Dos personas pasando un momento alegre en la calle.

Dos personas pasando un momento alegre en la calle. iStock

Historias

¿Los genes hacen que unas personas sean más felices que otras? La ciencia podría estar muy cerca de la respuesta

Nuestros niveles de felicidad no se basan solamente en factores externos; la genómica puede revelar qué tan alegres estamos predispuestos a ser.

20 junio, 2024 01:29

La felicidad es un objetivo compartido por las personas más allá de cualquier frontera, pero cierto es que hay individuos que ante pregunta "¿eres feliz?" tienden a responder con un "sí" más rotundo que otros. Esto, lejos de lo que se pueda pensar, no solamente tiene que ver con las horas de sol que tienen los países —aunque es un factor a favor, tanto que cada 20 de junio se celebra el Yellow Day porque el astro alcanza su punto más alto en su trayectoria durante el año—. Nuestro ADN también influye en lo felices que somos. 

La eudaimonía, término procedente del griego, se refiere al estado estable de felicidad que podemos experimentar los humanos a lo largo de nuestra vida. Este, como explica en News Medical el doctor Avinash Hari Narayanan, director clínico del Laboratorio Médico de Londres, tiene mucho que ver con los factores genéticos. "Pueden tener una influencia significativa en nuestro bienestar subjetivo", explica en un estudio reciente que analiza precisamente este vínculo y la predisposición hereditaria a la eudaimonía.

¿Hay personas que están más o menos predestinadas a ser alegres y risueñas? La ciencia lleva años buscando una explicación a través de las pruebas genéticas, como la lanzada este año por el laboratorio londinense para identificar "diferencias en los genes en parte responsables de nuestras acciones y comportamiento". La serotonina, por ejemplo, regula nuestro estado de ánimo. Cuando está en niveles normales, uno se siente más feliz, mientras que se observan picos más bajos cuando alguien tiene depresión. 

En un estudio reciente, los investigadores del centro estudiaron cómo estos tests pueden identificar información crucial sobre genes clave, como el receptor cannabinoide humano 1 (CNR1). Este se activa a través de los cannabinoides que nuestro cuerpo genera de forma natural, y se cree que guarda una relación con la forma en la que procesamos las recompensas y los estímulos positivos, como ver una cara sonriente, ya que desempeña un rol clave en la liberación de dopamina. 

La investigación, publicada en la Public Library of Science, concluyó que existen diferencias significativas en el nivel de felicidad entre los portadores del alelo de citosina (CA) y los portadores de la timina-timina (TT) de este gen CNR1.

Tras someter a 20 participantes a una comparación de respuestas cerebrales ante estímulos como ver una película alegre, los investigadores descubrieron que los portadores del alelo de citosina generalmente mostraron emociones más positivas y tuvieron mayores niveles de felicidad. Además, hallaron que las regiones cerebrales relacionadas con estas sensaciones —como la corteza prefrontal medial— se activaron significativamente en comparación con los portadores de la timina-timina.

Pero estas variaciones en el gen CNR1 no son las únicas que se relacionan con la tendencia a ser felices. La propia prueba del genoma del Laboratorio Médico de Londres también analiza otros dos genes que, creen, podrían desempeñan un papel importante en la cognición y el estado de ánimo: Near HTR2A, nuevamente relacionado con la producción de serotonina) y COMPT, que desempeña un papel adicional en la producción de dopamina). 

Esta no es la única ocasión en que se han planteado estudios que demuestran que sí que existe esta relación entre genética y propensión a ser más felices. Ya en 2011, un estudio publicado en Nature descubrió que aquellas personas con cierta forma del gen llamado 5-HTTLPR reportaron una mayor satisfacción vital. Otro, en 2016, también vinculó esto con la genética, analizando el ADN de casi 300.000 personas, y descubrió que existían tres variantes genéticas específicas asociadas al bienestar.

Sin embargo, los expertos advierten que nuestra predisposición a la felicidad no está enteramente determinada por la genética. Factores ambientales y psicosociales también desempeñan papeles clave. "La genética es solo una pieza del rompecabezas", afirma el doctor Narayan en News Medical.

