"Nanujurk, —la que porta el Espíritu del Oso, nombre de una estrella en inuktituk—, de siete años de edad, está cazando focas en la bahía de Hudson, en el Ártico canadiense, un gélido día de febrero". Así comienza la historia de esta osa polar que año tras año observa cómo el sol cada vez más abrasador reduce sus posibilidades para alimentarse. Así es cómo James Raffan (1955, Guelph, Canadá), mimetizando la narración (y el rigor científico) de un documental, con un marcado toque personal, muestra la realidad de estos mamíferos polares.
A Nanuq le esperaban diez años en los que "tuvo que encarar y lidiar con una serie de retos que pueden vincularse directa o indirectamente con el cambio climático". El primero de ellos fue la pérdida de sus oseznos. Los osos polares tienen una de las tasas reproductivas más bajas de los mamíferos; suelen dar a luz alrededor de cinco camadas en toda su vida. Y que cuenten con las fuerzas para hacerlo y criar a los oseznos depende de su alimentación. Si llega el otoño y no cuentan con un peso óptimo, es difícil que puedan lograrlo.
"La incógnita cada vez más indescifrable de su ecuación vital es cuánto durará el hielo. A más hielo, más caza de focas. Más caza supone más grasa en su cuerpo para cuando llegue a tierra y más probabilidades de éxito reproductivo", escribe Raffan. Desde que comenzaron las observaciones por satélite del hielo marino del Ártico en 1979, la cobertura ha disminuido aproximadamente un 13% por década. Por eso, tal como relata el autor en Ice Walker: biografía de una osa polar en el frágil corazón del Ártico (Errata Naturae, 2024), alimentarse se convierte en "una carrera contra el tiempo" para Nanuq y sus congéneres.
[Los osos polares podrían morirse literalmente de hambre: el deshielo impide que puedan cazar]
"El hielo y los canales que se forman en, cada vez más dispersos, están transformando poco a poco un inmenso paisaje de helado en un mar de hielo fragmentado, azotado por los vientos y las corrientes de la bahía", describe Raffan en su libro. El aumento constante de las temperaturas globales está provocando la rápida pérdida del hielo marino estival del Ártico. Un estudio reciente, publicado en la revista Nature Communications, vaticina que el "Ártico blanco" podría pasar a ser un "Ártico azul" dentro de diez años.
De entrada, la investigación cuestiona, basándose en la observación de los patrones de caza y la variabilidad del peso corporal de 20 ejemplares de Manitoba (Canadá) —el mismo lugar donde Raffan ubicó a Nanuq—, que los osos polares puedan sobrevivir como lo hacían dadas las circunstancias estacionales cada vez más adversas. "Ninguna de las dos estrategias [ni esperar ni moverse para cazar] permitirá a los osos polares existir en tierra más allá de cierto tiempo", afirmó Charles Robbins, coautor y director del Centro de Osos de la Universidad Estatal de Washington.
"Nosotros somos el oso"
"Nosotros somos el oso", sentencia el biólogo y explorador canadiense James Raffan, que atiende a ENCLAVE ODS por videoconferencia desde su hogar en Riverside Park (Guelph, Ontario). Esta es la conclusión a la que ha llegado este trotamundos y el leitmotiv de la conversación, que recuerda al mítico Ernest Shackleton, una de las figuras de la Edad heroica de la exploración de la Antártida, ha dedicado los últimos cuarenta y tres años a merodear lugares inhóspitos del mundo polar.
Islandia, Noruega, Suecia, Finlandia, Rusia, Alaska, Canadá y Groenlandia. Raffan ha pisado inhóspitos parajes donde ha podido conversar, conocer y vivir con las comunidades polares. Y ha documentado sus expediciones en una veintena de libros. Archiconocidas con sus cuadernos de viaje e investigaciones de campo Arctic Moments, Circling the Midnight Sun, Wildwaters o Emperor of the North. Con Ice Walker es la primera vez que utiliza la no ficción creativa como vehículo para describir cómo es la vida de una osa polar en un Ártico afectado por el deshielo.
"A Huxley, allá donde estés"
Su primer contacto con estos magníficos animales lo tuvo durante su etapa universitaria. En los años setenta, cuando estaba todavía decidiendo qué carrera escoger, tuvo la oportunidad de colaborar con un centro de investigación universitario. "Mi labor consistía en enseñar a un oso polar macho adulto a pulsar pedales de un sofisticado aparato experimental que se había perfeccionado para evaluar la sensibilidad espectral de la vista del ojo", recuerda en el libro.
[Los osos polares se enfrentan a la extinción: el motivo por el que te importa (y no lo sabes)]
Durante su infancia y adolescencia, explica Raffan, "había visto osos polares en zoológicos y también en libertad", pero no fue hasta ese momento cuando tuvo "su encuentro más formativo". Allí, relata, es "donde desarrollé una relación con un gran oso polar macho llamado Huxley" y se dio cuenta de que "no tenía la fortaleza para hacer lo que había querido hacer toda mi vida; no estaba hecho para ser un tipo que mantendría a un hermoso, grande y carismático mamífero encerrado en una jaula y conseguiría que hiciera cosas por recompensas de comida".
