Los bichos siempre van a la luz. Ese comportamiento es incuestionable y lleva recogiéndose (y estudiándose) desde el Imperio romano. Las mariposas, las polillas, los mosquitos, las abejas, las luciérnagas… la mayoría de los insectos voladores pareciera que sienten unas ansias irrefrenables de acercarse a las fuentes de luz artificial.
Los entomólogos llevan siglos aprovechándose de esta atracción —que en muchas ocasiones acaba siendo fatal— para atraparlos y estudiarlos. Pero no solo ellos: los escritores han utilizado más de una vez la imagen de una polilla acercándose a la luz para hablar de las tendencias destructivas de unos y otros personajes. También se ha usado como metáfora en el cine e, incluso, en la música.
Sin embargo, la fascinación de estos animales por el brillo de las bombillas preocupa cada vez más a biólogos y ecologistas. Pues esta atracción impide, como explican en un estudio publicado por la revista científica Nature Communications, que "los insectos se oriente correctamente respecto al horizonte". Aunque parezca de Perogrullo, los investigadores aseguran que sus hallazgos podrían ayudarnos a entender, de una vez por todas, por qué los bichos vuelan siempre en dirección a la luz artificial.
Qué se sabía hasta ahora
El motivo por el que los insectos vuelan peligrosamente hacia las luces (sean hogueras o bombillas) lleva siendo un enigma desde el principio de los tiempos. Diversos estudios han propuesto, a lo largo de los años, diferentes teorías para explicar esta atracción fatal.
Algunos han sugerido que estos animales interpretan la luz artificial como una ruta de escape ante amenazas. Otros investigadores aseguran que la fuente lumínica les ciega. Durante años, además, se creyó erróneamente que los insectos confundían nuestras bombillas con la Luna o con otros cuerpos celestes y que sus 'sistemas de navegación' se desorientaban.
La nueva teoría
Los investigadores Samuel Fabian y Yash Sondhi, junto a su equipo, ahora afirman que lo que podría ocurrirles a los insectos es que confunden la luz artificial con la solar. Así, intentan ubicarse para volar hacia el horizonte, con el dorso hacia la luz, pero sin volar directamente hacia ella. Así, su movimiento acaba topándose con una trampa mortal.
Para llegar a esta conclusión, el equipo científico utilizó un sistema de cámaras infrarrojas de alta velocidad para rastrear el movimiento tridimensional de los insectos, tanto en su hábitat natural como en el laboratorio. Así, estudiaron cómo las polillas, las libélulas, las moscas de la fruta y los esfíngidos se comportaban en entornos iluminados artificialmente, tanto con fuentes de luz UV difusas como puntuales.
Lo que descubrieron, explican los científicos, les "sorprendió". Al contrario de lo que pensaban, los insectos presentaban una respuesta de luz dorsal. Es decir, corregían su trayectoria de vuelo de manera que su espalda (o su dorso) estuviese orientada hacia la fuente de luz.
"Con fuentes de luz naturales como el sol, esta respuesta hace que el insecto mantenga una trayectoria de vuelo estable correctamente orientada con su horizonte", explica el equipo científico en Nature. Sin embargo, añade, "la luz artificial provoca una corrección errática y continua de la trayectoria de vuelo, causando vértigo en los insectos y produciendo lo que percibimos como una atracción hacia la luz artificial".
Según los autores del estudio, este sería "la teoría más plausible" que explica los movimientos erráticos de los bichos cerca de la luz artificial. Y demuestra, como se ha venido teorizando desde hace años, que las fuentes lumínicas no naturales provocan comportamientos "anormales" en el vuelo.
Sin embargo, como indica el estudio, si la iluminación artificial simula la luz de un cielo natural, los insectos "recuperan su vuelo normal".