Ni Ibiza, ni Ámsterdam. Aunque estas dos ciudades europeas tengan fama por su noche y el consumo de droga que, en ocasiones, acarrea, ninguna de ellas ostenta el nefasto récord de consumir más cocaína en nuestro continente. En cambio, es el barrio bohemio de un municipio belga el que encabeza un podium que ninguna ciudad quisiera escalar.
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El barrio de Zuid, que está viviendo un boom económico y cultural, es el que ha logrado que las aguas residuales de Amberes (Bélgica) rompan récords. En 2021, un estudio del Observatorio Europeo de las Drogas y las Toxicomanías (OEDT), una agencia de la Unión Europea, encontró allí 1.581,88 (mg/100 p/día) de media. En los fines de semana, esta cifra aumenta hasta los 1.700,55 (mg/100 p/día).
Las cifras de este barrio meridional de Amberes son netamente superiores —casi el doble— a la segunda clasificada en el estudio: San Galo, en Suiza. En esta localidad, la media diaria es de 888,22 (mg/100 p/día). En Barcelona, la ciudad que más consume de España, la media es de 665,38 (mg/100 p/día).
Según señala el propio estudio, el análisis de las aguas residuales para estimar el consumo de drogas en una comunidad aún es un campo en desarrollo, aunque poco a poco se está convirtiendo en una ciencia emergente. La agencia europea realiza esta investigación anualmente desde 2011 y analiza las aguas residuales de 80 ciudades y pueblos europeos para “explorar los hábitos de consumo de drogas de quienes viven en ellos”.
El experimento consiste en tomar muestras de una fuente de aguas residuales, como una planta de tratamiento, y a partir de esa muestra, los científicos pueden “estimar la cantidad de drogas consumidas por una comunidad midiendo los niveles de drogas ilícitas y sus metabolitos excretados en la orina”.
Sobre la cocaína, la tendencia observable es que el consumo sigue siendo más alto en las ciudades del oeste y sur de Europa, especialmente en países como Bélgica, Países Bajos y España. En los países de Europa del Este se encontraron niveles bajos, aunque según señala la OEDT, los datos recientes muestran algunos signos de aumento del consumo.
Un barrio bohemio
Amberes, hogar del pintor Rubens y famosa por su comercio de diamantes, es la segunda ciudad en tamaño e importancia de Bélgica, sólo por detrás de la capital, Bruselas. Dominada por los carriles bici y los tranvías, la ciudad está llena de espacios verdes y elegantes edificios del siglo XVI, muchos de ellos construidos por comerciantes y fabricantes ricos que se han mantenido hasta ahora.
Aunque tuvo signos de decadencia a finales del siglo XX, desde inicios del nuevo milenio, la ciudad está viviendo un auténtico boom económico que está llenando la ciudad de Ferraris, Porsches y Jaguars. "Hace veinte años, Amberes estaba mucho más vacía", señaló Joep Oomen, director de un club social de cannabis, al diario británico The Guardian. Para el antuerpiense, el renacimiento se debe en gran parte a la mayor integración europea.
La incipiente clase media (y alta) y el consumo de cocaína parecen estar inexorablemente unidos. Zuid, un barrio al sur de la ciudad, que se caracteriza por tener un alto nivel adquisitivo y por su mezcla entre bares y galerías con tiendas vintage y de muebles, ha sido precisamente el barrio con mayor consumo de cocaína entre las 80 ciudades y pueblos europeos analizados por el OEDT.
Puerto de entrada de cocaína
Entre las diferentes causas que provocan un alto consumo podría estar el bajo precio de la cocaína. Según la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), el precio medio del gramo de cocaína en Bélgica era de 59 euros en 2017. Se trata del tercer coste medio más asequible en toda Europa, sólo por detrás de Portugal (50 euros) y Países Bajos (56 euros). La media europea está en 84 euros.
Y la principal razón por la cual el precio es tan bajo podría estar en que Amberes es uno de los grandes puertos de entrada de esta droga en Europa. En 2022, las autoridades del país incautaron un récord de 110 toneladas de cocaína en el puerto de Amberes.
Kristian Vanderwaeren, director general de la Administración Federal de Aduanas belga, afirmó a los medios locales el pasado 10 de enero que Amberes es el “principal destino” de esta droga en Europa, ya que Bélgica representa el 40% de todas las incautaciones de cocaína en el Viejo Continente.
Ahora, las autoridades belgas buscan estrechar el cerco a los traficantes y poner fin al problema de las drogas. Según señaló el alcalde de Amberes, Bart De Wever, de la Nueva Alianza Flamenca (N-VA), “se está librando una guerra contra las drogas”, en declaraciones recogidas por Politico.
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Según la UNODC, el mercado de la cocaína no sólo afecta a la salud de los consumidores, sino también presenta una clara amenaza al medioambiente. La mayor parte de los centros de producción están localizados en la región andino-amazónica de América del Sur, uno de los lugares con mayor biodiversidad del mundo.
Y estas plantaciones clandestinas están contribuyendo a la deforestación. Por ejemplo, en dos regiones de Colombia —la región de la Amazonía y Catatumbo—, el cultivo ilegal del arbusto de coca causa directamente o podría estar asociado indirectamente con el 43 al 58 por ciento de toda la deforestación en esas regiones.
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