La ballena azul (Balaenoptera musculus) se encuentra en casi todos los océanos del mundo –excepto en el Ártico–. Sin embargo, desde hace años está clasificada como especie en peligro de extinción.
Según el inventario realizado por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), el número de ejemplares está entre 5.000 y 15.000, números muy por debajo de las estimaciones del siglo pasado, que hacían un recuento de alrededor de 350.000 individuos.
Este cetáceo está protegido por la Comisión Ballenera Internacional desde 1966. Está incluida en la Lista Roja de la IUCN desde 1986 y protegida bajo el Apéndice I de la Convención sobre la Conservación de las Especies Migratorias de Animales Silvestres y el Apéndice I de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES).
El más grande del mundo (y de la historia)
Un individuo de ballena azul puede crecer hasta medir 30 metros de largo y pesar más de 180.000 kg. Esto equivale a 40 elefantes, 30 tiranosaurios rex o 2.670 personas adultas.
El ser humano es su principal depredador
El gran 'ballenocidio' se produjo durante la primera mitad del siglo pasado. Debido a su gran envergadura y su riqueza en grasa y aceite, las ballenas azules eran el principal objetivo de la caza furtiva marina. Los balleneros vieron una oportunidad de oro: alta demanda de aceite y un avance tecnológico –arpones más potentes y eficaces– que facilitaba logísticamente su caza.
Si bien la caza comenzó a contraerse desde que se prohibiera su caza, facilitando los esfuerzos de conservación y recuperación de la especie, el peligro no ha dejado de existir.
Contaminación marina, disminución de la calidad del agua, perturbaciones acústicas, y especialmente, las colisiones accidentales con barcos, siguen poniendo en jaque su supervivencia.
Pero la mayor amenaza a la que se enfrenta es la disminución de la cantidad de kril (pequeños crustáceos planctónicos), su principal alimento, que hay en los fondos marinos. Esto tiene múltiples factores, como puede ser el cambio climático, la acidificación o la pesca comercial masiva.
Su corazón es más grande que un carrito de golf
Se han reconocido hasta cinco subespecies, pero la más sorprendente es la antártica o verdadera (Balaenoptera musculus Intermedia). Es el espécimen más grande y pesado del mundo. Según la Asociación Americana de Cetáceos, los más grandes miden alrededor de 30 metros y pueden llegar a pesar hasta 136.000 kg.
Anteriormente, se pensaba que su corazón tenía dimensiones similares a un VW Beetle. Sin embargo, esta afirmación, que ha copado titulares en las redes, no es verdadera. Se asemeja más a un carrito de golf común (1.21 m x 2.4 m x 1.7 m). Por otro lado, el corazón de este animal marino pesa en torno a 180 kg: lo mismo que un león adulto.
Esto lo hace el animal con el corazón más pesado del mundo. Comparativamente, el corazón del animal terrestre más pesado, el elefante africano (Loxodonta), pesa 13 kg, mientras que el de una persona no alcanza los 400 gramos.
Otra curiosidad es que su arteria aorta es la más gruesa, midiendo 22 centímetros.
Tiene el pene más grande del mundo
La ballena azul tiene el pene más grande del mundo. Su proporción del tamaño del cuerpo-pene es de 1 a 12. Proporcionalmente, también tiene el falo más grande, que puede medir hasta 3 metros. Además, cada testículo puede pesar hasta 68 kg.
No pueden llorar
A diferencia de las personas y otros mamíferos, las ballenas azules no pueden llorar de tristeza. No son capaces de producir lágrimas, tal como sucede con buena parte de los animales marinos. No disponen de conductos lacrimales, pero sí de glándulas, que les sirven para segregar una sustancia para lubricar los ojos.
Aunque no lloren, sí que producen lamentos y sollozos. Pueden vocalizar sus emociones y producir gemidos o sonidos descorazonadores cuando se sienten tristes, solos o enfadados.
Son una solución al cambio climático
Los biólogos marinos descubrieron que las ballenas, y especialmente las de mayor tamaño, juegan un rol importante en la captura y almacenamiento de CO₂. Las ballenas acumular dióxido de carbono en sus cuerpos. Poniéndolo en perspectiva, cada ballena acumula, de media, 33 toneladas de CO₂, mientras que un árbol solo absorbe hasta 22 kg por año.