El séptimo incendio y el segundo conato en tres meses. Esto es lo que han tenido que vivir los vecinos de Devesa del Saler (Valencia). El último fue declarado la tarde del pasado sábado 21 de octubre y, después de los intensos esfuerzos de los equipos de bomberos, se consiguió controlar la mañana del domingo. En esta ocasión el susto no ha durado demasiado. Una de las hipótesis sobre el origen del incendio y del pequeño conato que se extinguió satisfactoriamente la noche del viernes es que no fue accidental.
"Parece que ha sido provocado", expresó la Guardia Civil a Europa Press el domingo, tras anunciar que había abierto una investigación para determinar el origen del incendio. Uno de los indicios que apuntan a esta posibilidad es que en los incendios de los últimos días había más de un foco. Además, algunos vecinos de El Saler afirmaron a los diarios locales que hay un pirómano en la zona.
"Es evidente que hay un pirómano obsesionado con quemar el Saler" expresó una vecina atemorizada por la muralla de llamas que podía divisar desde su balcón al diario Levante-EMV. La Asociación de Vecinos de El Saler instó a los vecinos a "estar vigilantes ante cualquier situación o actuación sospechosa" a través de la red social X. Y además, compartió algunas imágenes del fuego.
A esta misma fuente, los vecinos de las fincas próximas al parque natural dibujaron el perfil del posible sospechoso que está detrás de los incendios: un hombre joven vestido con ropa oscura, pantalones largos y una gorra o capucha. Las autoridades no descartan que sean dos o más personas las implicadas en los incendios.
"Un trastorno mental diagnosticado"
“Los pirómanos tienen una fascinación desmesurada por el fuego. Algunos de ellos se apuntan como voluntarios para apagar los fuegos, coleccionan artilugios directamente relacionados con los incendios y hay incluso bomberos”, explica Manuel Martín Carrasco, psiquiatra y presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental.
Antes que nada, eso sí, que la piromanía es un trastorno mental diagnosticado por un profesional de la salud, y no tiene nada que ver con la mayoría de los fuegos que se producen en España, que se deben a los “incendiarios”.
“Un pirómano debe ser diagnosticado por un psiquiatra o un psicólogo clínico. La única actividad delictiva de estas personas tiene relación con el fuego. Son perfiles muy específicos”, insiste. Otro de los factores comunes que los identifica es que siempre se quedan a ver todo el “espectáculo” de extinción, pero a la vez son personas muy difíciles de localizar y detener.
Suelen quedarse escondidos en algún lugar donde nadie los pueda identificar mientras van apareciendo en el lugar de los hechos las distintas dotaciones de los servicios de emergencia para sofocar el fuego. “En algunas ocasiones son ellos mismos los que llaman a los bomberos”, detalla Andrés Sotoca Plaza, comandante de la Guardia Civil, miembro de la Unidad Técnica de Policía Judicial y Doctor en Psicología.
Atraidos al fuego desde pequeños
De hecho, los expertos con los que se ha reunido EL ESPAÑOL adjudican parte de la culpa de la mala praxis semántica para designar a pirómanos e incendiarios a los medios de comunicación. “Muchas veces leemos la noticia de que se ha localizado al pirómano causante de este fuego o aquel otro, pero casi nunca es cierto. Representan un porcentaje muy reducido de la causa de los incendios en nuestro país, ya que suelen confundirse con los incendiarios, que son muchísimos más”, explica Sotoca.
Sotoca fue uno de los pioneros en España en analizar el comportamiento de los afectados por esta patología. Todo comenzó en 2006, a raíz de la oleada de incendios que asolaron Galicia y que llevaron a la Fiscalía a investigar qué es lo que había detrás de aquel fenómeno sin parangón. Por entonces, se originaron más de 1.970 incendios forestales que arrasaron buena parte de Pontevedra y La Coruña durante las primeras dos semanas del mes de agosto. La cifra de hectáreas quemadas fue escalofriante: entre 80.000 y 100.000, según la fuente.
“A partir de 2008 extendimos el estudio a nivel nacional. Empezamos a estudiar en profundidad los distintos perfiles criminales cada vez que se causaba un fuego de forma intencionada”. Con autorización del fiscal, Sotoca se entrevistó en la cárcel con más de medio centenar de criminales relacionados con los incendios, y logró recabar datos de relevancia de casi 2.300.
“Nos encontramos con incendios que calificamos como sin sentido, en los que no había ninguna razón aparente para ser ocasionados. Estos representaban aproximadamente el 20%”, explica. Se trata, generalmente, de personas con trastornos psicóticos, problemas de control de los impulsos, consumo de drogas y síntomas de coeficiente intelectual bajo: “El 74% eran consumidores de alcohol”.
