pasar del papel a la práctica es una de las cuestiones más difíciles en la formación en prevención de riesgos laborales, según cuenta Rodrigo. Por ello, el principal objetivo debe ser que los trabajadores sean conscientes de los riesgos a los que están expuestos en su día a día y que los cursos de formación, incluyan también formación práctica que les permita cambiar sus hábitos de trabajo.
“El aprendizaje, como cualquier ámbito de la vida, es un proceso”, indica la directora del área de formación. Y así, hay algunos elementos que son más fáciles de cambiar y otros más complicados. Por ejemplo, cuenta, si hay un hueco sin tapar y te dicen que no hay que pisar ahí, ese es un riesgo fácil de detectar y llevarlo a cabo.
En cambio, hay otros cambios que requieren de una mayor interiorización. Por poner un ejemplo, prosigue Rodrigo, casi todos los trabajadores se saben la teoría de cómo manipular correctamente las cargas, ahora bien, habría que vigilar si realizan su tarea correctamente desde que entran al trabajo hasta que salen.
Cambiar los comportamientos inseguros por seguros es “lo más difícil”, asegura Rodrigo, y ese es el reto que considera que tenemos que lograr a nivel laboral. Aunque también reconoce que no será algo inmediato, “sino que requiere de desarrollar hábitos constantes”.
La formación debe ir acompañada de un seguimiento por parte de las propias empresas una vez realizada la formación, es decir, deben vigilar si se aplican las medidas de seguridad apropiadas. Y esta formación debe repetirse periódicamente cada vez que se producen cambios.
Otras veces son los propios trabajadores los que realizan el seguimiento de una forma voluntaria. Al terminar la formación, asevera Rodrigo, “los trabajadores suelen estar más implicados y concienciados sobre los riesgos que entraña su puesto de trabajo”. Y añade: “Se corrigen entre compañeros, reforzando así comportamientos”.
En todo caso, el objetivo final es conseguir que los trabajadores interioricen completamente todos estos hábitos de seguridad laboral. “Es como si estás trabajando con el ordenador, se hace de noche y enciendes la luz”, ejemplifica Pino. Lo mismo pasa con los riesgos laborales. Porque, como se plantea, si hiciéramos un examen, “casi todos responderíamos correctamente a la teoría, ahora bien: ¿lo aplicamos?”.