“Los bebés son maestros poderosos”, afirma Mary Gordon a ENCLAVE ODS. La educadora y experta parental canadiense fundadora de la iniciativa Roots of Empathy (o raíces de la empatía). Y es que, para ella, los bebés son los mejores profesores de inteligencia emocional. Porque, dice, "no tienen reparos en comunicar cómo se sienten. No hay normas sociales que les transmitan mensajes destructivos del tipo ‘los bebés no lloran’”.

Después de trabajar en proyectos anteriores con familias vulnerables como maestra de guardería y en centros de alfabetización de padres y familias, explica, fue haciéndose cada vez "más consciente de la violencia doméstica y el maltrato infantil". Una realidad que no siempre se visibiliza.

Un día, confiesa, cayó en la cuenta de que "lo que tenían en común toda violencia y sufrimiento era la ausencia de empatía del maltratador". Además, "había observado que la primera relación de la vida entre el niño y el padre era muy poderosa, pues era ahí donde la empatía florecía o se desvanecía", matiza.

Uno de los 'bebés profesores' de Roots of Empathy. Cedida

De su experiencia nació Roots of Empathy, con una propuesta docente revolucionaria. Esta se basa "en la suposición de que todos nacemos con la capacidad de empatizar y que son las experiencias que vivimos las que determinan hasta qué punto llegamos a ser empáticos". Hace 30 años, explica Gordon, no existía ninguna base científica que respaldara su tesis de que "la ausencia de empatía subraya la violencia y la crueldad en contextos interpersonales y sociales".

Sin embargo, "la neurociencia ha hecho enormes progresos y ahora se acepta que existe un centro en el cerebro donde se puede medir la empatía y que, de hecho, son las interacciones tempranas que experimenta un bebé las que fomentan el desarrollo de la empatía o lo bloquean", concluye.

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De bebés a profesores

¿Cómo funciona su propuesta de los bebés profesores? Gordon explica cómo "cada aula adopta un bebé durante 9 o 10 meses. El padre o la madre llegará a clase con el instructor del programa, que será distinto del profesor del aula, y existirá un plan formativo con cuatro niveles diferentes, para niños de entre 5 y 13 años".

Cada programa consta de nueve temas, con tres clases en cada uno. "En el centro de la propuesta está la visita familiar, en la que los niños se reúnen en torno a 'La Manta Verde'. Le cantan al bebé una canción de bienvenida y tienen la oportunidad de que el bebé se presente a cada niño para acariciarle los pies y mirarle a los ojos", cuenta la creadora de esta iniciativa.

"Los corazones de los niños se derriten y la clase aprende colectivamente a cuidar del ser humano", admite Gordon. Y añade: "Los niños siguen el desarrollo de los hitos del bebé, celebran cada etapa de crecimiento y, en las clases anteriores y posteriores a la visita familiar, hacen predicciones sobre el bebé y reflexionan sobre cómo sus experiencias son similares a las de este".

Gordon concluye que "hay un aprendizaje profundo porque hay una conexión profunda sobre cómo intervienen las emociones en el aprendizaje". 

Consciente de la injusticia que supone privar a un niño del desarrollo de la empatía, el rasgo humano por excelencia, la pedagoga decidió llevar al aula "el mejor modelo de empatía" que pudo encontrar, un bebé recién nacido. "Tenía la sensación de que la empatía no se podía enseñar como las matemáticas, sino que podía aprenderse mejor con la interacción humana", confiesa.

"Cuando una clase adopta a un padre y a un bebé de la comunidad y observa su desarrollo a lo largo de todo el curso escolar, no sólo se enamora del bebé y se enorgullece de su desarrollo, sino que aprende a valorar los sentimientos", cuenta.

Y explica: "El instructor enseña a los niños a aprender los nombres de los sentimientos del bebé y, mediante el debate, los niños identifican esos sentimientos en sí mismos y en los demás. Las discusiones que siguen son desgarradoramente honestas y el apoyo que los niños se muestran unos a otros al compartir sentimientos vulnerables nos da la esperanza de que nuestra actual crisis de conexión social y soledad puede superarse generacionalmente".

Uno de los' bebés profesores' interactuando con alumnos.

“Todo aprendizaje depende del estado: un niño triste, enfermo o estresado no puede aprender”, añade. Y continúa: “La pandemia causó estragos en la salud mental y el bienestar de nuestros niños. Al volver a la escuela, lamentablemente la mayoría de las escuelas midieron las lagunas de aprendizaje y trabajaron duro para reconstruir las habilidades y recuperar las lecciones perdidas".

En ese momento, "los profesores estaban preocupados porque los niños no aprendían y porque su comportamiento, desarrollo emocional y atención eran peores de lo que habían visto nunca". Por eso, asegura Gordon, se recurrió a su programa en once países, "para salvar la brecha entre el comportamiento desregulado de los alumnos y su capacidad para beneficiarse de la instrucción", matiza.

De esta manera, ayudaron a los niños a "identificar sus sentimientos de ansiedad, confusión general y pérdida de habilidades sociales". Una vez que pudieron hablar abiertamente de cómo se sentían, "empezaron a regular sus emociones y conseguir un estado de calma, en el que se podía aprender. Los profesores sintieron que esto era mágico".

El impacto de Roots of Empathy

Desde el año 2000, el programa Roots of Empathy ha sido evaluado por investigadores independientes mediante estudios comparativos y aleatorios controlados, señala su fundadora.

“Estas investigaciones se han llevado a cabo en distintos países de tres continentes y han constatado sistemáticamente que los alumnos experimentan un aumento de los comportamientos prosociales (compartir, ayudar, incluir), un aumento de la empatía y una disminución de los comportamientos agresivos, incluido el acoso escolar”, comenta.

Al final de cada curso, continúa explicando, “también realizamos una evaluación anual del programa, en la que son los alumnos, los padres voluntarios, el instructor y el profesor los que pueden compartir con nosotros su experiencia del programa. Algunos de los testimonios son muy claros”.

Por ejemplo, en el relato anónimo de una profesora de 2º curso en Nueva Escocia, Canadá: “Mis alumnos se sintieron muy cómodos hablando de sus sentimientos en relación con el desarrollo y las necesidades del bebé. Los niños comprendieron mejor cómo se estaban sintiendo los demás en un momento determinado y fueron capaces de ofrecer más apoyo a los demás, en lugar de reaccionar negativamente”.

Un grupo de niñas interactúa con uno de los bebés del programa. Cedida

Otro profesor de 5º curso en Belfast, Irlanda del Norte, explica a ENCLAVEODS que “Roots of Empathy es un programa de apoyo brillante para ayudar a niños a comprender sus emociones y es estupendo utilizarlo junto con nuestro plan de estudios actual. Les abre a la idea de que, en el fondo, todos necesitamos amor. Este sentido de comprensión fomenta un sentimiento de calma, promoviendo aún más la calidad de su aprendizaje en el aula".

Por último, una profesora de 2º curso en Seúl, Corea, explica cómo “al principio del semestre teníamos algunos alumnos que mostraban violencia física o se burlaban de sus amigos, pero esos comportamientos se han reducido significativamente. Y teníamos un alumno que solía disculparse sin empatizar, y empezó a comprender y a empatizar de verdad. Sobre todo, creo que pudieron comprenderse mejor a sí mismos y a los demás, y darse cuenta de que ser diferente no es malo. El programa permitió a los alumnos disponer de un tiempo precioso para prestar atención a los demás y comprender los sentimientos de otros”.

En definitiva, Roots of Empathy demuestra ahora en once países que los bebés pueden enseñarnos más sobre emociones que muchas personas adultas.