La Comuna 13 de Medellín (Antioquia, Colombia) es un símbolo de resiliencia. Un lugar donde solo el hecho de existir se ha convertido en un acto político. Y es que sus laberínticas y empinadas calles cuentan la historia de todo un país. Uno que ha sido azotado por la insensatez humana de emplear las armas en nombre de los ideales. Los mismos que se desvanecieron en medio de las luchas irracionales por ostentar el poder y los recursos.
El barrio, que se encuentra enclavado entre las colinas de la zona occidente de la ciudad, se fue conformando por familias campesinas que habían sido desplazadas forzosamente desde el campo a causa de la violencia. Una historia que se repite, tristemente, hasta nuestros días. Y es que en lo que va de 2023, cerca de 4.000 víctimas del conflicto han arribado a la capital de Antioquia, según datos de la Personería de Medellín.
Durante las décadas de los 80 y 90 del siglo pasado, la comunidad vivía sumergida en un clima de desasosiego a causa de la disputa por control del territorio entre grupos armados ilegales. También tuvo que hacer frente al empleo de la fuerza descontrolada por parte del Estado a través de sus cuerpos de seguridad. Mientras tanto, sus habitantes le vieron el rostro a otros enemigos más silenciosos: la pobreza, la desigualdad y la estigmatización.
¿Quién dio la orden?
Otra de las circunstancias que marcan la historia de la comuna está vinculada a este nombre: Pablo Escobar. Quien fuera el número uno del cartel de Medellín puso el nombre de la ciudad en el mapa internacional como una de las más peligrosas del mundo. Sus actividades delictivas y criminales vinculadas al narcotráfico abrieron paso a secuestros, extorsiones, actos violentos por ajustes de cuentas, homicidios, desapariciones o reclutamiento de menores.
Entrados los 2000, se sucedieron diferentes operaciones militares por parte del gobierno de Álvaro Uribe, en el marco de su política de seguridad democrática. El objetivo de las mismas era combatir a la guerrilla, las autodefensas ilegales y la delincuencia común para sacarla de la Comuna. Sin embargo, las que más han marcado la historia de la 13 fueron la Operación Mariscal (mayo de 2002) y la Operación Orión (16, 17 de octubre, y meses posteriores de ese mismo año).
Esta última se trata de la mayor acción militar perpetrada en un área urbana en todo el territorio nacional. La guerra ya no solo se sucedía en el campo colombiano. Orión dejó un balance de 80 civiles heridos, 17 homicidios cometidos por la Fuerza Pública, 71 personas asesinadas por los paramilitares, 12 personas torturadas, 92 desapariciones forzadas y 370 detenciones arbitrarias, según datos ofrecidos por la Cooperación Jurídica de Libertad.
Una de estas historias es la de Arles Edison Guzmán, cuyo caso es el primero que logra llegar a la Corte Interamericana de Derechos Humanos a causa de su desaparición en el marco de la operación. Ante este escenario, la juventud de la Comuna 13, que se crio en medio del fuego cruzado, decidió armarse. Lo hizo a través de la pintura, las letras, el baile y los ritmos de la música urbana para decir basta a décadas de tanta sin razón
El poder de transform(arte)
Y con aires de cambio social en la Comuna se inaugura Casa Kolacho en 2013. Se trata de un centro cultural autogestionado. El mismo nace con el fin de brindar más herramientas y espacios formativos a la juventud del barrio. "Este fue uno de los ideales de Kolacho, quien fue asesinado el 24 de agosto 2009, y que participó activamente en el colectivo de hip-hop C15 y otros artistas", cuenta Sandro, alias Alien 13, artivista, rapero y habitante de la Comuna 13.
"Somos pioneros en la escuela de formación gratuita de hip-hop a nivel ciudad. Gracias a otros parceros [compañeros] de distintas comunas como la 3 Manrique o la 1 El Popular, que también iniciaron escuelas con este género. Desde que Casa Kolacho se constituyó han pasado por ella 4.000 jóvenes. Hemos apoyado a la juventud que no cuenta con muchos recursos, para permitirles otras oportunidades de vida", continúa.
La gratuidad de la formación es posible gracias a la actividad graffitour. "La idea nace en 2011 y es entonces cuando empezamos a reclutar jóvenes y habitantes de la 13 para que hagan el recorrido. No queremos hablar de un tour turístico, sino de una labor de memoria histórica, arte y transformación", explica. Sin embargo, Sandro hace un inciso sobre la expresión reclutar: "Queremos resignificar esta palabra. Nosotros reclutamos para hacer el arte, no la guerra".
Esta iniciativa de construcción de paz forma parte de una significativa transformación social y urbana que ha vivido la Comuna en los últimos años. "Estos espacios nos han brindado la oportunidad de expresarnos. Ya teníamos algunos referentes, quienes nos guiaron en medio de la violencia. Algunos perdieron la vida, esos seres de luz, como yo los llamo, que a pesar de las amenazas, continuaron liderando procesos sociales. Ellos me inspiraron, me sirvieron de espejo", cuenta.
Para Casa Kolacho es muy importante empoderar este tipo de enclaves culturales para que puedan replicarse en otros lugares. Aunque conscientes del estigma hacia la cultura urbana, continuaron adelante con el legado. "El graffiti era visto como algo que hacían los guerrilleros o paramilitares. Para ellos, una forma de señalar su territorio era haciendo pintadas de sus siglas. Se podía llegar a violentar a un grafitero por pintar una pared, pues se interpretaba como vandalismo", detalla.
Sin embargo, a partir de distintas expresiones de descontento social, el graffiti sirvió como un arma para lanzar consignas populares. Lo que acercó este tipo de arte urbano a mucha más gente. "Se trata de una forma de representar una realidad y una verdad, que muchas veces quieren ocultar o minimizarla. Hay que, simplemente, seguir resistiendo al estigma", detalla Sandro a ENCLAVE ODS.
Los cambios políticos que se han producido en el país han marcado una nueva hoja de ruta en materia social. "Quisiéramos que se implementen programas que promuevan la inclusión y la reconciliación en las comunidades. Además, que se aleje a la juventud de la violencia y las pandillas a través de actividades culturales, deportivas y educativas. Este trabajo ya lo llevamos haciendo desde proyectos como Casa Kolacho. Lo importante es buscar nuevas vías de colaboración con los gobiernos. Nosotros seguiremos ahí, dándole con fuerza", concluye.