Hace dos años, Honduras vivió un momento trágico. En el mes de noviembre de 2020, los huracanes ETA e IOTA arrasaron por completo el país: dos millones de personas damnificadas, cientos de fallecidos e incontables pérdidas materiales. Era la primera vez que dos eventos meteorológicos de esta magnitud —con vientos de hasta 250 kilómetros por hora— ocurrían en un espacio tan breve de tiempo.
La llegada de un nuevo huracán, Lisa, vuelve a poner en alerta máxima al país. Y esto tan sólo un mes después de Julia, que dejó al menos cuatro fallecidos y más de 100.000 personas afectadas. Sin haber resuelto los grandes destrozos que generaron ETA e IOTA, estos dos nuevos fenómenos meteorológicos extremos ponen en peligro los avances logrados hasta el momento en varias zonas del país.
Según ha podido comprobar la ONG Ayuda en Acción, la población más afectada continúa enfrentándose a la pérdida de sus medios de vida, la escasez de alimentos y a un limitado acceso a agua segura. El departamento de Gracias a Dios, por ejemplo, fue uno de los más afectados entonces y vuelve a enfrentarse a nuevas inundaciones.
Muchas de las zonas en las que se trabajaba para la reconstrucción de infraestructuras básicas como centros de salud o colegios, se volvieron a inundar con el paso del huracán Julia. Eso ocurrió en todo el municipio de Brus Laguna, donde el huracán ha dejado al menos dos fallecidos, entre ellos una menor.
Según los datos proporcionados por la Secretaría de Estados en los Despachos de Gestión de Riesgos y Contingencias Nacionales de Honduras (COPECO), tan sólo en el departamento de Gracias a Dios, más de 24.000 están damnificadas y afectadas por las pérdidas de cultivos, inundaciones y daños en sus viviendas.
Uno de los edificios afectados es la escuela de Erika Almendarez, que ahora cuenta con tan sólo tres aulas para 335 alumnos y en pésimas condiciones. “Cuando llueve se moja todo. Las persianas no sirven, las estructuras y columnas están deterioradas y no tenemos mobiliario”, señala en declaraciones recogidas por Ayuda en Acción.
La suya es, por desgracia, tan sólo una de las miles de escuelas de Honduras que se han visto afectadas por los temporales. La escuela de Almendarez será restaurada junto a otros 76 centros educativos más gracias al proyecto de Aba Umalali desarrollado por Ayuda en Acción, aunque desde la ONG lamentan que hay muchísimos más casos.
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Zona cero del cambio climático
Honduras es uno de los mejores ejemplos de cómo el cambio climático está alterando la frecuencia y la intensidad de los temporales, que en muchas ocasiones se traducen en inundaciones catastróficas para los más vulnerables.
“Lo que se está viendo es que la tendencia del número de temporales por año es mayor. Es decir, cada vez hay más y cada vez ocurren en fechas más anómalas, donde antes no sucedían u ocurrían muy pocos”, señaló en una entrevista a EL ESPAÑOL Juan Antonio Morales, catedrático de Geología en la Universidad de Huelva y presidente de la Sociedad Geológica de España (SGE).
Además de la educación, la sanidad o la potabilidad del agua, el cambio climático también amenaza la seguridad alimentaria. “Las tormentas y las lluvias constantes por el cambio climático siguen causando grandes pérdidas de tierras y el deterioro de las fincas”, relata Donaldo Rivas, productor de Barra Patuca, situado en el departamento de Gracias a Dios.
Uno de los cultivos más afectados por el cambio climático es el del café, medio de subsistencia directa e indirecta para un millón de personas en el país (aproximadamente el 10% de la población). Según explicó a la Agencia EFE Napoleón Matute, gerente técnico del Instituto Hondureño del Café (Ihcafé), las tormentas tropicales ETA e IOTA afectaron a más de 4.200 hectáreas de fincas de café y provocaron una reducción de más de 150.000 quintales (sacos de 46 kilos).
Además, señaló a EFE, los efectos del cambio climático han favorecido la proliferación del hongo de la roya en los cultivos de café de Honduras lo que sumado a los bajos precios ha disminuido su producción. Honduras, que tiene una capacidad total de producción de 8,5 millones de quintales de café, podría ver disminuida en un 25% su cosecha para el periodo 2022-2023, previstas en 7,2 millones de sacos, debido a factores climáticos, plagas y enfermedades, según Matute.
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Injusticia climática
“Los efectos negativos del cambio climático afectan en mayor medida a los más vulnerables, que paradójicamente son aquellos que menos han contribuido a estos efectos nocivos. Es lo que se llama la injusticia climática”, denuncia Alberto Casado, director de incidencias de Ayuda en Acción.
Por ello, además de mitigar los impactos del cambio climático, avisa Casado, también es “importante la adaptación de las comunidades porque les otorga mayor capacidad de respuesta ante los impactos como los huracanes”.
Así, con vistas a la COP27, pide a los gobiernos —incluido el español—prestar una mayor atención, coordinación y una mayor inversión para elevar las medidas de adaptación a la crisis climática.
Las medidas pueden ser diversas y variadas. Como señala Casado, pueden ser obras de ingeniería —en el caso de los huracanes, pueden ser canalizaciones y protección de cauces—; medidas de adaptación tecnológicas, como son las redes de alerta temprana; programas de educación; o medidas de adaptación institucionales o económicas como subsidios, seguros o fondos de contingencia antes desastres.