El momento que le había servido para darse cuenta de qué carrera perseguir también fue un el instante más introspectivo de su vida: "Me prometí a mí mismo que si volvía a hacer algo con osos polares, lo haría con la gente que me llevó allí en primer lugar". Y eso fue lo que hizo. Se embarcó en numerosas expediciones con los pueblos del norte que, en sus palabras, "me han llevado a cacerías de osos polares, me han adentrado en la cosmología de los osos polares y me han permitido satisfacer mi fascinación por los osos polares".
Oso-persona
En uno de sus viajes, recuerda en medio de la entrevista, Raffan le explicaba a una mujer indígena siberiana cómo Coca-Cola había utilizado la representación de tres osos polares en periodos de madurez distintos como estampa en sus latas durante la exitosa campaña Arctic Home. Si buceabas por la página web de la campaña, cuenta, "te decía todo acerca de donde viven los osos polares, pero no decía nada acerca de las personas que viven en los mismos lugares".
Raffan compartió una inquietud con la mujer: "Me preocupa mucho que mucha gente en Occidente piense que los osos polares y las personas son entidades separadas y que no se juntan". Y recuerda que ella le dijo que no es algo que les preocupe. "Una vez todos fuimos osos", dijo.
El explorador canadiense, empapado de la cosmología norteña, le vino inmediatamente a la cabeza una historia que había leído sobre una mujer que se convirtió en osa. Se refiere al archiconocido mito de Ungnyeo, que cimienta la genealogía de la nación coreana. En las regiones siberianas se rinde culto al oso con historias similares donde se le caracteriza como el padre que transmite el conocimiento.
"Es esa la cosmología que difumina las categorías de persona-oso y oso-persona", explica Raffan. "Me pareció absolutamente intrigante; hay que estar allí con ellos para entenderlo y he tenido la suerte de hacerlo", confiesa.
Lo explícito gana a la iconografía
"Me encanta el riesgo, pero es un poco atrevido hacer un retrato de la humanidad dentro de la vida de un oso", detalla Raffan. Eso es precisamente lo que le planteó a su editora Phyllis Bruce cuando empezó a escribir el libro. Una de las mayores dificultades, además del reto de construir una narración que fuera fiel a la evidencia científica más reciente, fue hacerlo desde la mirada de Nanuq.
En lugar de presentar un manuscrito repleto de datos y con pobre contexto, decidió poner cara a una de las víctimas del deshielo. "Tenía una deuda con el oso polar en particular, así que esta fue una forma de aunar mi interés por dar a conocer a la gente un poco más sobre el cambio climático y lo que le estamos haciendo al mundo, así como para promover la idea de que un oso es un organismo hermoso y complejo que tiene mucho que enseñarnos", explica.
Sus primeros borradores incluían un recurso que finalmente decidió omitir. Intercalaba la narración con la voz de una mujer (vieja y joven) que representaría a un personaje mitológico que vigilaba desde los cielos lo que ocurría en la tierra. "A veces estaba en el cielo y en otras ocasiones sobre el lomo de Nanuq; era la única que hablaba en el libro, y la usé como una especie de maestra en el libro para explicar cosas", señala Raffan. Y añade: "las contribuciones que hizo al arco narrativo fueron un verdadero reto, pero me alegro de haberla omitido; la historia es más limpia, lo que permite al lector reflexionar sobre las ideas que se exponen".
En diciembre de 2017, una imagen de un oso polar escuálido en las islas Baffin publicada en la revista National Geographic dio la vuelta al mundo. "Así es el cambio climático", rezaba la pieza. La fotografía terminó desvirtuándose, requiriendo la disculpa formal del equipo de la revista: "Fuimos demasiado lejos", lamentaron en un comunicado. A partir de ese momento se reflexionó sobre la simbología del cambio climático y se exploraron otras formas de concienciar sobre el problema.
Una de las pioneras en este sentido fue Climate Visuals. Se seleccionaron 17 imágenes y se probaron con seis grupos de discusión en Alemania, así como mediante una encuesta representativa con una muestra de la población alemana. El estudio concluyó que las fotos de osos polares son icónicas, pero no suficientemente convincentes. "Es mejor mostrar una interacción más humana con el cambio climático, algo con lo que la gente pueda identificarse", afirma Alastair Johnstone, asesor de Climate Visuals, en declaraciones a la BBC.
El simbolismo ha entregado el testigo a la cruda realidad. "Es comprensible que algunas de estas imágenes más distantes y esotéricas, si no bellas, como los osos, hayan sido desplazadas por sensaciones más inmediatas de riesgo y posibilidad de daño, como el cambio climático proyectado en fenómenos meteorológicos extremos", reconoce Raffan.
Y concluye con una reflexión porque, como dijo, nosotros somos el oso: "La humanidad es como ese oso que se ve nadando en un mar que se calienta buscando un lugar al que llamar hogar, como un trozo de hielo o un pedazo de tierra, en la película-documental Una verdad incómoda (2005); las consecuencias negativas del cambio climático están literalmente a nuestros pies".