En el año 2020 se produjeron 3.941 defunciones por suicidio en España, lo que representa un 7,3% más que en 2019. La cifra de mujeres fue de 1.011 y la de hombres de 2.930, resultado de un incremento del 12,2% y 5,7% respectivamente, según los datos del Ministerio de Sanidad. Desde entonces, esta cifra no dejado de subir, hasta ahora. Por fin, ha bajado de la cúspide de causas de muerte no naturales, dejando su puesto a las caídas. 

Entre 2000 y 2020, la tasa de suicidios descendió, consecuencia de una importante disminución en las personas de 75 y más años de edad. Sin embargo, con la llegada del Covid la situación cambió y, de nuevo, hubo un repunte de casos. A pesar de ello, España nunca ha salido de la lista europea con menor mortalidad por este motivo, acompañado de Malta, Chipre, Grecia e Italia. 

Ante la entrada de una pandemia para la que ninguno estaba preparado — y menos a nivel psicológico—, entre los años 2020 y 2021 los datos de muertes por suicidio fueron cada vez mayores. En aquel momento, era la primera causa de muerte en jóvenes y adolescentes entre 12 y 29 años, aumentando un 32,5% producto de la deriva del ciclo de mortalidad autoinfligida que se iniciaba en 2018, tal como explica el Informe sobre la Evolución del suicidio en España en la población infantojuvenil (2000-2021)

Sin embargo, el grueso de defunciones por esta causa no ha variado mucho con el tiempo. El Consejo General de la Psicología en España, indica que el 'perfil del suicida' se define como un hombre, de mediana edad (40-64 años), residente en grandes áreas urbanas y soltero. Un escenario donde la falta de apoyo o la creencia de expectativas no cumplidas da como resultado el fatal desenlace. 

En 2022, hubo 4.227 fallecidos, 3.126 hombres y 1.101 mujeres. Los datos de la Plataforma Nacional para el Estudio y la Prevención del Suicidio, muestran las siguientes cifras por grupos de edad: 10-24 años (218, 5,6%); 25-39 años (571, 13,51%); 40-64 años (2.144, 50,72%), más de 65 años (1.294, 30,61%). 

Hoy podemos decir que, por primera vez en cinco años, la principal causa de muerte no natural en España ya no es el suicidio. Según la estadística del INE de 2023, 3.952 personas perdieron la vida, reduciendo en un 6,5% los números del año anterior. Sin embargo, a pesar de que los datos disminuyen ligeramente cada año, la tasa de los hombres continúa triplicando el caso femenino. 

Los hombres a la cabeza

No importa cuantos años nos remontemos en el tiempo, los hombres son líderes en suicidios en España. "No es debido a una sola causa. Entre ellas, por ejemplo, la presencia de unas expectativas hacia el género masculino que, al no verse cumplidas, se frustran y utilizan métodos para quitarse de en medio más letales", explica Marta Soto Laguna, psiquiatra en la Clínica López Ibor

Pero como bien dice Soto Laguna, este no es el único factor. Lo que conocemos como 'masculinidad frágil' también tiene mucho que ver, tal como indica la psiquiatra. "Evitan mostrarse vulnerables socialmente y ante el entorno, por cierta vergüenza o por cierta sensación de incapacidad e, incluso, inferioridad en muchas ocasiones". 

Resultado de ello es la falta de expresión emocional, el rechazo a la ayuda —tanto familiar como profesional–, y la creencia de la capacidad para solventar el problema por sí mismos, hasta que ven inundados por la situación y optan por llevar a cabo esta vía de escape. 

Cumplir años y no ver las expectativas cumplidas o no tener un entorno de apoyo que motive a seguir adelante, son algunos de los motivos que engrosan la tasa de suicidios en los hombres mayores de 45 años, urbanitas y solteros. Lo explica Soto Laguna: "La familia, muchas veces, ante situaciones de depresiones y de riesgo, son las que acuden con ellos a los hospitales, son las que dan la voz de alarma y, en determinados intentos autolíticos, puede haber una rescatabilidad". 

