"Los niños mueren en pozos mineros derrumbados mientras excavan en busca de minerales para estos productos", dice Eloísa Molina. No se refiere al coltán, el recurso codiciado por la tecnología que propició toda una guerra en la República Democrática del Congo. Tampoco al níquel de Indonesia, que se usa para fabricar baterías de coches eléctricos. La dircom de World Vision habla de uno con el que se hacen las barras de labios, los esmaltes de uñas e incluso la pintura que llevan nuestros coches: la mica.
El 60% de la producción de este mineral viene de India, concretamente de los estados de Jharkhand y Bihar. Antaño fue un negocio legal y próspero que convirtió al país en el mayor exportador a nivel mundial. Sin embargo, la preocupación por su impacto ambiental llevó a la aprobación de leyes, como la de Conservación Forestal de 1980, que prohíben la realización de este tipo de actividades en áreas boscosas sin autorización del gobierno, que fue dejando de emitir nuevos contratos de arrendamiento.
Esto propició cambios estructurales para la extracción de mica: las empresas fueron cerrando hasta que, en el 2000, la actividad se detuvo por completo. Y con esto empieza un problema que persiste hoy: oenegés y testimonios locales denunciaban entonces que las minas abandonadas habían sido ocupadas ilegalmente por contratistas locales que empleaban a mujeres y niños como mano de obra barata, precisamente porque su complexión les haría más aptos para el trabajo.
Los restos podían venderse hasta a 15 rupias por kilo, lo que motivó a muchas familias sumidas en la pobreza a recolectarlos junto a sus hijos más pequeños. En 2017, el Gobierno decidió legalizar de nuevo la extracción de mica, en un intento por frenar el trabajo infantil. Un año antes, las investigaciones de The Guardian cifraron en 20.000 el número estimado de niños que podrían estar trabajando en las minas, de las cuales aproximadamente un 90% serían ilegales.
Pese al cambio regulatorio, la preocupación de las oenegés porque las minas de mica sean un foco de explotación no se ha rebajado. En 2020, se observó un aumento de los niños implicados en ellas tras el cierre de escuelas durante la pandemia. Más recientemente, World Vision explicó en El alto precio de la belleza que la mica debe recogerse con las manos desnudas y no con grandes máquinas para que no se rompa en trozos y pierda valor en el mercado.
Las consecuencias para su salud son múltiples, empezando por las afectaciones pulmonares tras inhalar polvo y terminando, en los peores casos, por la muerte. Ya en 2016, una investigación de la Fundación Thomson Reuters documentó el encubrimiento de siete casos de niños fallecidos en dos meses en India, estimando que menos del 10% de las muertes vinculadas a la mica se denunciaban a la policía, ya que las familias "eran sobornadas con dinero de sangre" para guardar silencio sobre las operaciones ilegales.
Por su parte, World Vision destaca, tras un año recopilando testimonios locales, que los aldeanos en muchos casos desconocen a cuánto se vende finalmente la mica. Esta se vende a un comerciante, que a su vez la vende a un procesador, que a su vez la vende a un exportador. "En 2018, el precio de una tonelada métrica era de 330 dólares estadounidenses, el equivalente a 0,33 dólares por kilo, más del doble de lo que reciben las familias", indican.
La mica es ampliamente usada para añadir brillo a los productos cosméticos: en 2016, un informe de la consultora Verisk Maplecroft la halló en el 100% de los coloretes y bronceadores analizados, en el 60% de las bases de maquillaje y barras de labios y en el 40% de las máscaras de pestañas. Según World Vision, la concienciación sobre el elevado coste de su extracción en India ha hecho que aumenten las empresas que producen mica sintética y se abastezcan de otros países como Madagascar, donde cuesta mucho menos.
La mica producida en laboratorio no es, en cualquier caso, una opción para muchas marcas orgánicas libres de crueldad animal. La dificultad reside en la trazabilidad. No hay certificaciones de terceros que los consumidores puedan usar para identificar qué productos se componen de mica de origen ético.
Lo que sí existe es la Responsible Mica Initiative (RMI), organización con la que colaboran múltiples grupos cosméticos de renombre. En 2021, esta anunció que empezaría a promover soluciones basadas en blockchain para mejorar el seguimiento de este mineral.
World Vision recalca que, a la hora de poner freno a la explotación, el boicot no es la solución: "Negarse a abastecerse de mica solo hace que las comunidades sean más vulnerables y recurran a mecanismos aún más negativos para sobrevivir".
Y añade: "Lo mejor que pueden hacer las empresas es comprometerse con ellas, pagarles un precio justo para que puedan permitirse enviar a sus hijos al colegio y presionar al gobierno para que regule el sector, introduciendo normas de seguridad y garantizando que los niños tengan acceso a educación y atención sanitaria".
Esta no es la única materia prima empleada en la cosmética que presenta riesgos de implicar a menores en su producción. El informe denuncia situaciones similares con el aceite de palma, el cacao, la vainilla, el karité y el cobre.
World Vision advierte que las empresas deben aumentar el control sobre sus cadenas de suministro e instan a que los gobiernos amplíen las redes de seguridad social para garantizar que todos los niños estén escolarizados. Si eso no sucede, dicen, "es probable que 140 millones de niños sigan trabajando en 2025".
Radiografía del trabajo infantil
Según datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), 160 millones de niños (63 millones de niñas y 97 millones de niños) en todo el mundo están expuestos al trabajo infantil. En un informe publicado en 2020, la OIT señaló que casi 1 de cada 10 menores en todo el mundo trabaja y casi la mitad de ellos, 79 millones, realizan trabajos peligrosos que pondrían directamente en “peligro su salud, seguridad y desarrollo moral”.
Como se explicó anteriormente en ENCLAVE ODS, África subsahariana es la región con una mayor tasa de trabajo infantil. Según la OIT, es la región con mayor prevalencia de trabajo infantil con un 23,9% y el número de niños en esa situación alcanza los 86,6 millones. En segunda posición aparece Asia Central y Meridional, en la que el porcentaje alcanza el 5,5% y 26,3 millones de niños trabajadores.
No solo hablamos de la mica, ni de la cosmética. Como recuerda Waldo Fernández, del departamento de estudios de Manos Unidas, en el Día Mundial contra el Trabajo Infantil, "estamos hablando de niños que realizan trabajos domésticos casi esclavos, sin descanso y en medios insalubres; de trabajos agrícolas, de sol a sol, que requieren grandes esfuerzos; de trabajos industriales o mineros en los que utilizan herramientas y materiales que ningún niño debería manejar o de decenas de miles de 'niños soldado' reclutados por grupos armados".
En esta efeméride, celebrada cada 12 de junio, se conmemora el 25 aniversario de la adopción del Convenio sobre las peores formas de trabajo infantil. Es el único acuerdo que ha sido ratificado por los 187 países que forman parte de la OIT. Naciones Unidas (ONU) recuerda que, pese a los avances, la erradicación de la explotación en la infancia no se conseguirá a menos que haya una acción conjunta de los gobiernos, de los organismos internacionales y de la sociedad civil.
Según Manos Unidas, la pobreza está en la base de las esclavitudes infantiles, y su prevención es un deber pendiente para todos los ciudadanos del mundo. La oenegé apoya cada año más de 500 proyectos de desarrollo cuyo fin es disminuir la brecha de desigualdad que separa a ricos y pobres. Entre ellos, han lanzado uno en Togo con el que apoyan a niños trabajadores del mercado de Hanoukope, ofrecen formación a mujeres vulnerables y asistencia a niñas y jóvenes víctimas de malos tratos.