La "era de las islas artificiales". Así describió el explorador y geógrafo británico Alastair Bonnett la nueva aspiración del ser humano. Si antes ansiaba controlar la naturaleza y hacerla su hogar, creando tierras áridas dentro de lagos, ríos u océanos, ahora ese deseo se ha facilitado con el avance tecnológico. Un ejemplo se puede encontrar en la Perla de Qatar, un lujoso archipiélago artificial que el país árabe construyó, a través de United Development Company (UDC), con el objetivo de alojar a los extranjeros en su capital, Doha.
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"Si Qatar es una burbuja dentro del mundo, la Perla es una especie de burbuja dentro de Qatar", explica la británica Siobhan Tulley, residente de esta lujosa isla artificial, en declaraciones recogidas por BBC World. Y asegura al medio británico que no se sienten muchos de los problemas que afectan al mundo.
Esta isla artificial, que abarca casi cuatro millones de metros cuadrados, trata de condensar las culturas árabe, mediterránea y europea, ofreciendo un lugar en el que los extranjeros pueden residir y disfrutar del ocio como si de qataríes se tratara.
Puertos deportivos de estilo mediterráneo bordeados de yates, torres residenciales, villas y hoteles. A lo que se suma una lujosa experiencia comercial con boutiques y salas de exposición de diseñadores de primera categoría. Bautizada por algunos como la 'Riviera árabe', se divide en tres zonas: Qanat Quartier, el barrio inspirado en Venecia; Porto Arabia, que es descrito por Visit Qatar, como "un moderno barrio mediterráneo"; y, Medina Centrale, el principal distrito comercial.
Una isla artificial y lujosa en el país con mayor renta per cápita del mundo. Está claro que residir en dicho lugar es algo reservado para unos pocos. Un estudio en la zona residencial de la Perla de Qatar puede costar alrededor de 300.000 dólares. Y una villa de cinco habitaciones con vistas al mar puede superar los 12 millones de dólares.
Una inyección al turismo
En la actualidad, la economía qatarí se sustenta principalmente por su fuerte industria del petróleo y el gas. El proyecto de la Perla se ideó para reducir la dependencia de este sector volátil, atraer las inversiones extranjeras e impulsar el turismo. Presentado en el año 2004, se estimó que el coste de erigir la isla rondaría los 2.500 millones de dólares. Pero los datos más recientes valoran el megaproyecto en alrededor de los 15.000 millones de dólares.
La Perla, que debe su nombre al fuerte bagaje histórico de la nación árabe en el comercio de perlas, fue la primera en ofrecer derechos de propiedad absoluta a expatriados. Hoy por hoy, y según el portal web de la isla, hay 33.000 residentes. Y, cada año, quince millones de turistas visitan este espacio, con una oferta de ocio deslumbrante: restaurantes de cinco estrellas, hoteles de lujo, centros comerciales, bares, cines y más establecimientos.
"Cuando llegamos aquí, apenas había servicios alrededor, pero en poco tiempo se ha llenado de restaurantes, cafeterías y negocios. Es muy agradable caminar y no andar tanto en coche", dice Tulley. La británica, acompañada de su pareja, se mudó a la isla con la idea de pasar no más de tres años, pero ya acumula casi siete como residente de esta exclusiva isla.
La pareja tiene cubiertos en parte los gastos del arrendamiento y gozan de 90 días de vacaciones más fines de semana, según relatan a BBC World. "Estamos muy felices y me siento muy segura", declara Tulley.
Un gueto lujoso
Una de las críticas más sonadas sobre la Perla es que funciona como un gueto para los extranjeros. El gobierno qatarí ya ha sido objeto de la condena internacional por utilizar el urbanismo para segregar a las personas extranjeras, separándolas de los nacionales. El ejemplo más notorio es el complejo residencial Labour City, que acoge a trabajadores migrantes del Sudeste Asiático y África Oriental en las afueras de Doha y cuyo acceso está restringido y vigilado.
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Algunas oenegés alertaron del abusivo sistema laboral qatarí basado en el patrocinio (el sistema kafala), que vinculaba legalmente a los trabajadores extranjeros con sus empleadores. Según Amnistía Internacional, dicho entramado "impedía a los trabajadores cambiar de empleo o incluso salir del país sin permiso de su empleador" y "atrapaba a los trabajadores migrantes en un ciclo de abusos".
Tal como informa BBC World, las voces críticas han tildado la razón de existir de la Perla como un intento de las autoridades de mantener a los extranjeros excluidos y ocultos, como a los trabajadores inmigrantes de Labour City. El gobierno qatarí lo niega y asegura que es para garantizar su seguridad.
Al menos en lo que se refiere al ámbito laboral, las condiciones de los extranjeros distan mucho de ser idénticas a las de los nacionales. Así lo declara el venezolano Gustavo Jaramillo, un ingeniero que vive y trabaja en la isla artificial. "Profesionalmente, los qataríes están en la cúspide", declara a BBC World.
La locura de las islas artificiales
"Se están construyendo nuevas islas en número y a una escala nunca vista", explicó el geógrafo social Bonnett, que documentó su travesía por las islas más nuevas, frágiles y bellas del mundo en su libro The Age of Islands: In Search of New and Disappearing Islands (Atlantic Books, 2021).
En los dos años de investigación sobre las nuevas islas, Bonnet se percató que gran parte de los proyectos de islas artificiales se acometen para satisfacer una demanda particular: la de los más adinerados. En un artículo de opinión, el geógrafo social explicó que "el mercado más fiable para las islas artificiales urbanas es la gente adinerada que quiere vivir en la ciudad, pero no quiere soportar su tráfico, suciedad e inseguridad".
Y no hay una zona que lo esté haciendo mejor que la península de Arabia. "Los extravagantes planes insulares de Dubái y sus vecinos son vistos por muchos asiáticos y africanos como una historia de éxito y el camino a seguir", señala Bonnett para City Monitor. Por eso, los países del Golfo son vistos como referentes del 'saber hacer' (know-how) de las islas artificiales. Además, su notoriedad aumenta con proyectos como el que ambiciona EAU: siete islas mundiales que simbolicen cada uno de los continentes del globo.
Pero al uso residencial y recreativo, se suman otras razones que explican el apogeo de las islas artificiales. En China, por ejemplo, se están construyendo complejos insulares para extender la presencia territorial y militar. Con cada nueva isla, cuenta Bonnett, China se engrosa 200 millas náuticas más de territorio, lo que le ha permitido reclamar casi la totalidad del Mar de China Meridional.
Y en las islas Maldivas, se erigió una isla, Thilafushi, con un único propósito: dar salida a miles de toneladas de residuos que se generan en las principales islas.