Rousine, Even y Simon son tres migrantes subsaharianos que vivieron la pericia de cruzar el Mediterráneo. Pasaron por las penurias del camino: la cárcel de Libia, la tortura, el tráfico humano… solo para acabar en el laberinto de las instituciones de la UE. Cruzaron por la ruta del Mediterráneo Central, una de las más peligrosas, desde Libia a Italia.

Según Médicos Sin Fronteras (MSF), en el Mare Nostrum han rescatado, desde 2014, a 88.113 personas y, a pesar de sus esfuerzos, calculan que han muerto casi 24.000, sólo en esa ruta. 

En esta ardua travesía, fueron tratados como animales, cuenta Simon en un cortometraje inédito de Nicolas Gouyonett, producido por MSF. Los transferían de unas instalaciones a otras sin servicios básicos y les pedían inacabables sumas de dinero. Asegura, además, que la única forma de salir de los centros de detención en Libia era pagando un pasaje a los traficantes. 

Even empezó su viaje con 11 años en Eritrea y llegó a Bélgica con 21. Salió de uno de los países más restrictivos de África, llegó a Libia, donde acabó en Bani Walid, una cárcel secreta en el noroeste de Libia, donde no les daban suficiente comida o agua, ni les dejaban bañarse. Dormían hacinados en el suelo. Even dice en el documental que se trata de un viaje que no se lo desearía ni a su peor enemigo.

Rousine salió de Camerún porque se sintió amenazada y en el film quiere mantener el anonimato. Ella estuvo en un centro de detención en Libia, donde en cierto modo era incluso peor que Bani Waldi. Un sitio sin esperanza del que no se podía salir con dinero. Ella pensaba que sólo podría de allí por mar como Even o Simon. Gracias a que estaba embarazada, MSF la pudo referenciar como persona vulnerable a la ONU y al final la trasladaron en avión hasta Italia. 

En Libia los refugiados no tienen estatus legal, lo que significa que sufren desprotección por parte de las instituciones. Su único destino posible son los centros de detención, donde apenas salvaguardaban un ápice de humanidad. Los tres se quejan del abandono de las organizaciones internacionales, guardianas del peso los derechos humanos.

España, la puerta sur

Aunque la ruta más usada es la central de Libia a Italia, esta escena se repite a lo ancho de todo el Mediterráneo, desde Gibraltar a Grecia. Y llega hasta el Atlántico, con la ruta canaria. En España, la situación más crítica está en Canarias, donde el número de migrantes supera la capacidad de la isla. También en Ceuta y Melilla, donde los saltos a la valla son recurrentes. Según el último informe de Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), en 2023 llegaron a España 56.852 personas, el 70% por la ruta de Canarias

CEAR destaca que la respuesta estatal fue rápida con la apertura de nuevas plazas de acogida en la península y con la implementación de grandes Centros de Acogida de Emergencia y Derivación (CAED). Esto evitó que se repitieran situaciones de hacinamiento como las que se dieron en 2021 en el muelle de Arguineguín, en Gran Canaria.

“Aunque en un primer momento sirvieron para descongestionar la situación, España debe contar con una estructura estable de acogida, tanto en las islas como en Península, que dé respuesta a las, cada vez más frecuentes, situaciones de grandes llegadas”, reclama Mónica López, directora general de CEAR.

Y a la vez lamenta: “En lugar de habilitar vías legales y seguras, las autoridades españolas siguen recurriendo a imponer más obstáculos, como los visados de tránsito a personas que pueden ser merecedoras de recibir protección internacional”.

Italia es el país que más inmigrantes recibe, pero no es el único. CEAR

Los refugiados huyen de situaciones penosas de hambre, persecución política o étnica que ponen en riesgo su integridad, o huyendo de condiciones de vida deplorables. Nadie va al exilio por gusto. Los principales países de origen son los que tienen conflictos enconados como Gaza, Ucrania o Sudán.

Además, de ser una de las puertas del sur de Europa, España es el destino natural de emigrantes latinoamericanos. En el informe CEAR se refleja que España es el tercer país con más solicitudes de asilo, por detrás de Francia y Alemania, pero el 27º en aprobaciones. Sólo aprueba el 12% de las solicitudes que llegan. 

En España hay un problema crónico con las solicitudes de asilo que se amontonan en un cuello de botella. En cifras, los países con más demandas son Venezuela (60.534) y Colombia (53.564), y a la vez son los países con más solicitudes pendientes; 11.931, el primero y 30.527, el segundo. 

Por otro lado, refugiados de países con conflictos enconados como, Mali y Burkina Faso, donde hay una guerra desde 2012, Siria o Afganistán, todos con más de mil solicitudes que tienen un porcentaje de aceptación por encima del 80%. Hay 278 solicitudes de palestinos, con un 83.8% de aprobación, y 177 de ucranianos, que han sido aceptadas casi todas. 

Falsas percepciones 

En muchas ocasiones, España no es más que un puente necesario para entrar en Europa. Por eso, Canarias, Ceuta y Melilla, tan cerca al continente africano, están en una situación tan expuesta. Una vez que los migrantes llegan allí, ya es fácil —o todo lo fácil que puede ser en una situación tan complicada— que los deriven a otros países europeos. Hasta ahora los países miembros tenían una cuota de refugiados, pero eso ha cambiado con la aprobación del pacto europeo de migración y asilo

El pacto abre la puerta a que se rechacen refugiados por 20.000 euros por migrante para financiar proyectos de control migratorio en terceros países. Esto, para CEAR, significa que la UE ha fracasado en su objetivo de lograr un reparto equitativo de la responsabilidad de asilo, y aumentará la presión en los estados fronterizos. Esta ley viene empujada por un sentimiento antimigratorio en Europa.

 “El resultado de las elecciones europeas es preocupante porque refuerza a los partidos que amenazan gravemente el derecho de asilo. Esperamos que España impulse un cambio de rumbo para situar en el centro a las personas y sus derechos”, asegura Mauricio Valiente, presidente de CEAR. 

La migración es un tema recurrente en tiempos de elecciones, que algunas corrientes intentan explotar. Esto lleva a la desinformación y falsas creencias que se generalizan como el número, delincuencia o ayudas públicas. El centro de investigación Iseak publicó una encuesta que mostraba ciertas creencias populares sobrestimadas. 



El estudio explica que se tiende a exagerar la proporción de inmigrantes, su nivel de desempleo y la cantidad de ayudas públicas que perciben. De manera similar, se ve a la inmigración como una amenaza en términos "laborales, fiscales o culturales". Todo esto lleva a un menor apoyo de políticas de integración. 

También, la información cualitativa sobre la ausencia de efectos negativos en el mercado laboral no aumenta el apoyo a las políticas de integración de los inmigrantes. Sin embargo, la información cuantitativa sobre el consumo de servicios públicos por parte de los inmigrantes aumenta el apoyo a la integración de los inmigrantes a través de políticas redistributivas.

Nadie deja todo atrás y se embarca en un viaje que lleva sufrimiento, costes personales y materiales y un destino incierto por gusto. La vida fuera de la burbuja de occidente no es fácil, y al menos la solidaridad de la que se enorgullece la UE debería aplicar, más que nunca, en el día de los refugiados.