Aunque la ciencia detrás de estas pruebas es prometedora, todavía hay mucho por descubrir sobre cómo nuestra genética influye en nuestra felicidad. El doctor José Ignacio Lao, cofundador de la Sociedad Española de Medicina Antienvejecimiento y Longevidad (SEMAL) y director médico en Genomic Genetics International, destaca cómo la genética se acerca cada vez más a desentrañar este enigma, y pone algunos ejemplos de cómo nuestros genes influyen en aspectos cotidianos de nuestro día a día.

El ADN del éxito

Por ejemplo, señala el doctor, "sabemos que a Usain Bolt le ha venido muy bien tener el genoma ACTN3 que influye en el desarrollo de músculos de tipo rápido". Igual que sabemos que el oído absoluto está relacionado con unos genes determinados, pero, eso sí, "poseerlos no nos garantiza que vayamos a ser Mozart, de la misma forma en que tener genes asociados al deporte no nos convertirá automáticamente en atletas de élite".

En este sentido, la genética, según las palabras del experto, no nos lo dará todo, pero es crucial conocerla para descubrir "aspectos cruciales que nos pueden ser de gran ayuda" para conocer "nuestros puntos fuertes y nuestras carencias". Así, en el caso del deporte, por ejemplo, un análisis genético podría indicar si los ejercicios cardiovasculares pueden ser más efectivos para una persona que los entrenamientos de alta intensidad.

También, enumera el doctor Lao, hemos dado con que el gen APOE tiene una variante asociada a la longevidad. Por otra, la combinación del gen ACCC11 determinará cómo es el cerumen de nuestros oídos y cómo este puede influir en el olor de nuestros cuerpos, determinando nuestro aroma distintivo y único".

Todas estas sutilezas genéticas influyen en la composición del sudor y sientan las bases para la formación de nuestro aroma, que, por cierto, también hay estudios que lo vinculan con la felicidad. Según el Instituto de Neurociencias Aplicadas, hay otros factores que también influyen directamente en la alegría, como las interacciones sociales o los estímulos sensoriales como los olores o las caricias.

El doctor Lao concluye que la mayoría de los genes están expresados en el cerebro, regulando impulsos emocionales básicos y contribuyendo a la complejidad de nuestras emociones. Por ejemplo, la gestión del estrés depende de la composición de nuestros genes y también de nuestra alimentación. Conociendo la primera, podemos diseñar una dieta que nos ayude a controlar los niveles de estrés. C

Con la genética evolucionando de la prevención de enfermedades a la optimización del diagnóstico, los análisis genéticos ofrecen la posibilidad no solo de comprender nuestro estado de salud actual y anticiparnos a futuras enfermedades, sino de determinar nuestro bienestar.

¿Por qué hay países más felices?

En cualquier caso, la felicidad es un concepto sujeto a muchas interpretaciones, y, dentro de esta subjetividad, hay algunas que son generales en las que coinciden todas las sociedades más allá de las fronteras. Así pasa con los países que, según el Informe Mundial sobre la Felicidad, se posicionan en el podium del bienestar. Siendo tantas personas las que se sienten de esta forma, uno termina por pensar que algo tendrán en común.

Mientras que España sigue perdiendo posiciones por cuarto año consecutivo en la clasificación, pasando del puesto 24 en 2021 al 36 en 2024, Finlandia se ha vuelto a posicionar como el más feliz del mundo, por séptimo año. Este lugar privilegiado, según los estudios, se debe principalmente a los elevados niveles de confianza y libertad que caracterizan su sociedad, que se distingue por su educación, calidad de vida, naturaleza y tradiciones milenarias.

En los países escandinavos, los principales factores que producen la felicidad incluyen el tiempo que pasa la gente paseando en los bosques o descansando en la sauna, la confianza colectiva y unos servicios sociales adecuados, entre otras cuestiones.

Asimismo, como revela el ranking, la gente que vive en países democráticos tiende a ser más alegre que la que vive en dictaduras, y, lejos de lo que se pueda asumir, ser una nación de altos ingresos no implica mayores niveles de felicidad.