Blanco, marrón y negro, con esta asociación cromática los niños recuerdan los nombres de los Reyes Magos. Cada uno de ellos representaba a uno de los tres regalos que recibió el niño Jesús en su nacimiento —oro, incienso y mirra—, o así lo sugiere el relato bíblico. Y además, también son reflejo de las tres etapas de la vida: Gaspar era el mayor, Melchor, el joven y Baltasar, el adulto. La historia de estos viajeros de Oriente no ha sido siempre la misma, al menos en lo que respecta a su apariencia.
En un principio, ni se decía que fueran tres, ni reyes, ni tampoco se detallaban su aspecto y mucho menos sus razas. Para encontrar la explicación de esta evolución, es necesario tener en cuenta el recorrido histórico del cristianismo. En este caso, la evangelización es quizás el elemento de mayor relevancia.
Como sucede con muchos de los acontecimientos construidos en el imaginario colectivo de las religiones, la imagen contemporánea de los Reyes Magos difiere en algunos aspectos con la Epifanía, episodio bíblico en el que tres viajeros de Oriente acudieron, siguiendo una estela, al pesebre a visitar el niño Jesús para hacerle ofrendas.
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De hecho, no solamente existe incertidumbre respecto a la figura de los magos, sino también con distintos elementos otras escenografías icónicas en el cristianismo, como el nacimiento de Jesús. El difunto papa Benedicto XVII incluso había realizado un alegato sobre esto. En su libro, La infancia de Jesús (2012), señaló que en el Evangelio "no se habla de animales", echando por tierra la posibilidad de que un buey y un asno estuvieran presentes durante el nacimiento de Jesucristo.
Ni tres ni reyes
Este capítulo del cristianismo se recoge únicamente en uno de los cuatro evangelios de la Biblia. La mención aparece en el Evangelio según San Mateo, capítulo 2, versículos 1 a 12:
Cuando Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos, diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle.
De acuerdo con el relato bíblico, estos personajes ofrecieron al niño Jesús oro, incienso y mirra. Fue por esta razón y por el simbolismo trinitario en el cristianismo, por la cual se habla de tres magos. Tan pronto como se difundieron los primeros evangelios, alrededor del siglo II, se bautizó a estos personajes, con un nombre y con su distinción real.
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En el Adversus Marcionem de Tertuliano, los personajes, varones, fueron coronados. Los nombres de los Reyes Magos en su versión latina (Balthassar, Gaspar, Melchior) aparecieron por primera vez en un mosaico del siglo VI en la basílica de San Apolinar el Nuevo en la ciudad italiana de Rávena.
La Epifanía generalmente representa a Gaspar, el más mayor, arrodillado frente a Jesús y ofreciendo su tributo a la Virgen María. Detrás de él vienen Baltasar, el mago negro, y Melchor, el más joven. Las primeras manifestaciones artísticas del evento se realizaron en Roma, en la Capilla Greca de la Catacumba Priscilla (siglo II) y en la Basílica de Santa María Maggiore (435).
Pero no se mencionaron en los manuscritos hasta 1178, con la Historia Scholastica de Pedro Comestor. Se engrandecerá su figura alrededor del siglo XIII, gracias a la obra Legenda aurea (caps. X y XIV) de Jacobo de Voragine los populariza en Occidente en el s. XIII.
Un rey mago negro y otro indio
La evangelización revistió la figura de los Reyes Magos, universalizando su origen. Así es cómo se decidió que Melchor sería el europeo, Gaspar el asiático y Baltasar el africano. Fue entonces cuando se empezó a representar al tercer rey mago con la tez negra, a pesar de la connotación demoniaca que tenía en el cristianismo.
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A finales de la Edad Media, en la pintura flamenca y alemana, se empieza a pintar a Baltasar con la piel oscura. Una de las obras que retratan a un Baltasar de piel negra durante este tiempo es el Tríptico de la Adoración de los Magos del alemán Hans Memlin, expuesta en los pasillos del Museo del Prado.
Tal como relata en uno de sus ensayos la historiadora Olaya Sanfuentes, históricamente, los Reyes Magos eran astrólogos de la corte persa, sacerdotes del culto a Mitras que se expande al imperio romano durante los primeros años del cristianismo. Por esta razón, en sus primeras representaciones los tres hombres vestían turbantes e iban en camellos.
El descubrimiento de América planteó la posibilidad de incluir un cuarto rey mago, para representar a toda la humanidad. Es más, debido a la expansión naval de España y Portugal, incluso se llegó a inmortalizar en óleo a un indio tupinamba de Brasil como rey mago.
¿Una tradición racista?
La historia de Baltasar como el rey mago negro ha terminado por colarse en la liturgia cristiana en muchos países. Alemania, Filipinas, Colombia, España... son muchos los países donde se conmemora la llegada de los tres reyes magos a Belén. Antes, con sociedades predominadas por hombres de piel clara, no había cabida para la sensibilidad racial.
Pero durante los últimos años se ha visto cómo algunas personas y colectivo tildaban de racista a las cabalgatas de los Reyes Magos, dando la sensación de que se estaba atacando al propio acontecimiento bíblico de la Epifanía. Sin embargo, las críticas iban dirigidas a la costumbre en algunos lugares de interpretar al rey mago Baltasar con la cara pintada de negro.
En una entrevista para la revista antirracista Afroféminas en 2018, el historiador y activista social Antumi Toasijé, ya señalaba que en España había un precedente del blackface. El teatro del Siglo de Oro (son prácticamente dos siglos XVI y XVII) ya existía la imagen de la “negra bufona” y el “negro bufón”.
"Los actores blancos se pintaban de negro y hacían las payasadas que se suponía que hacían las personas negras esclavizadas", explicó.
Esta ha sido la norma en la cabalgata de Reyes Magos más antigua de España, la de la localidad alicantina de Alcoy, que cada año pinta la cara de negro al rey mago y a sus pajes. Algunas asociaciones y activistas antirracistas han pedido reiteradamente el cese de esta práctica, que recuerda a la infame blackface, el maquillaje teatral empleado en los mistrels para representar a las personas negras.
La influencer de moda y activista antirracista Adriana Boho, en una de sus publicaciones en Instagram, declara que "le cuesta creer que en un país multiracial como España se pinte a un blanco de color negro". Y señala que ser negro no es un disfraz. "Pintar a un blanco de negro es racismo", denuncia.
Desde Afroféminas también lo declaran: "Queremos que se elimine el blackface y la representación grotesca de los negros". Para esto, proponen que en lugar de pintar la cara a actores y voluntarios blancos, se utilicen otros métodos para representar el episodio bíblico.
En el caso de Baltasar, contratar a actores negros; y, en el de los pajes reales, que se elimine por completo la representación y se evolucione a imágenes menos hirientes y racistas. Y reiteran, "las tradiciones deben adaptarse a los tiempos y a la presencia de personas afrodescendientes en la población".