Y aunque, efectivamente, la soledad contribuyó a la catarsis durante la pandemia de 2020, fue un conjunto de causas las responsables del disparo de las cifras de suicidios aquel año. "La gente se vio expuesta a situaciones muy límites por el aislamiento y la situación de muertes de familiares cercanos sin poder despedirse, es decir, con duelos no cerrados. Fue todo de una manera muy rápida, donde la incertidumbre formaba parte del día a día de todos, haciendo que la desesperación y las situaciones de ansiedad, de estrés y de depresión aumentasen", confiesa la psiquiatra. 

El Covid pasó, terminó el confinamiento y los casos seguían subiendo, hasta ahora. ¿El motivo? Soto Laguna explica que hay una conciencia más naturalizada hacia los problemas de salud mental, donde "cada vez más gente se acerca con menos estigma a las consultas, a pedir ayuda o, incluso, hablar de sus tendencias autolíticas con menos miedo y vergüenza". 

Indica que la política social puesta en marcha respecto a esta cuestión, a través de anuncios o campañas, también ha sido clave a la hora de eliminar el pudor para pedir ayuda y hablar de estos asuntos. "Poco a poco, se va animando esta parte y podemos hablar de una manera más naturalizada para poder ayudar a todas las personas que estén pasando por situaciones parecidas", añade. 

Sin embargo, Soto Laguna deja claro que "no es un tema que se pueda abrir y cerrar al antojo de la sociedad, sino que se debe abrir en un marco específico y determinado, siempre cuidando muy bien con quién se hace". Porque aunque hablar de cifras y datos sí puede favorecer a una conciencia social, el 'efecto llamada' siempre hay que tenerlo en mente. 

El futuro de la sociedad

Datos del INE muestran que entre los jóvenes ha registrado una subida en los últimos años, pero desde 2023 ha descendido: 10 menores de entre 10 y 14 años y 63 adolescentes de entre 15 y 19 años, se quitaron la vida, frente a 12 y 75, respectivamente, del año anterior. Y, a pesar de que ha disminuido la tasa, siguen siendo cifras alarmantes. 

"A partir de los 8 años el ser humano empieza a tener concepto de lo que es la muerte", explica Francisco Villar Cabeza, psicólogo infantojuvenil experto en conducta suicida en la adolescencia. Es a través del Inventario de Depresión de Beck, un cuestionario de depresión infantil, que se identifican los primeros casos de menores que han pensado alguna vez que valdría más la pena estar muerto que vivo. 

"La tendencia al suicidio es una historia de dolor, de desesperanza, de vinculación y de capacidad al suicidio", indica el psicólogo. Y lo explica: "Una persona que está sufriendo un dolor o un malestar muy intenso, si sabe que en 15 días desaparecerá, hará una cuenta atrás; no pensará en el suicidio como salida. [...] Si empiezas con situaciones de dolor, desesperanza y tienes la sensación de que no te ata nada a la vida, el deseo de suicidio sería una realidad y, a partir de aquí, es la capacidad". 

Por este motivo, Villar Cabeza hace hincapié en la importancia de abordar el problema cuanto antes, es decir, "antes de que el chico pase a la acción". Sin embargo, esta problemática tiene su origen años atrás. "Los padres que utilizan el teléfono móvil con niños de 2 años para solventar o ahorrarse las pataletas de los niños, acaban provocando un efecto que los incapacita a la hora de poder trabajar sus emociones de forma autónoma en la adolescencia", relata el psicólogo en relación con un estudio recientemente publicado. 

A partir de los 65 años hay cuatro intentos de suicidio por cada muerte consumada y, en la adolescencia, se encuentran alrededor de 200-300 intentos por cada muerte. Pero Villar Cabeza insiste, "esto no nos tiene que calmar, sino todo lo contrario, en la infancia tenemos una ventana de oportunidad más amplia". 

Cualquier acción capaz de mejorar, ayudar o paliar el dolor y el malestar del sufrimiento es prevención del suicidio. Pero, del mismo modo que pueden ser 'sencillos' los métodos de alivio, el experto señala que es fácil empeorar la situación: "Lo único que tenemos que hacer es humillarlo, minimizarlo, reírnos de él… Aquello que dicen de 'estás en el mejor momento de tu vida, no sé de qué te quejas' es hacerlo sentir un fracasado por sentirse mal". 

