El 2 de noviembre de 2018, varios vecinos de la localidad de Gilbert (Minnesota, EEUU) experimentaron un fenómeno que inquietaría a cualquiera: pájaros que se precipitaban sobre las ventanas de sus hogares. Algo propio de una película de terror. Ese mismo día, el teléfono del Departamento de Policía de la localidad recibió un aluvión de llamadas. Los habitantes de esa ciudad informaron del inusual comportamiento que tenían algunos ampelis americanos (Bombycilla cedrorum), una especie de pájaro de la zona. 

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Esta escena, digna de un filme de Hitchcock y que recuerda a la macabra escena de Dark Skies (2013) en la que cientos de pájaros rompían las ventanas de una casa, tiene su explicación. "Parece que algunas aves están un poco más achispadas de lo normal", señalaron las fuerzas de seguridad a través de un comunicado oficial en Facebook. Lo cierto es que este no es el único incidente con pájaros en estado de embriaguez. 

En el caso de Gilbert y de otras ciudades que han experimentado sucesos similares, como el caso de Yukón (Whitehorse, Canadá) durante el invierno de 2014. La razón que explica la borrachera de los pájaros no es que se hayan colado en el almacén de una destilería o en un bar arrasando con todo, sino que está relacionada con su hábito alimentario. Una helada temprana puede provocar que las bayas preferidas de las aves fermenten antes de lo previsto, cuando los alados todavía no han migrado. 

Las bajas temperaturas concentran el azúcar de la fruta, y cuando se calienta el tiempo, se descomponen rápidamente produciendo un alcohol de graduación muy alta. Los alcaravanes y los petirrojos suelen atiborrarse de moras fermentadas, bayas de espino de fuego (Pyracantha) o enebro, cangrejos o frutos de fresno de montaña.

También se ha informado de casos de este "síndrome del pájaro borracho" en mirlos, zorzales alirrojos, estorninos y pájaros cantores, entre otros. Pero los más afectados son los ampelis americanos (Bombycilla cedrorum) y los zorzales. Un estudio publicado en 2020 en la revista Animals (Basel), a partir de estudios científicos e imágenes publicadas en redes sociales, identificó al menos 55 especies de aves distintas que se atiborran de fruta fermentada y se emborrachan.

"No quieren ingerir mucho alcohol, pero probablemente se ven obligados a ello porque no tienen mucha fruta a su disposición", afirma el Dr. Glen Chilton, ornitólogo de la Universidad James Cook de Townsville en declaraciones recogidas por la revista Australian Geographic. Encontrar alimento se vuelve un deporte de riesgo para las aves en el hemisferio norte, debido a las fuertes e impredecibles nevadas. Y las variedades que se descongelan pueden estar bien cargadas en etanol. 

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"A menudo sólo necesitan tiempo para recuperarse", afirma Meghan Larivee, que trabaja en la Unidad de Sanidad Animal del gobierno de Yukón en declaraciones para Cottage Life. En esa ciudad canadiense han ideado una manera de controlar el problema de los ampelis borrachos: una celda para borrachos. "Es en realidad una jaula de hámster", dice. Y añade: "Tenemos una pequeña manta de franela y un poco de agua porque, claro, tienden a deshidratarse, igual que las personas". En la mayoría de casos se recuperan de la borrachera como lo haría una persona, durmiendo la mona. 

Más perjuicios que beneficios

"Cuando los pájaros se tambalean literalmente, se agitan un poco, no pueden caminar erguidos y cosas así, es divertidísimo de ver", explica Dennis Fast, fotógrafo profesional y aficionado a las aves, en declaraciones a la CBC. "Es algo temporal, y ya sabes, una vez que están un poco borrachos, probablemente dejan de comer y muy pronto se acaba", dijo. "No lo veo como una gran preocupación, simplemente es divertido de ver", añade. 

El extraño comportamiento que atormenta a los pájaros e incluso que les arrastra a la muerte es todavía una cuestión poco explorada por la literatura científica. Y eso a pesar de que desde hace décadas se lleva documentando la embriaguez de aves —como el caso de los ampelis americano—. Un estudio de 1990 descubrió que las mismas aves se emborrachaban con frutas de Hawthorne.

Y en 2012, unos científicos californianos examinaron las vísceras de amplis americanos que habían tenido un destino trágico: se estrellaron mortalmente contra ventanas y vallas después de darse un festín con la fruta del árbol del pimiento brasileño. En su investigación, publicada en el Journal of Ornithology, llegaron a la conclusión de que, efectivamente, "volar bajo los efectos del etanol" había causado la muerte de las aves. 

Estos animales tienen la dieta más rica en fruta de todas las aves norteamericanas, y comer bayas demasiado maduras puede dejarlas visiblemente borrachas. Sus cortos intestinos pueden procesar grandes volúmenes de fruta. Y además han desarrollado grandes hígados —que representan un 4,9% de su peso corporal— pueden descomponer el etanol tóxico antes de que cause daños graves.

Cantos borrachos

Los efectos del alcohol sobre los pájaros son muy parecidos a los que experimentan los seres humanos. No se limitan solo a alternaciones en el equilibrio y la pérdida de precisión en los movimientos. También, como a nosotros, les cuesta vocalizar cuando están borrachos. Los cantos de los pájaros ebrios se vuelven un poco inarticulados, más silenciosos y desorganizados, según descubrió un equipo de investigadores de Oregón en 2014. 

Con el alcohol, escribieron los investigadores, el canto de los pájaros "disminuyó significativamente y aumentó la entropía". Liderados por Christopher Olson, de la Universidad de Salud y Ciencia de Oregón, los científicos querían averiguar cómo cambia la comunicación de las aves cuando están borrachas. "Nos presentamos por la mañana, mezclamos un poco de zumo con un 6% de alcohol, lo pusimos en sus botellas de agua y lo metimos en las jaulas", explicó Olson a All Things Considered de NPR. Y vieron cómo las aves bebían el néctar sin ningún reparo. 

El objetivo de esta investigación, que a priori podría parecer un macabro experimento de científicos aburridos, es profundizar en la ciencia que explica las dificultades en el habla de las los seres humanos ebrios. Porque todavía no se sabe por qué la bebida nos hace arrastrar las palabras; solo se supone que se debe a una ralentización de la actividad cerebral.