De todos aquellos que habían ocasionado los incendios sin causa aparente, apenas un 8% encajaban con el perfil de pirómanos. “Se trata de un trastorno muy concreto que suele determinarse una vez ya están en la cárcel”, indica Sotoca. Suelen ser personas extremadamente atraídas por el fuego o la parafernalia de extinción de un incendio y con un impulso incontrolable para causarlos. De hecho, se trata de perfiles seriales. Es decir: que lo repiten o intentan repetirlo varias veces a lo largo de su vida.
“Los pirómanos con los que nos encontramos acostumbraban a ser gente solitaria y con un estado de ánimo bajo. Confesaron que la atracción por el fuego ya les vino desde pequeños, y ya de adultos vivieron algún acontecimiento que les reactivó esa pasión descontrolada. Es a partir de entonces cuando empiezan a delinquir”. Según el doctor Martín Carrasco, buena parte de ellos empiezan a provocar fuegos a una edad relativamente joven, y su fascinación por él les lleva a tener profesiones y modos de vida que los mantenga cerca de este elemento.
Antisociales, trastornados y seriales
“Se ha intentado establecer un perfil tipo de los causantes, pero hay tantos que es difícil determinar cuál es el mayoritario”, detalla a EL ESPAÑOL Lourdes Casademont, Agente Mayor de Incendios en Agents Rurals de Catalunya. Matiza, como el resto, que los pirómanos son un porcentaje extremadamente reducido, y que en 22 años de carrera nunca se ha topado con ninguno.
“Con lo que sí que nos encontramos es con muchos incendiarios. Acostumbran a ser hombres, de mediana edad, que abusan del alcohol o de las drogas y que sufren algún trastorno mental. Además, suelen actuar en la zona donde residen y repiten los patrones de creación del incendio”, indica.
“La mayoría de ellos tienen algún trastorno mental como bipolaridad, esquizofrenia, discapacidad intelectual o trastornos de personalidad graves”, remarca Martín Carrasco, que insiste en el hecho de que suelen ser personas ligeramente antisociales. Según el Perfil psicosocial del incendiario forestal español privado de libertad, elaborado por Verónica Muñoz y José Luis González, el 74% de ellos son consumidores de sustancias estupefacientes, suelen tener un nivel de estudios elemental y nunca antes habría sido objeto de vigilancia policial previa a la detención.
El mismo informe detalla que se trata de personas con un coeficiente intelectual menor de 80, suelen ser empleados no cualificados a jubilados (sobre todo sector agrícola o de la construcción), actúan casi siempre en solitario y han requerido de tratamiento psicológico previo al incidente.
Falta de información
El conocimiento de los expertos acerca de esta patología es muy limitado. La razón de ello es la falta identificaciones en la autoría de los incendios provocados. Según los datos del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, apenas se identifica un 9% de los autores de los fuegos en España. A diferencia de lo que ocurre en los homicidios –se resuelven 9 de cada 10, según los datos de la Interpol–, la inmensa mayoría de los delitos relacionados con el terrorismo incendiario quedan sin esclarecer.
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El tratamiento de los pirómanos diagnosticados suele conllevar, muchas veces, medidas farmacológicas. Según el presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental, se les administran estabilizadores de ánimo y antipsicóticos que disminuyan su ansiedad.
“También se aplican terapias para que puedan vehicular esos impulsos de otro modo que no sea mediante el fuego. El principal problema es que los datos que tenemos acerca de este trastorno son muy escasos, y las personas que lo sufren apenas tienen conciencia de ello. Una vez originan el fuego se muestran ajenos a las consecuencias, y no muestran predisposición a los tratamientos. Además, al no conocerse la mayoría de los culpables, puede que el porcentaje de pirómanos sea muchísimo mayor de los que tenemos registrado”, concluye el experto.
El noroeste, a la cabeza de España
El último documento oficial de la estadística general de incendios forestales, realizado por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO), muestra una clara diferencia de las causas de los incendios según la zona geográfica española.
El noroeste peninsular, que incluye Galicia, Asturias, Cantabria y zonas del País Vasco y Castilla y León, presenta los peores datos en incendios provocados: 8 de cada 10 fuegos en superficie forestal tienen una causa intencionada. En las islas Canarias la estadística baja a 7 de cada 10, pero continúa siendo muy elevada.
En cambio, en la zona del mediterráneo, solo un 19% de los fuegos que se originan (es decir, 2 de cada 10) tienen su causa en una acción provocada con intencionalidad. La mayoría (el 63%) corresponden a negligencias y causas accidentales. En el caso de las comunidades interiores (Madrid, Castilla la Mancha, Aragón, Navarra, Extremadura, La Rioja y zonas de interiores de Castilla y León) el porcentaje de incendios intencionados es del 38% mientras que el 46% corresponden a accidentes.