El país de 'Nunca Jamás' existe, pero sus niños no quieren ser como Peter Pan. En Yemen, tras nueve años marcados por la continuidad de un conflicto que enfrenta a los hutíes con el Gobierno y la coalición liderada por Arabia Saudí, el ritmo de crecimiento de los menores se ha retrasado un 49%, según un informe reciente de UNICEF, como consecuencia de la desnutrición crónica.
[Los hutíes realizan su mayor ataque desde el inicio del conflicto y aseguran que continuarán]
En ciudades como Taiz, Marib y Hodeida, los pequeños de cinco años crecen como si tuvieran la mitad. Es una rareza que se repite en todo el país. Los yemeníes son una de las poblaciones más bajas del mundo. Los hombres —solo por encima de Laos y Timor Oriental— rozan los 1,63 m y pesan 62,5 kg, frente a los 1,84 m y 87,9 kg de Países Bajos. Las mujeres son algo más altas —superan a las filipinas y guatemaltecas, entre otras— pero sus marcas no pasan de los 1,54 m y 56,9 kg.
Peter Hawkins, representante de UNICEF en Yemen, asegura que "las tasas de malnutrición son astronómicamente altas; sus condiciones no son lo suficientemente robustas como para que puedan desarrollarse con normalidad". La falta de sustento también "agrava los problemas de inmunización, en un contexto en el que, solo el año pasado, 53.000 niños se vieron afectados por el sarampión; sé que esa cifra aumentará en 2024 por la dificultad de acceder a alimentos adecuados", pronostica.
En los últimos años, pese a los esfuerzos de UNICEF por aumentar el envío de alimentos y la atención médica, el hecho de que "haya una gran disparidad entre el norte y del sur" se ha sumado al reto de las organizaciones humanitarias a la hora de llegar hasta "regiones montañosas y de difícil acceso en las que la gente sobrevive por su propia resiliencia". El deterioro de las infraestructuras del agua ha llevado, por ejemplo, a que las poblaciones rurales se vean obligadas a "reinventarse" para paliar la deshidratación.
"Yemen ha visto ejemplos fantásticos de cómo recolectar agua en la estación de lluvias para poder usarla en períodos secos", asegura Hawkins. Por ejemplo, en la localidad de At Turbah, la Organización Internacional de Migraciones (OIM) y el equipo de Agua, Saneamiento e Higiene para Todos (WASH) instalaron recientemente una bomba de pozo a base de energía solar capaz de abastecer de forma racionalizada a 29.000 personas, incluidas 5.800 desplazadas.
"Ahora que contamos con un flujo permanente de agua, uno puede ver los ojos de las mujeres brillando de alivio”, contó a la OIM Ashjan, habitante de la localidad. Antes de este sistema, tenía que descender diariamente por valles empinados para llenar los bidones y transportarlos montaña arriba. Solo así podía cubrir las necesidades de su familia. "En 2022 recibimos agua solamente una vez, pero desde julio hemos tenido una provisión permanente en nuestros hogares. Ha sido una bendición", celebró.
Un futuro en pausa
Yemen es hoy hogar de la peor crisis humanitaria del mundo, título que se ganó hace años y por el que también compiten países como Siria o Afganistán. Este año, vuelve a estar en el foco mediático a raíz de los ataques de los hutíes a barcos en el mar Rojo tras la ofensiva israelí en Gaza. Con este telón de fondo, se estima que 21 millones de personas necesitan asistencia urgente, mientras los sistemas de atención primaria están sobrecargados y la desprotección de las mujeres sigue en alza.
Embarazadas como Mona, de 19 años, se enfrentan a partos cada vez más peligrosos. Un reportaje de la BBC sigue la travesía a camello que la joven tuvo que hacer para poder dar a luz en el Hospital de Bani Saad. La guerra civil ha destruido el sistema sanitario y menos de la mitad de los centros funcionan hoy en día. "Hubo veces en las que oraba a Dios para que me llevara y protegiera a mi bebé del dolor", aseguró.
