Imagen del ritual 'mizuko kuyo' en un templo nipón.

Imagen del ritual 'mizuko kuyo' en un templo nipón. iStock

Historias

Desde el 'mabiki' al 'mizuko': así ha sido el macabro camino del aborto en Japón

Así ha cambiado la concepción nipona de la interrupción del embarazo en el último siglo. 

9 julio, 2023 02:01

Japón es la cuna de los contrastes. La modernidad más absoluta se entremezcla con tradiciones ancestrales. La tecnología más puntera convive con prácticas más rudimentarias. Como la noche y el día cuando hay un eclipse de sol, el país nipón no escapa a las contradicciones del mundo moderno; sobre todo cuando a los derechos de las mujeres se refiere.

En la tierra de los robots humanoides, las mujeres niponas no han podido, por ejemplo, usar libremente la píldora abortiva hasta este mismo año. Y es que la concepción del aborto en Japón se ha sometido a grandes cambios en el último siglo. 

Actualmente, la interrupción voluntaria del embarazo viene determinada por una serie de requisitos, como que la madre haya sido víctima de violación o que sufra dificultades físicas, mentales o económicas que impidan el cuidado del bebé. No obstante, si se echa la vista atrás, la relación de los japoneses con el aborto siempre ha sido un tanto macabra, especialmente en el período de posguerra.

[Los retos de la mujer japonesa del siglo XXI: "La sociedad sigue con los roles sexistas del pasado"]

Un "servicio nacional"

Tras la Segunda Guerra Mundial, el Gobierno nipón quiso frenar el número de nacimientos en el país y llevó a cabo políticas pro aborto para cumplir este objetivo. Estas medidas se vieron fomentadas por un rápido crecimiento de la natalidad y una situación económica desesperada.

Aunque durante la guerra, las autoridades instaron a las familias a tener más hijos, años después quisieron revertir su decisión. Nació así la Ley de Protección Eugenésica de 1948, que despenalizaba parcialmente la interrupción voluntaria del embarazo. Pese a que el gobierno adoptó esta postura liberal dos décadas antes que el resto de países, también mantuvo una posición conservadora respecto al uso de la píldora anticonceptiva, que no se legalizó hasta 1999.

Fue así como comenzó una etapa contradictoria en el país. La imposibilidad de acceder a anticonceptivos orales provocó que el aborto se convirtiera en el principal método para no tener hijos en Japón.

La profesora de Estudios Asiáticos de la Universidad de Ginebra, Carina Roth, explica que, durante la década de los años 50, "los líderes de instituciones como la Asociación Japonesa para el Bienestar Materno estaban convencidos de que al realizar abortos, los médicos designados estaban realizando un servicio nacional".

A mediados de las décadas de 1950 y 1960, la interrupción del embarazo era tan común que un funcionario de la Federación de Amas de Casa llegó a afirmar que las mujeres jóvenes se sometían a abortos "como si fueran a hacerse una permanente". 

Según la experta, "las cifras oficiales indicaban unos setecientos abortos por cada mil nacidos vivos, pero varios profesionales en el campo estiman que las tasas reales de aborto hasta la década de 1970 eran posiblemente tres o cuatro veces más altas".

El 'mabiki' 

Durante esa misma época de control de natalidad, también se realizaba, pese a estar prohibida por el Código Penal, una práctica conocida como mabiki o infanticidio. En ella, las comadronas y los médicos desempeñaron un papel fundamental.

Tras el parto, el personal sanitario preguntaba al marido o a la suegra de la parturienta –generalmente nunca a la madre– si el recién nacido debería "ser guardado o devuelto". En el caso de que la familia se decantase por la segunda opción, eran los médicos los encargados de estrangular o asfixiar al bebé.

Pese a que el gobierno central y las autoridades locales intentaron repetidamente frenar el infanticidio, las dificultades económicas eran tales que con frecuencia no se producían castigos ni estigmatizaciones. Además, esta práctica no era percibida como homicidio.

En el Japón premoderno, era raro ritualizar la muerte de un niño abortado, perdido o muerto, en parte porque su fallecimiento no se entendía como antinatural. Sin embargo, durante la década de los años 70 hasta la contemporaneidad, las cosas han ido cambiando.

¿Cuestión de religión?

En este contexto, cabe destacar que en Japón confluyen principalmente dos religiones: el sintoísmo y el budismo. Mientras la primera rehúye cualquier relación con la muerte, a la que considera algo impuro y casi tabú, la segunda subyace la idea de que un aborto voluntario o involuntario está relacionado con el karma.

En el budismo, como en muchas otras religiones, se cree que los espíritus de los muertos tienen la intención de causar daño, a menos que sean debidamente pacificados. En Japón se desarrolló una versión en la que los espíritus especialmente vengativos eran los de las personas que morían de forma no natural o prematura, o que morían fuera de casa como exiliados.

Esta creencia fue utilizada por algunas instituciones religiosas para perseguir y atemorizar a las familias, infligiéndoles la celebración del mizuko kuyo.

El 'mizuko kuyo'

Jonathan López-Vera, doctor en Historia Japonesa, explica que este ritual consiste en "una misa para el feto o el bebé que haya nacido muerto". Normalmente, afirma el experto, "se basa en ofrendas y plegarias, pero los detalles varían mucho entre diferentes escuelas budistas".

Sin embargo, el mizuko kuyo pasó de ser un factor de miedo a uno de consuelo, utilizado principalmente para reconfortar a la madre y a la familia. Hoy en día, muchas familias occidentales, sobre todo estadounidenses, deciden llevar a cabo esta práctica para poder descansar con la sensación de que sus bebés están siendo protegidos.

"Hay determinados templos donde se realizan estos rituales de manera habitual, y son muy reconocibles por unas pequeñas estatuillas de piedra llamadas jizō, que representan pequeños monjes con aspecto infantil y suelen ir vestidos con gorritos y capas de lana de color rojo", concluye López-Vera.

Para asegurarse de que los monjes cuidan a los niños sin vida, ahuyentan a los demonios y ayudan a los bebés a llegar con éxito al otro mundo, los padres y familiares deciden honrarles y dejan juguetes, dulces y otras ofrendas en la base de las figuras de piedra.

[El auge de los hikikomoris en España: así son los hombres jóvenes que rechazan vivir en sociedad]