Tres minutos es el tiempo máximo en el que, de media, un adulto puede prestar atención total a una tarea determinada. Para los adolescentes, en cambio, el minutero cae en picado hasta los 65 segundos.
Mirar el móvil cada pocos minutos –incluso segundos– al ver una serie o una película, dejar de un lado una tarea o conversación para comprobar las notificaciones en nuestra pantalla, ser incapaz de acabarse un libro o, incluso, de mantener conversaciones largas y profundas.
El ser humano ha llegado a un punto de inflexión. La incapacidad para concentrarse es una de las grandes ‘pandemias’ de la era digital en la que vivimos. Como aseguraba el divulgador y periodista escocés Johann Hari en una entrevista para ENCLAVE ODS, estamos perdiendo, lentamente y sin darnos cuenta, nuestros “superpoderes”: la atención y la creatividad, pues la segunda depende de la primera.
Pero, ¿qué es exactamente lo que ha hecho que caiga en picado la concentración de niños y adultos? En su último libro, El valor de la atención: por qué nos la robaron y cómo recuperarla (Ediciones Península, 2023), Hari nos da alguna que otra pista resumida en 12 factores o causas que afectan a ese “superpoder” que se diluye cada vez más en el tiempo… y en la nube.
1. Más estímulos de los que podemos digerir
Las redes sociales son un invento relativamente nuevo, y eso que muchos jóvenes no tienen recuerdo alguno de la vida sin ellas. Twitter, por ejemplo, nació en 2006. WhatsApp, en 2009. Instagram, en 2010. Y TikTok no llegó hasta 2016.
Según un experimento llevado a cabo por Sune Lehmann, físico e investigador de la Universidad Técnica de Dinamarca, en 2013 un tema se mantenía entre los más comentados de Twitter durante 17,5 horas. En 2016, se situaba en las 11.9 horas. Algo similar ocurría en Google Books.
La capacidad de atención ha caído en picado y, en parte, asegura Hari, se debe a la tendencia cada vez mayor de alternar entre temas y tareas. Ese multitasking que lleva ya años de moda y que, como recuerda Hari, “no existe, porque cuando intentas hacer más de una cosa a la vez, todo lo que hagas lo harás peor”.
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Actualmente, escribe el divulgador, “nuestros cerebros no solo están sobrecargados de alternancias”, sino también de estímulos “que nos atacan en cualquier momento”. Y es la corteza prefrontal de nuestro cerebro la que se encarga de que estas distracciones no alteren nuestra atención.
El problema de la era digital actual es que nuestro cerebro se está viendo obligado a alternar entre tareas como nunca antes, a la vez que recibe más información que nunca. Y este sobreestímulo pasa factura.
2. No prestamos atención a lo que nos interesa
El psicólogo y profesor de Harvard B.F. Skinner es considerado el padre del conductismo. Fue él quién descubrió algo que ahora la economía de plataformas –esa dominada por las plataformas digitales, como Amazon, Meta o Google– sabe y explota: que se puede controlar la concentración de la gente.
Hari asegura en su libro que, en la actualidad, lo que predomina es la fragmentación de todo en nuestra vida, incluida la atención. Y en nuestra capacidad de sobreponernos a esos estímulos que nos fragmentan, está la clave para recuperar nuestra concentración. “Todos podemos elegir entre dos fuerzas profundas: la fragmentación o el flujo [o nuestra capacidad de fluir y centrarnos en lo que nos interesa]”, escribe.
Y añade: “La fragmentación nos vuelve más pequeños, más superficiales, más enfadados. El flujo nos vuelve más grandes, más profundos, más calmados”. Para conseguir lo segundo, argumenta, necesitamos “desintoxicarnos” de todo lo que nos distrae, aunque sea durante unas horas, para encontrar algo que realmente capte nuestra atención.
3. El agotamiento físico y mental
“Si todos volviéramos a dormir tanto como nuestro cerebro y nuestro cuerpo necesitan, se desencadenaría un terremoto en nuestro sistema económico, porque este ha llegado a depender de personas con falta de sueño. Los fallos de atención son solamente daños colaterales. Son el coste de hacer negocio”, escribe Hari en su libro.
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Una mala calidad del sueño puede llegar a provocar ansiedad y estrés. El cansancio acumulado, común en una sociedad ‘hiperproductiva’, nos lleva a funcionar de manera incorrecta. Hari asegura que el descanso y el sueño son clave en la pérdida de concentración, porque “la gente crónicamente agotada no es capaz de prestar atención”.
4. No podemos leer de manera sostenida
La incapacidad de cada vez más personas, de todas las edades, para leer durante largos periodos de tiempo está desapareciendo. Esto, según Hari, es causa y consecuencia de la pérdida de atención global.
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Es, dice, la pescadilla que se muerde la cola: “A medida que empezábamos a pasarnos de los libros a las pantallas, comenzamos a perder parte de esa capacidad de lectura profunda que nada de los libros, y eso, a su vez, nos hizo menos proclives a leerlos”.
5. La productividad no nos deja divagar
En la actualidad se entiende la productividad como la capacidad de reducir el foco al máximo y prestar atención a las tareas que hay que sacar, y nada más. El descanso, la divagación, parecen no ser productivas. Sin embargo, cuenta Hari, “cierta divagación mental es básica para que las cosas tengan sentido”.