Para Villar Cabeza la clave está en las conexiones, pero no como muchos entienden. Subraya la importancia de relaciones que generen una situación de comodidad, lo que define como "la antesala de la vinculación, lo que realmente te protege". En adolescentes, recomienda la lectura y el juego autónomo, imaginativo y sin normas. Además, matiza la mirada de los padres: "Un chico a partir de los 8-9 años no necesita los ojos del adulto, lo que va a necesitar es empezar a arreglárselas él. [...] Un parque en el que un niño no puede hacerse daño de ninguna manera es un mal parque porque no lo expone, pero tiene que ser lo suficientemente seguro para que el niño no sufra un daño excesivo". 

La llamada de socorro

Son muchas las líneas habilitadas para solicitar ayuda ante una crisis o, simplemente, para sentirse acompañado en un momento de soledad. Ejemplo de ello es el teléfono nacional para la prevención del suicidio (024) en marcha desde marzo de 2022. Desde entonces, según datos del Ministerio de Sanidad, ha recibido un total de 260.033 llamadas, de las cuales 12.846 fueron derivadas al servicio de emergencias para brindar una atención urgente. 

También existen opciones especializadas en niños y adolescentes, como la línea de la Fundación ANAR (900 20 20 10). Tan solo en 2023 atendieron a 256.263 llamadas o mensajes, de los cuales, 18.993 fueron identificados como casos graves. Una petición de ayuda donde, la ideación o intentos de suicidio ocupaban el 20,1% de las consultas. 

Otra opción es el Teléfono de la Esperanza (914 590 055), en funcionamiento desde el 1 de octubre de 1971. Un lugar al que llama "cualquier persona que vive una o varias situaciones difíciles de gestionar emocionalmente para ella y que le suponen dolor emocional o sufrimiento", según explica Magdalena Pérez Trenado, psicóloga clínica, vicepresidenta primera del Teléfono de la Esperanza y responsable de TESUIC, el programa integral de prevención de suicidio del Teléfono de la Esperanza. 

Durante la pandemia, el volumen de llamadas aumentó un 58%. De este modo, las 116.255 atenciones telefónicas de 2019, se convirtieron en 187.592 en 2023, sumado a 10.656 peticiones de ayuda vía chat o email. Unos datos que, pese al fin del Covid, siguen experimentando un ligero incremento año tras año. 

A un lado de la línea, un voluntario formado en gestión de crisis, al otro, una persona que se siente sola emocionalmente, que está enfrentando conflictos en su entorno, pasando por un duelo, una persona con ansiedades, miedos, depresiones u otros trastornos mentales, o una persona con ideación o conducta suicida. 

"Escuchamos de manera cercana y comprensiva, sin juicios, ayudando a la persona que nos llama a gestionar las emociones que está sintiendo, a activar sus propias capacidades internas para afrontar lo que le sucede y a encontrar los recursos que la persona necesite", señala Pérez Trenado. 

Comparativa de edades de personas que solicitan ayuda por teléfono y chat en 2023. El Teléfono de la Esperanza

De esta manera, consiguen hacer que la persona se sienta "acogida, sostenida, acompañada, valorada y valiosa, que se sienta importante y que importa". Y es que, aunque no existe un perfil único de quienes recurren al Teléfono de la Esperanza, la vicepresidenta primera asegura que son más mujeres que hombres, "porque las mujeres, en general, son más expresivas y buscan ayuda con más facilidad que los hombres". 

Pese a que la mayor parte de las llamadas se concentran entre los 30 y los 60 años, son también muchos menores de 25 quienes acuden a esta línea, en concreto, 12.396 en 2022. ¿El motivo? Una "generación hiperconecta digitalmente", en donde los seguidores o los pseudoamigos a un clic de distancia no llenan el vacío de la soledad. 

"Han de ser fuertes, no sentirse débiles o tristes, ni asustados. Tienen que ser competitivos y 'controlar' sus respuestas de vulnerabilidad, que suelen parecer indicadoras de falta de carácter o de debilidad personal. Socialmente, se premia a los fuertes, a los valientes, a los que pueden [...]. Esto es, sobre todo, lo que escuchamos detrás de miles de llamadas de jóvenes menores de 25 años", concluye Pérez Trenado.