Yoichiro Yamada conoció el flamenco en su país natal. Una tarde, con 17 años, en su casa, cuando estaba viendo la televisión, descubrió a Paco de Lucía. “Era el año 1972 y Paco hacía su primera gira en Japón. Se quedó alucinado. Embobado. ‘Me ha caído un rayo’, le dijo a su hermana”.
Lo explica David López Canales (Madrid, 1980), que se encontró con la historia de Yoichiro, “sin esperarlo, como se cruzan todas las cosas que nos trastocan la vida para bien o para mal y nos alteran eso que llamamos planes", cuenta.
"Me la contaron mientras trabajaba en otro libro y enseguida me obsesioné con ella porque me resultaba una historia demasiado increíble para ser real: la de un japonés que apareció muerto una mañana de verano en la Plaza de Oriente de Madrid tras una odisea de 20 años", asegura el periodista y escritor. Pero no solo eso, la de Yoichiro también es "la historia de amor desbocado de un hombre que hace un viaje a la locura, que llega a España persiguiendo un sueño y acaba perseguido por ese sueño. Y lo que es muy importante también, por supuesto: una historia inédita. Yo podía ser el primero en contarla".
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El proceso de documentación culminó en el libro que ahora edita el sello Pepitas de Calabaza, El tigre y la guitarra. Y, explica el periodista, “fue como el de un trabajo periodístico al uso: buscar la documentación y las fuentes que te permitan contar la historia, que es como encontrar las piezas de un gran puzle del que al principio quizá sólo tengas el marco o una esquina o un pedazo del medio".
Escribirlo, reconoce, "fue complejo, porque no se trataba, o yo no quería que se tratase, de contar una historia, sino de intentar contagiar una obsesión: la mía por esta historia".
Yoichiro llega a Madrid
Los años 80 recibieron en Madrid al protagonista de este libro sin hablar español. ¿Cómo fue esa llegada?
Pues se encuentra en ese Madrid de finales de los 80 en el que, lo mejor para él, había un gran ambiente de flamenco: peñas, tablaos, academias… Los primeros años le enviaban dinero sus padres para que cumpliera su sueño y se hiciera guitarrista flamenco. Con ese dinero, además de comer, pagar una habitación y dar clases, se compró también algunas guitarras artesanales, que son una maravilla y valen una pasta, y que nunca venderá ya ni para comer.
¿Es cierto que era descendiente de samuráis?
Sí, sí. Él se lo decía a sus amigos y sus amigos se pensaban que se le había ido la olla. Pero es verdad que tenía antepasados, tanto por parte de padre como de madre, que formaron parte de la última generación de samuráis antes de desaparecer.
En la segunda parte de la historia, ¿cómo es que termina en la calle? ¿Por qué se niega a volver a Japón ni a vender sus guitarras?
Van pasando sus primeros años en España y se queda sin dinero, pero se niega a volver a Japón. No quiere. Cuando le preguntan dice que no puede volver, que ha fracasado, que no se ha convertido en el guitarrista que soñó y que así no puede volver. Volver no es una cuestión de aviones, sino de honor.
A partir de ahí comienza un viaje de años hacia la nada, de deterioro, de intentar salvarlo sus amigos y de estrellarse contra un muro. Ni siquiera quiso vender una guitarra para comer. Decía que si la vendía se convertiría en un tigre y le devoraría. Es imposible ayudar a quien no se quiere dejar ayudar, por mucho que nos duela.
El sinhogarismo
¿Cree que fue la calle lo que finalmente acabó con él?
Sí. La vida en la calle es un desgaste diario. Las personas que viven en la calle, y cada vez, desgraciadamente, son más en España, visten abrigo incluso en verano porque llevan ya el frío en los huesos.
Yamada se fue deteriorando y apagando hasta morir, porque además se negaba a ir al médico. Creo que él sabía que ese iba a ser su final y, simplemente, y digo simplemente con lo chocante del término, se dejó ir hasta ese final.
Ahora con la distancia, ¿ha cambiado la razón por la que escribió este libro?
Yo quería escribir el libro porque es una gran historia, porque quería contar esta gran historia y porque creo que, a pesar de las distancias, podemos sentirnos identificados con él. Un fracaso existencial le atrapó, sentir que había fracasado, no uno real. Es una sensación más irreal y dura y de eso, también, va el libro.
¿Escribir este libro le ha cambiado?
¿Cambiarme a mí? Pues no lo sé. Supongo que todo nos cambia, pero no sé apreciarlo o decir en qué. Sí sé que tras contar esta historia me fijo más en las personas que viven en la calle, a quienes vemos como si fueran invisibles, y me incluyo, por supuesto, en la crítica. La de Yoichiro Yamada es, en definitiva, la historia de una de esas personas.