Porque, explica, “para ser productivos no podemos simplemente reducir el foco lo más posible”. La productividad sin divagación no es tal, porque de esta última nace la creatividad, que no es otra cosa que ser capaces de unir dos elementos que ya existen y transformarlos en algo nuevo.
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Eso sí, alerta Hari, “en situaciones de poco estrés y seguridad, la divagación mental será un don, un placer, una fuerza creativa. En situaciones de mucho estrés y peligro, la divagación mental será un tormento”.
6. La tecnología nos domina
El capitalismo de vigilancia, explica Hari en su libro, es uno de los principales causantes de nuestra pérdida de atención. Es decir, la mercantilización de los datos personales de los usuarios afecta también a nuestra capacidad para concentrarnos.
¿Cómo? “Las empresas nos tienen haciendo scroll todo el rato, cuanto más tiempo pasemos en su web o red social, más dinero ganan, así que utilizan nuestros datos para conocernos y mantenernos conectados”, indica. Porque, asegura, “la gente que se está viendo secuestrada y deliberadamente enganchada no puede concentrarse”.
7. El ‘optimismo cruel’
Lo individual y lo colectivo ya no van de la mano: cada vez se habla más de cambios individuales relacionados con la emergencia climática, con la salud mental o incluso con la atención. Sin embargo, estos, por sí solos, no son suficientes; necesitan que los acompañen transformaciones colectivas.
Hari argumenta que la culpa de ello la tiene el ‘optimismo cruel’, un concepto creado por Ronald Purser, profesor de la Universidad Estatal de San Francisco. El divulgador lo explica en su libro: “Se da cuando tomamos un problema importantísimo con causas muy profundas en nuestra cultura –como la obesidad, la depresión o la adicción–, y ofrecemos a la gente, con un lenguaje entusiasta, una solución individual simplista”.
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¿Cómo afecta esto a nuestra atención? Sencillo: cuando esa “solución” individual no funciona, la persona no le echa la culpa al sistema, sino a sí misma. Por tanto, nunca podremos cambiar ese sistema creado para “secuestrar” nuestra atención.
8. El estrés se dispara
En un mundo en el que se duerme poco y los likes nos obsesionan, no es de extrañar que la salud mental se vea afectada. El estrés, disparado ya desde edades muy tempranas, es otro de los factores que hacen que no seamos capaces de concentrarnos, según Hari.
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El divulgador asegura que un estrés “ligero” nos mantiene alerta y ayuda a nuestra concentración. Sin embargo, niveles de estrés altos y sostenidos en el tiempo nos empujan a “un estado de hipervigilancia” que impide que prestemos atención.
9. No comemos bien
En pocas generaciones, la calidad de la comida ha empeorado sobremanera. Mientras nuestros abuelos se alimentaban con productos naturales y frescos –aunque a veces fuesen escasos– de los que conocían su procedencia, desde hace varias décadas los ultraprocesados y la comida basura se ha adueñado de muchos hogares. El azúcar, por tanto, campa a sus anchas en nuestros organismos, impidiendo que nos concentremos.
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Pero no solo eso. Hari insiste en que las dietas afectan a nuestra concentración porque “la mayoría de nosotros, actualmente, comemos de una manera que nos priva de los nutrientes que necesitamos para que nuestro cerebro se desarrolle y funcione a pleno rendimiento”.
Además, recuerda el escocés, nuestras dietas actuales “también contienen de manera activa elementos químicos que parecen actuar sobre nuestro cerebro casi como drogas”.
10. La contaminación nos invade
Para Hari, la contaminación ambiental es una de las causas de la falta de atención que posee un mayor potencial para afectarnos. “Perjudica seriamente nuestra capacidad de concentración”, escribe. Además, asegura que “las evidencias resultan especialmente preocupantes en los cerebros infantiles, que aún están en fase de desarrollo”.
11. El aumento de TDHA
Los diagnósticos de trastornos de déficit de atención e hiperactividad (TDAH) van en aumento. En España, entre el 4,9% y el 8,8% de los menores lo sufren. En Estados Unidos, el 13%.
Tras hablar con más de una treintena de expertos, Hari argumenta que el aumento de diagnósticos de TDAH ha coincidido en el tiempo con un cambio radical en los hábitos de los niños. Ahora, explica, “a los niños se les deja correr mucho menos”, se pasan “casi todo el tiempo dentro de sus casas o en las aulas”, se alimentan con una dieta “que carece de muchos nutrientes necesarios para el desarrollo cerebral y que está llena de azúcares y colorantes que perjudican la atención” y la escuela se centra en preparar a los niños para exámenes estresantes.
12. El confinamiento psicológico y físico de los más pequeños
Muy relacionado con el factor anterior, se encuentran los cambios de hábitos de las familias. Si hace décadas los niños jugaban libres por las calles o al aire libre, hoy rara vez encontramos algo por el estilo. El contacto con la naturaleza, además, es casi inexistente para muchos menores.
Eso, explica Hari en su libro, afecta a su creatividad, a su sentido de la aventura, a su desarrollo y, por ende, a su capacidad de concentración. Por eso, asegura, es necesario “reconstruir la infancia en torno al juego en libertad de los niños, en sus barrios y en sus colegios”.
Porque, insiste, “los niños que viven encarcelados en sus hogares no van a poder desarrollar una capacidad saludable para prestar atención”.