Las contracciones eran extremadamente incómodas, pero la otra opción, dar a luz en casa, no era más alentadora: una mujer muere en el parto cada dos horas en Yemen. Además, aunque las defunciones infantiles han ido en descenso en las últimas décadas, la muerte es una sombra que acecha todavía a 47 de cada 1.000 recién nacidos en el país asiático. A los pequeños yemeníes se les encomienda un reto fatigante desde el primer momento en que les cogen en brazos: sobrevivir.
Otra consecuencia del conflicto tiene que ver con el acceso a la educación, un derecho de la infancia en virtud de la Convención sobre los Derechos del Niño, clave para cualquier sociedad funcional. Allí, uno de cada cuatro niños en edad escolar básica no asiste a la escuela, y el 51% no llega a secundaria, según las Encuestas de Indicadores Múltiples por Conglomerados (MICS) de UNICEF. "Su capacidad para convertirse en médicos o abogados estará restringida" mientras la crisis continúe, dice Hawkins.
Pero recuerda: "No debemos subestimar la capacidad de los menores. Hace poco estuve en una escuela de Razah, al noroeste, en un lugar muy aislado. No tenía paredes, estaba destruida. Permanecían sentados en el suelo, con los ojos apagados y polvorientos, pero tenían una gran sonrisa en la cara". Allí, en medio de los bombardeos, seguían aprendiendo. "Uno se me acercó y me dijo que esa mañana se había presentado a una prueba de inglés en la esquina de un aula bombardeada", se emociona. "Ellos quieren aprender, hacer sus exámenes. Quieren conseguirlo".
Al hablar de la infancia, Hawkins explica que, desde 2022, la cifra de niños soldado se ha reducido en Yemen como resultado del Plan de Acción de Naciones Unidas firmado por las autoridades de Saná. Con este, se pretende que las fuerzas armadas del país cumplan con la prohibición del uso de menores de edad en conflictos armados, entre otras medidas. "Ahora, cuando vas a los centros de reclutamiento, ves panfletos que recuerdan que los menores de 18 no deben estar allí", dice.
Pese a esto, a raíz de la escalada de la tensión con los hutíes a principios de año, la oenegé Human Rights Watch (HRW) envió un comunicado en el que acusaba a los rebeldes de enviar a niños a luchar en las provincias de Marib y Taiz bajo el pretexto de la causa palestina. La práctica, descrita como sistemática desde 2009, se ha intensificado en los últimos meses, en medio de las hostilidades en la Franja de Gaza.
HRW también destacó que los recientes bombardeos por parte de Estados Unidos y Reino Unido habrían fortalecido el apoyo popular hacia los rebeldes, lo que podría aumentar aún más la captación de menores. La organización estima que más de 70.000 personas fueron reclutadas en las últimas semanas de febrero, la mayoría en edades entre los 13 y 25 años. La comunidad internacional ha condenado estas prácticas, argumentando que van en contra de los derechos humanos.
"Que no olviden al pueblo"
A finales de diciembre de 2023, el enviado especial del secretario general de la ONU celebró el compromiso de las partes para aplicar un alto el fuego en todo el país, mejorar las condiciones de vida y reanudar un proceso político integrador bajo los auspicios de las Naciones Unidas. Pero Hawkins es escéptico ante el futuro: "Ahora que la situación en Oriente Medio es tan difícil, estas perspectivas podrían retrasarse varios meses, incluso un año. Pero la paz debe llegar, como también debemos seguir elevando el perfil de Yemen para que no se olvide al pueblo", reivindica.
"Inevitablemente, cuando hay una vorágine de conflictos como los de Gaza, Sudán del Sur, Congo, Ucrania... hay una cantidad finita de dinero a invertir en la comunidad internacional. Yemen siempre ha sido un área estratégica y a la vez muy pobre; el conflicto ha tenido un impacto devastador. Es crucial que sigamos manteniéndolo en el mapa. Si nos detenemos, todas las inversiones y avances que hemos logrado hasta ahora se derrumbarán y no serán nada. Pero si continuamos, seguiremos mejorando la resiliencia y el futuro de los yemeníes", concluye.