La llegada de internet supuso un cambio radical en la vida de las personas. En su manera de trabajar, de entretenerse y de relacionarse. Con las redes sociales, la transformación fue aún mayor. Y no todo fue bueno, también trajo consigo multitud de inconvenientes.
La omnipresencia de plataformas como Instagram, Facebook y Twitter ha facilitado la difusión masiva de imágenes y narrativas. Esa simplicidad ha hecho que diferentes individuos las utilicen de manera delictiva. Por ejemplo, para enviar fotos íntimas sin el consentimiento de los implicados o, ahora, también, lucrarse publicando contenido sobre personas en situaciones vulnerables.
El fenómeno poverty porn o pornografía de la pobreza se ha vuelto muy habitual entre la población. Hasta tal punto que hay quien ha llegado a hacerse viral en diferentes redes tan solo por publicar la situación en la que viven otras personas.
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En 2009, el periodista Matt Collins definió el poverty porn como "cualquier tipo de medio, ya sea escrito, fotografiado o grabado, que explota la condición de los pobres con el fin de generar la simpatía necesaria para vender periódicos, aumentar las donaciones caritativas o el apoyo a una causa determinada".
La normalidad establecida en la sociedad sobre la exposición de la realidad por medio de las redes sociales hizo que en un primer momento nadie se viese ofendido por el poverty porn, sobre todo, cuando se dio con fenómenos como el fentanilo.
Durante meses, las redes sociales se llenaron de vídeos de personas perjudicadas por la droga más famosa del momento. El fentanilo convertía a las personas en zombis y todo el mundo era consciente de ello.
La droga zombi fue más intensa en países como Estados Unidos o Canadá, y las publicaciones comenzaron a viralizarse entre la población, hasta que traspasó sus fronteras.
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Este consumismo constante ha hecho que se relacione con la pornografía, por la cantidad de personas que están continuamente buscando vídeos o disfrutan de aquellos que ven.
Muchos de los individuos que subían este tipo de vídeos a la red, se acercaban únicamente a los barrios pobres para grabar y conseguir viralizarse en plataformas como TikTok. Estas publicaciones no solo viralizaban la situación en la que se encontraban, sino también el estado en el que vivían.
Michael Manitoba no fue la única persona perjudicada, pero sí fue una de las pocas que pudo manifestarse al respecto. Él apareció en un vídeo viral de TikTok mientras sufría una sobredosis.
"Obviamente, me pillaron en mi peor momento y no me gustaría que eso le pasara a otras personas. Sé que es legal filmar a la gente en público, pero al mismo tiempo tiene que haber algunos límites éticos", explicó en un vídeo.
Aunque pensemos que estaba alejado de España, lo cierto es que el poverty porn también llamó a la puerta nacional. Ya no era el fentanilo, sino que personas afectadas por otras drogas o, simplemente, en situación de pobreza, también se hacían virales por la red.
La monetización de la pobreza
Otro de los fenómenos añadidos al poverty porn consiste en la monetización de la pobreza o más conocido como la viralización de la 'caridad'.
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Creadores de contenido publican en redes sociales su 'humildad' y 'solidaridad' con los más necesitados. Lo que podría parecer un acto caritativo se convierte en una acción simplemente para conseguir me gustas, visualizaciones, comentarios y ser viral en TikTok. Al final, las personas se lucran de la pobreza de otros.
Las críticas negativas
El poverty porn ha generado muchos comentarios, pero principalmente críticas y preocupaciones éticas por la deshumanización de las personas que están pasando por situaciones de vulnerabilidad.
Al final, lo que provoca el fenómeno es la transformación de personas en espectáculos públicos, sin considerar como se pueda sentir y mucho menos, tener en cuenta su consentimiento.
Principalmente con el fentanilo, los vídeos publicados en la red tienden a ridiculizar, exponer y avergonzar a los afectados, lo que podría convertirse incluso en un delito.